@mateamargouy
Colectivo Mate Internacional
La definición histórica como organización política de Antiimperialistas, es una de las bases fundacionales de esta formidable herramienta que hemos construido como pueblo uruguayo, llamada Frente Amplio.
Esto implicó la coincidencia de todos los actores que fueron y somos parte, en una noción básica -casi como instinto de supervivencia- de declararse manifiestamente en contra de las políticas orquestadas con intenciones de injerencia en las decisiones políticas, económicas o de cualquier tipo de un país soberano, entendiendo que existen poderes fácticos que se construyen a través de una hegemonía, económica, cultural y político militar e imponen sus intereses a los que entienden cómo sus «países subordinados».
Este mojón a su vez, nos permite discutir conceptos como -dependencia y soberanía, el significado hoy de liberación nacional-, la «cuestión nacional» y la autodeterminación, como ideas entroncadas, que se definen en función del rompimiento de los lazos de dependencia y la conquista de mayores espacios de decisión.
También nos permite entender y ampliar el contenido de un concepto que como País y Estado, hemos cultivado y hecho bandera en lo que a relaciones internacionales concierne, que es el de principio de no injerencia y no intervención en los asuntos internos de los países.
Esta forma de entender las relaciones internacionales, la geopolítica, la historia y la vida en general, habilitan lecturas de situaciones desde una perspectiva más amplia, para intentar revelar los verdaderos intereses detrás de los hechos.
Esta introducción, apelando a conceptos complejos pero básicos, propone servir de marco para esbozar cualquier nota sobre la situación de América Latina hoy: la vocación Imperialista de los EEUU se renueva en este siglo XXI, y retoma la mirada hacia «su patio trasero», queriendo imponer sus intereses de las maneras que sea necesario. Y vaya que ha perfeccionado sus tácticas…
Dicho lo anterior, queremos hacer algunas precisiones sobre la tensa situación que atraviesa la República Bolivariana de Venezuela.
Este conflicto, que no es nuevo, se agrava a partir de la asunción como Presidente, el pasado 10 de enero, de Nicolás Maduro, quien fuera reelecto en las elecciones llevadas a cabo el 20 de mayo del 2018.
Recordemos que, desde que comenzaron las denominadas guarimbas, (manifestaciones de corte violento que tenían como objetivo el derrocar al Gobierno Bolivariano), uno de los pedidos de los opositores era la realización de elecciones anticipadas. Fue justamente la oposición venezolana en el marco del diálogo, quien solicitó el adelanto de las elecciones nacionales, por lo que las mismas se realizaron en mayo y no en diciembre, como es la tradición.
Para “blindar” el proceso, y asegurar la transparencia y legitimidad de los resultados, participaron como acompañantes electorales aproximadamente 150 personas, entre las que había 14 comisiones electorales de 8 países; 2 misiones técnicas electorales; 18 periodistas de distintas partes del mundo; 1 Europarlamentario y 1 delegación técnico-electoral de la Central Electoral de Rusia.
En estas elecciones contendieron 16 partidos políticos. Sobre esto cabe destacar que en Venezuela no es obligatorio que todos los partidos políticos participen en los procesos electorales, por lo que el hecho de que 3 partidos (“Acción Democrática”, “Voluntad Popular” y “Primero Justicia”) decidieron libremente no participar, no deslegitima el proceso electoral.
Además, como en muchos países de América, en Venezuela el voto es un derecho no obligatorio. Quienes decidieron no asistir a votar están en su pleno derecho, pero en lo absoluto este hecho deslegitima el proceso electoral, más aún cuando eso implicaría desconocer y no respetar a los 9.389.056 que sí decidieron votar y ejercieron democráticamente su sufragio.
Se postularon en las mismas 6 candidatos presidenciales: Nicolás Maduro, Henri Falcón, Javier Bertucci, Reinaldo Quijada, Francisco Visconti Osorio y Luis Alejandro Ratti (los dos últimos decidieron retirarse). Pero los tres que contendieron con Maduro eran opositores a él. Maduro obtuvo 6.248.864 de votos, el 67,84% (le siguieron Henri Falcón con 1.927.958, el 20,93%; Javier Bertucci con 1.015.895, 10,82% y Reinaldo Quijada quien obtuvo 36.246 votos, el 0.39% del total), por lo que el actual Presidente fue electo por una diferencia de 46,91 puntos porcentuales sobre su contrincante más cercano, Henri Falcón.
Pasadas las elecciones se realizaron 18 auditorías al sistema automatizado, en donde los representantes del candidato Henri Falcón participaron de todas ellas y suscribieron las actas en las que manifiestan su conformidad con el sistema electoral.
Podemos concluir este tramo del análisis, afirmando que Las elecciones presidenciales del 20 de mayo de 2018 fueron libres, transparentes, confiables, seguras y ajustadas a la Constitución y a las leyes del país. Se llevaron a cabo a través de uno de los sistemas electorales más seguros y confiables del continente, además de haber sido «observadas» por un sinfín de actores. Y a pesar del llamado antidemocrático a la abstención por parte de un sector de la oposición, de la sufrida crisis económica, y el cerco mediático ultra beligerante, convocó a las urnas al 46,07 % de la población habilitada a votar.
Pero, pasando raya, debemos reconocer que la legitimidad o no de la elección, tanto a la oposición venezolana, como a diferentes actores políticos internacionales y Estados alineados que han decidido promover al autoplocamamado Juan Guaidó como el “legítimo Presidente”, les importa bien poco. Porque si vamos al caso, el objetivo único aquí es el derrocamiento del Gobierno Bolivariano por la vía que sea.
Como ayuda memoria, recordemos que las antes mencionadas guarimbas, que costaron la vida de muchas personas, se detuvieron a partir de la convocatoria por parte del Presidente Maduro, a la Asamblea Constituyente, que es el máximo órgano y el espacio más democrático propuesto por la Constitución Bolivariana, y sin embargo, la oposición también lo desconoce.
La terrible preocupación por la crisis humanitaria que atraviesa el país (producto, en gran parte, del bloqueo económico al que fue sometido el pueblo -no solo el Estado- venezolano) persiste, ya que no se visualizan dentro de la oposición ni desde ella, intenciones y/ o acciones tendientes al diálogo sino todo lo contrario. Parece que cuanto peor le vaya al pueblo venezolano, mejor será para ellos.
El mecanismo imperial de cerco o bloqueo económico, ha sido la principal causa de desabastecimiento, sobre todo en medicamentos. Pero la situación a la que es sometida la población por este bloqueo, es claro que no importa a la oposición: el objetivo es llevar la desesperación por la carencia de elementos básicos, al límite, para provocar un estallido social.
Despejando la ecuación, creemos que la lectura es bien clara: EEUU y los países alineados en el grupo de Lima, están generando el escenario para justificar una intervención más directa (que esperemos no se transforme en intervención militar), con Colombia y Brasil como cabeza de puente en la región.
Debemos decir además, que el reconocimiento de un autoproclamado Presidente, que adquiere peso a través justamente del coro internacional que lo pondera, desconociendo las elecciones realizadas en un país soberano, abre un nuevo capítulo en la historia de injerencias: a la destitución de Presidentes por “golpe de Estado parlamentario”; al método del linchamiento mediático con un ejército de periodistas mercenarios, pagos por los grandes empresarios de los medios de comunicación; al costoso y efectivo adoctrinamiento de jueces y fiscales del sur (en el norte), reclutando efectivos inquisidores; y ahora se suma la proclamación de Presidentes -no votados por sus pueblos- por aclamación imperial.
Lo que sí hay que reconocer, es que esta administración republicana con Trump a la cabeza, nos ha hecho fácil, con su política explícita y sin mucho maquillaje diplomático, el reconocimiento de sus intenciones hacia la región, de colaborar con todos sus aliados locales en los distintos países explícitamente, así como también se pueden reconocer los diferentes actores mercenarios en todos los países latinoamericanos y los aliados del Imperio que, dentro de los grupos de poder disfrazan sus intereses al servicio del norte en supuestas intenciones democráticas de cambio.
Las señales tanto del Gobierno de Venezuela como de la oposición de ese país, son claras; por un lado, la disposición y actitud de diálogo, expresado en varias oportunidades y, por otra parte, la convocatoria al odio, el caos y la desestabilización de la Democracia, respectivamente. Y acá no se trata de defender o no a un Gobierno o a un Presidente -que, dicho sea de paso, fue electo por su pueblo-; esta cuestión es sobre si defender o entregar la soberanía de un país libre y democrático.
Entendemos que, no solo está en juego la estabilidad en Venezuela, sino la de todo el continente. Las posturas de Gobiernos como el de Brasil, Argentina, Paraguay, Colombia y todo el Grupo de Lima, no hacen más que agravar una situación delicada, que podría contribuir a una desestabilización regional en donde los pueblos tenemos todo para perder. Tenemos claro lo que sucede cuando EEUU encuentra en los gobernantes de turno del continente a sus aliados para arrasar con la Democracia, y esperamos que no suceda.
Finalmente, resaltamos -más bien como una expresión de deseo- la importancia y la necesidad de una salida pacífica a este conflicto, considerando esta condición como la única posible para superar la difícil situación que vive hoy el pueblo venezolano.