@mateamargouy
Por Martín G. Delgado Cultelli
Para pensar cuales son las lógicas que permiten la emergencia de la ultraderecha en el mundo, se propone un análisis sobre algunos de los pilares del fascismo como la pretensión de una Unidad del Pueblo y/o la Nación, así como la asociación de que todo lo que está mal es causado por agentes corruptores internacionales. El tema es muy amplio y arduo, de allí que éste sea el primer artículo, tomando el compromiso de continuar en otros.
El fascismo se nutre de la tradición del nacionalismo prusiano, esto significa que es idealista, romanticista, esencialista, evolucionista, trascendentalista y racista. Es la construcción de un relato teleológico hobbesiano en el cual hay un destino manifiesto que marca que la “Nación” está destinada a la grandeza. En esta concepción también se liga la nacionalidad a una serie de atributos culturales y biológicos esenciales, que serían inmutables y que determinarían quién es y quien no es parte de la “Nación”, o sea la idea de nacionalidad está fuertemente ligada a la de “Raza”.
En este relato solo habría una “Nación” dentro de los territorios del Estado (o sea la concepción de Estado-Nación), esa “Nación” y ese “Pueblo” estarían unidos perse por un vínculo milenario y un destino común. Esto genera el mandamiento de que todos los individuos trabajan por la sociedad y se solidaricen entre sí. Pero al mismo tiempo genera una desconfianza permanente de los individuos que no serían parte de esta nacionalidad. Incluso este relato concibe que es un gesto de “justicia social” y de “igualdad” obligar a los individuos y grupos étnicamente distintos a los de la mayoría nacional. La asimilación y el etnocidio se vuelven algo totalmente naturalizado e incluso glorificado. Recordemos que en esta concepción o se es parte del “yo nacional” o se te extermina. Por lo general cuando los grupos minorizados étnicamente se resisten a la asimilación forzada, vienen las estrategias y lógicas de exterminio.
Fascismo Nuevo-Viejo
Lo expresó reiteradas veces el actual presidente brasileño Jair Bolsonaro y muy poca gente se ha dado cuenta. El pasado 5 de diciembre, a menos de un mes de asumir la Presidencia, Bolsonaro dijo públicamente:
“Los indios quieren integrarse a la sociedad (…) Los indios quieren energía eléctrica, quieren médico, quieren dentista, quieren internet, quieren jugar fútbol. Quieren lo que nosotros queremos. (…) Aquí en Brasil, algunos quieren que los indios continúen dentro de una reserva como si fueran animales en zoológico. Yo no quiero eso. Yo quiero tratar a los indios como seres humanos, como ciudadanos.” (desinformemonos.org, consultado 3/1/2019)
Lo que está planteando aquí el líder ultraderechista es que hay solo una forma de ser brasileño y que aquellos que tengan una tradición cultural distinta a la de la sociedad nacional dominante, deben asimilarse. También deja entrever que la soberanía indígena, o sea el derecho particular a tierras y territorios de los pueblos indígenas es visto como una aberración, como “zoológicos”. Y es porque en su concepción sólo existe la soberanía nacional, la soberanía del Estado Nacional, por lo cual la soberanía indígena debe desaparecer.
A pesar de las protestas de la APIB (Articulación de los Pueblos Indígenas de Brasil) en diciembre de 2018, el 2 de enero de 2019 siendo ya Presidente del Brasil, Bolsonaro transfirió la potestad de la demarcación de tierras indígenas desde la FUNAI (Fundación Nacional del Indio) al Ministerio de Agricultura y en su argumento volvió a decir que le parecía preocupante que el 15% del territorio brasileño fueran tierras indígenas y quilombolas y que haría todo lo posible para “integrar” a los pueblos indígenas como “ciudadanos” y “brasileños”.
Es que el relato de la “Patria”, del “Pueblo”, de la “Nación” y de la “Raza” como sujetos indivisibles, perfectos y armónicos lleva a concebir a cualquier grupo étnico y religiosos minorizado como una amenaza. Y a cualquier ideología que plantee la conflictividad social como un “agente corruptor”. Esto se puede ver en el particular odio histórico hacía las corrientes marxistas y más recientemente el odio hacía el feminismo y el antirracismo.
El anti-comunismo dentro de las ideologías reaccionarias no solo se debió a que los movimientos socialistas llegaron a suponer serias amenazas a los establishment de distintas épocas sino por su contenido teórico central. Las ideas de “lucha de clases” y de “internacionalismo” son una descarrío para el fascismo. La idea de que la sociedad no es armónica sino que está en disputa, está dividida en clases y que esas clases se odian es una aberración. Esto se ha podido ver en varios momentos en el pensamiento ruralista en el Uruguay (Hemisferio izquierdo, consultado el 2/1/2019). Por ejemplo, la frase de “la familia rural”, engloba a terratenientes y peones por igual, trabajando “en común” por el “campo uruguayo”.
Asimismo, en la faceta internacionalista que siempre tuvo el marxismo y el anarquismo, los sectores reaccionarios ven el accionar de potencias extranjeras cuyo único interés es debilitar a la nación (aunque el stalinismo trató de hacer una síntesis nacionalista del marxismo que ha ocasionado muchas confusiones ideológicas). Esto lo podemos ver en el concepto de “Comunismo Internacional”, utilizado por la Dictadura Cívico-Militar (1973-1985). Lo mismo en el desprestigio que hacen los sectores ultra-conservadores del sistema internacional de derechos humanos de las Naciones Unidas.
El esfuerzo cada vez más contundente de los sectores fascistas de enfrentarse contra el feminismo y el movimiento LGBT+ se debe a que estos cuestionan las relaciones de poder dentro del círculo familiar y en las relaciones afectivas. Si para los fascistas el Estado y la Nación son unidades indivisibles, la familia heteronormativa nuclear y patriarcal es el corazón de su sistema. El feminismo sería para ellos la prueba contundente de la penetración de agentes “foráneos” y de la “corrupción moral de la sociedad”. Una sociedad que solo se salvaría bajo una restauración conservadora.
Este discurso conservador sobre los valores de la familia patriarcal heteronormativa y nuclear también sirve de argumento para discriminar y reprimir a los sectores marginales de la sociedad. La liviandad sexual y las formas de familia no nuclear son siempre uno de los principales argumentos para justificar políticas punitivas contra los sectores marginales tanto en 1930 como en 2019.
El macho fascista
Y aquí viene otro de los factores que gestan el pensamiento reaccionario, la concepción de virilidad masculina. El fascista es un soldado, un luchador, un Hombre que redimirá a la Nación. Se justifica así el rol destacado que tienen los personajes militares en este relato. Y es por eso que el obrero industrial entra en escena, especialmente el metalúrgico y de otras industrias pesadas. Ese obrero sería un sujeto viril que con su esfuerzo construye y mantiene a la Patria. La única forma de que una mujer entre en este relato es que sea una mujer viril, o sea una mujer asimilada al mundo masculino. Una Margaret Thatcher o una Marine Le Pen, pero jamás una mujer “femenina”(o lo que ellos consideran como “femenino”).
Y es cuando hablamos de concepciones sobre los géneros que debemos mencionar la otra raíz del pensamiento fascista. Además de la tradición del nacionalismo prusiano está la tradición judeo-cristiana. La idea de una religión o sistema de creencias y símbolos que pueda ser universalizable, que abarque a toda la humanidad, y que aquellos que no comparten ese sistema de creencias son seres sin “gracia” (sin “gracia” de Dios, son des-graciados), seres de segunda o vinculados con el demonio, y por lo tanto se los debe exterminar.
Bajo esta concepción del medioevo (pero que sigue hasta la actualidad) queda justificada y naturalizada la marginación de sujetos que no vivan de acuerdo a las “buenas costumbres”. Serían “corruptores”, seres enviados por el demonio para corromper a la humanidad y sacarla de la gracia divina. Esos “corruptores” son ajenos a Dios. Los corruptores son de hecho feministas, marxistas, anarquistas, minorías étnico-raciales, defensores de derechos humanos, diversidades sexuales, defensores del medio ambiente, activistas de todo tipo y seres marginales no aceptados como prostitutas, trolas, putos, lumpen, cafiolos, borrachos, chorros, drogadictos, ñeris, planchas, bichicomes, etc. Los marginados de todo tipo son concebidos como la prueba de la degeneración moral de la sociedad. El fascista se piensa como el único capaz de salvar a la humanidad de sus miserias morales.
El fascista también se piensa como defensor de la Nación y de la Cristiandad (o judeidad en el caso de Israel) frente a los agentes foráneos que la vienen a atacar. No fueron casualidad los argumentos que utilizaron tanto en Argentina como en Chile para desprestigiar y justificar la represión al pueblo mapuche.
En Argentina utilizaron el criterio nacionalista, acusando a los mapuches de ser bancados por “Inglaterra” para dividir a la Nación. En la Argentina “blanca” (no indígena), “no tienen validez” los reclamos de los pueblos originarios. En Chile se utilizó el criterio de que algunos grupos radicalizados mapuches quemaban iglesias con niños adentro (vitrinainformativa.cl, consultado 3/1/2019), esto para representar a los mapuches como agentes demoníacos y totalmente deshumanizados.
En Europa se destaca el criterio racial-nacional. La ultraderecha crece en todo los estratos sociales y como respuesta a la gran diversidad cultural. La ultraderecha europea quiere volver a crear una Europa blanca y cristiana, sin inmigrantes y especialmente sin musulmanes. Personas que se suman a grupos neonazis en Alemania, lo hace con la intención de “salvarla” de la amenaza de los “turcos” y musulmanes (Elpais.com consultado el 3/1/2019). Y no nos olvidemos de Trump, el rey de los muros divisorios, imponiendo por la fuerza la mantención de los EEUU como juez y gendarme mundial.
Repensando el fascismo y algunas ideas alternativas
El relato del Pueblo y el relato conspiracionista internacional por parte de los fascismo hace repensar. Los tiempos actuales nos demandan un activismo internacionalista muy fuerte, pero al mismo tiempo conectarnos con las luchas concretas en espacios territoriales concretos. Saber articular lo global con lo local y viceversa.
También nos llama a repensar el concepto de pueblo, o por lo menos cuestionar la asociación entre un Estado y un Pueblo. El problema no es la reivindicación de una identidad étnico-racial, sino la asociación entre una determinada identidad étnico-racial y el Estado. O sea, el problema es pensarnos todos blancos, cuando no todos lo somos. El problema es pensarnos como “yo nacional” y no como “múltiples yo”, que no necesariamente son nacionales. En ese sentido creo que es momento de empezar a hablar de “Pueblos” en plural y no “Pueblo” en singular.
Al mismo tiempo debemos reconocer las contradicciones de nuestro tiempo. No tenerle miedo al caos y no tenerle miedo a la lucha. Y tal vez como decía Foucault en el anti-edipo renunciar a las pretensiones de perfección y a las pretensiones de la “Unidad” (anarquíacoronada.blogspot.com, consulta 2/1/2019). Sí debemos estar coordinados y establecer redes de solidaridad, pero las pretensiones totalizantes son otra cosa. Sino estaremos ayudando a incubar el huevo de la serpiente.