Por Juana González
Desde el año 2017 el Paro Internacional de Mujeres, Lesbianas y Trans ha entrado en Uruguay y nos hemos encontrado en las plazas de las ciudades, en sus calles. Este proceso ha sido el resultado de múltiples fuerzas feministas y transfeministas que confluyen en la construcción de un #8M organizado por mujeres, lesbianas y trans de forma autónoma, horizontal, autogestiva, descentralizada y participativa en todo el territorio del país.
El anticolonialismo es la nota destacada del movimiento transfeminista en Uruguay, entendemos necesaria la visibilización y reconocimiento del multiculturalismo que nos habita porque somos afrodescendientes, indígenas, de pueblos originarios, rurales y migrantes. Es imposible hablar de libertad, pluralismo e igualdad si no ratificamos todos los días la defensa de nuestras memorias y luchas históricas.
En el marco del Día Internacional de la Mujer Trabajadora hemos parado durante tres años consecutivos y generado movilizaciones en todo el país para que nuestras denuncias se escuchan: remuneradas y no remuneradas que vivimos en Uruguay seguiremos parando durante 24 horas: somos anticapitalistas.
Lamentablemente, las violencias naturalizadas sistemáticamente frente a las que decidimos la acción de parar el capitalismo, la escalada de la crisis capitalista profundiza la responsabilidad que tienen los Estados y los gobiernos sobre la violencia que el patriarcado ejerce sobre nuestros cuerpos a nivel global.
Este día de Huelga Feminista, nos encuentra organizadas a través de asambleas para transformar y crear formas de vivir no competitivas. Estamos escribiendo nuestra historia activamente, tomando las calles y movilizándonos en las protestas públicas pero también hemos decidido ratificar nuestros deseo de no-consumo a partir del paro de consumo hacia los comercios donde las patronales y sindicatos no permiten ni ofrecen garantías para el libre ejercicio del derecho a la huelga. Parar el patriarcado capitalista colonial no sólo refiere a dejar de hacer sino, sobre todo, a dejar de consumir aquello que se realiza a partir de las más violentas formas de explotación hacia nuestras hermanas y hermanes.
En este país hemos sido maltratadas, violentadas, acosadas, abusadas, secuestradas, violadas y asesinadas en las camas, calles, trabajos, viviendas, centros educativos, organizaciones sociales, sindicales y políticas. Los travesticidios siguen irresueltos y nos violan correctivamente por ser lesbianas.
En Uruguay las redes de trata, la industria sexual y pornográfica son el divertimento del patriarcado oligárquico. Nos secuestran los narcos, nos convierten en mulas y hacen porno con nuestros restos. La que sobrevive a estas torturas es encerrada en un manicomio, discriminada y estigmatizada. Medicalización y electrochoques y así se van experimentando con nuestros cuerpos en contextos de encierro.
La cuestión se pone peor cuando sos “vieja” porque nos cosifican y abandonan en hogares de adultas mayores dejándonos expuestas a los peores abusos, violencias y torturas privándonos de nuestras libertades y de las posibilidades de terminar nuestras vidas dignamente.
Aún existen y se multiplican los médicos religiosos-sectarios que nos criminalizan por abortar gracias a sus intereses religiosos y económicos de objetores que se anteponen a nuestro fundamental derecho a la salud.
Sin embargo, el patriarca sigue golpeando cuando quedamos relegadas a los trabajos de cuidados y al trabajo doméstico sin percibir ningún reconocimiento acorde a las responsabilidades que implica el cuidado de las niñez, la adultez mayor y las situaciones de diversidad funcional.
Todo esto se agrava cuando nos imponen el mayor desempleo, la mayor cantidad de horas trabajadas por día y las peores condiciones de explotación, precarización y tercerización.
Si no tenemos vivienda, alimentación saludable, educación y cultura, cabe preguntarnos: ¿hasta cuándo nos van a imponer la pobreza?, ¿hasta cuándo van a estigmatizar y criminalizar nuestras protestas?, ¿hasta cuándo van a criminalizar la pobreza?
Nos secuestran, cosifican, violan, torturan y tratan como esclavas por nuestras etnias, nunca nos reconocen y multiplican los genocidios pero ni la tierra ni las mujeres somos territorio de conquista y, aunque nos persigan, aquí estamos y estaremos denunciando.
Por todo esto y lo que le imponen a cada una de las mujeres, lesbianas y trans que viven en Uruguay, Latinoamérica y el mundo, cada 8 de marzo saldremos a las plazas y calles y nos movilizaremos en todo el territorio. Si dejamos de competir y cooperamos entre nosotres, si buscamos siempre las libertades, (las diferencias) y los horizontes para los derechos que deseamos se amplían. Entonces estaremos lejos de que nos “conquisten”, estaremos cambiando nuestras culturas territoriales patriarcales por formas de vidas más dignas y menos capitalistas.