@mateamargouy
Carlos Pereira Das Neves
“Uruguay, un país de mutantes”
Contrafarsa 2001
Hoy en día todo está en disputa, por suerte para los que creemos que nada permanece quieto, quizás preferiríamos discutir sobre cómo hacemos para que entren todos en lugar de andar gritando para ver a quiénes dejamos afuera.
Están en juego las ideas, los conceptos, los discursos, los maquillajes. Las palabras parecen tener múltiples significados, en el idioma más rico, se habla en nombre del ‘cambio’ pero ¿se puede decir que uno cambia cuando en realidad busca deshacerse para volver a ser el de antes? ¿la ropa, deja de ser vieja cuando le pones perfume?
Las transformaciones no son todas positivas, existen mutaciones que no responden a cambios de conciencia sino más bien a vestimenta, disfraces, cáscaras, como las Mamushkas.
La espontaneidad al servicio de lo predecible
Algunos actores políticos, luego de denostar ciertas ideas de progreso o ciertos derechos que aparecen y avanzan cuando la nueva situación económica nos eleva la mirada, luego de negarse a impulsar y reconocer las positivas diferencias de nuestras heterogéneas sociedades, -por lo menos en el slogan- parecen estar dispuestos a aceptarlas como una virtud. Desembarazándose de apellidos que llevan años y siglos en nuestra política, apellidos que son un ancla en el progreso del país y hasta en el progreso personal de quien lo carga. Y todo para mostrarte una cara linda, simpática, que sea capaz de esconder un cuerpo en desuso, mórbido, errático y violento.
Mutaciones repentinas pero calculadas, caóticas pero organizadas, públicas pero desapercibidas ¿Cuándo se dieron? ¿Cuándo dejamos de hablar de los ‘auto-convocados’ para hablar de ‘Un solo Uruguay’? ¿Cuándo fue que pasaron de ser ‘auto-convocados’ a tener representantes que los convocan, que les comunican, que les ordenan y que hasta piensan por ellos? ¿En qué momento estos uruguayos decidieron ser más uruguayos que todos y pasaron de quejarse por la nafta a tener plataformas de gobierno?
Siempre existieron tensiones, entre el campo y la ciudad, entre trabajadores y patrones, entre progreso y conservadurismo. Siempre van a existir tensiones, de todo tipo. Se avanza cuando logramos resolver las contradicciones de la mejor manera, sin vendernos gato por liebre, ni manipulaciones por sinceridades, ni intereses de clase por popularidad.
De repente al conflicto de los productores rurales, agro-exportadores, se sumaron empresarios del transporte, empresarios inmobiliarios, de la industria. Pasaron de pedir una suba del dólar a pedir por más puestos de trabajo, de bajar la nafta a no querer la instalación de UPM 2, de bajar los impuestos al campo a bajar el costo de vida y el costo del Estado.
Mutaciones que dejan en ridículo a los mismísimos TRANSFORMERS.
Pastoril y caudillesco: “irse es volver a volver”1
Aunque ‘irse’ es tan mentiroso como anacrónico es ‘volver a volver’. Las sociedades, las relaciones sociales, la realidad nunca vuelve. Puede avanzar hacia un estadío peor, poniendo en entre dicho las bondades del ‘avanzar’, pero jamás regresar en el tiempo.
La organización nacional de nuestro país no fue fácil, entre 1830 y 1875 la economía del país se vinculó con la condición portuaria y comercial de Montevideo, y con la producción pastoril en la campaña: se conformó un grupo de comerciantes vinculados a la exportación e importación con mucha influencia en la vida política y financiera de la ciudad, mientras que en el campo la producción se basaba en el ganado cimarrón que exigía poco cuidado, -por ende- poca mano de obra.
El ritmo de vida del Uruguay en sus inicios fue determinado por los caudillos como líderes políticos: “Grupos de elite que arrastraban a la población rural -más que urbana- coloreados tenuemente por diferencias sociales e ideológicas…”2 Sus enfrentamientos por el poder hicieron de la guerra civil el estado casi permanente a lo largo de cincuenta años.
¿No les suena conocido? ¿#YoEstoyConElCampo? Frase materializada en pegotines que, por lo general, adornan los parabrisas traseros de camionetas de alta gama.
¿No les suena conocida la desacreditación constante del Estado, actitud que ha experimentado un crecimiento exponencial en los últimos 3 gobiernos nacionales, con episodios de violencia -innecesarios, evitables- hacia Jefes de Estado y Organismos?
Un Déjà vu, valga la redundancia, de raíces históricas. Una retórica conflictiva peligrosa para una sociedad democrática en el marco de un Estado moderno. Un alzamiento patronal mutando el enredo de sus propios intereses de clase…que, a más de dos siglos, no han mutado.
“De cada cual según su capacidad, a cada cual según sus necesidades.”3
El postulado meritocrático jamás llega a la segunda parte de este enunciado, y la culpa esta vez es del chancho. Un chancho que no precisa que lo rasquen porque no le pica, es más, le molesta el barro y las moscas. Un chancho que come (apertura de mercados) y come (préstamos estatales para inversiones) y come (rebaja de combustible) y come (facilidades para la compra de maquinarias y automóviles) y no para de comer, pero se pone a renguear cuando llega la hora de limpiar.
El planteo de los ‘auto-convocados’ mutó a ‘Un solo Uruguay’ porque se quedó sin músculo, porque es difícil que el peón comparta un criollo con el capitalino que se disfraza de gaucho cuando se va pa’ afuera.
Con problemas reales, propios del sistema que alimentan estos “fundamentalistas del mercado”4 al decir de Miren Etxezarreta, las reacciones han sido distintas. Cooperativas de producción, Mesas de Desarrollo Rural, Productores familiares, Colonos, mantuvieron y reforzaron los canales de diálogo con el Estado. Y es que una cosa es la preocupación por multiplicar las ganancias, otra muy distinta es la preocupación por mantener la producción y los precios para vivir dignamente sin encarecerle la vida al resto de los trabajadores, al resto de la sociedad.
La propiedad de la tierra es un elemento que no se menciona, y por eso lo asumimos como parte del propio trabajo, del propio esfuerzo del productor. La herencia puede tener de todo, menos esfuerzo o trabajo: “La forma de propiedad determina el carácter del nexo que une al productor con los medios de producción, no solo en el proceso de producción material sino también en las relaciones de intercambio, distribución y consumo. De la forma de propiedad depende por tanto el carácter de la cuantía y forma de distribución de los ingresos de los miembros de la sociedad.”5
Así y todo el gobierno tomó cartas en el asunto, pero mutaron las quejas y las propuestas asociadas. Pareciera como si el ruralismo haya atravesado un proceso acelerado de PIT-CNTización, y es que las noticias de los U$S2.000 millones que batieron el récord de ingresos en la agro industria cárnica o el rendimiento histórico por hectárea sembrada de la cosecha de trigo, aparecieron para contradecir la idea de crisis productiva instalada.
Pero vuelve a no mutar el epicentro de la discordia, el carozo vuelve a buscar su fortaleza en el centro del durazno y así evitar que un puñado de recién compradas banderas uruguayas sean absorbidas por la muchedumbre que no disfruta los beneficios de la acumulación que provee la renta de la tierra.
Desvestir el maniqueísmo radical
Esa es la tarea del momento. Romper el cerco, saltar el alambrado, abrir la portera hasta que la geografía adopte las formas de una plaza y no las de un ring de boxeo. Que los golpes esquiven las caras de los luchadores y se den de lleno en las directivas de los entrenadores, los auspiciantes, los apostadores, los dueños de los guantes y el espectáculo.
Descubrir la jugada de los que se esconden atrás del “ellos contra nosotros” y democratizar el juego, el reparto. Desnudar la estrategia de los promotores de la rabia, proponer una propia que trabaje sobre las problemáticas reales e insoportables.
Que estas tormentas de verano sirvan para refrescar las ideas y los debates acerca de como restarle poder a quienes siguen queriendo fanatizarnos con una división entre trabajadores, para evitar hablar de la concentración de los medios de producción y su estrecha amistad con los mutantes del conservadurismo político.
1Fragmento de “Volver a volver” de Gabo Ferro.
2Barrán, José Pedro. Apogeo y crisis del Uruguay pastoril y caudillismo. 1839-1875; Historia Uruguaya, Tomo 6; Ediciones de la Banda Oriental; Montevideo; 2011; Pág. 6
3Yaffe, Helen. El Ché Guevara: Las cooperativas y la economía política de la transición al socialismo; en Piñeiro Harnecker, Camila. Cooperativas y Socialismo. Una mirada desde Cuba. Editorial Caminos; La Habana; 2012; Pág. 134.
4 Etxezarreta, Miren. ¿Para qué sirve realmente…? La Economía. Paidós; Madrid; 2015; Pág. 188
5 Nova González, Armando. Las cooperativas agropecuarias en Cuba: 1959 – presente; en Piñeiro Harnecker, Camila. Cooperativas y Socialismo. Una mirada desde Cuba. Editorial Caminos; La Habana; 2012; Pág. 334.