Ricardo Pose
A 43 años del Golpe de Estado en Argentina.
El 24 de marzo de 1976 el General Jorge Rafael Videla al frente de la Junta en Comandantes en Jefe dio en Argentina el Golpe de Estado definitivo que duró hasta 1983, dejando la friolera de treinta mil detenidos desaparecidos, más decenas de muertos y exiliados; se sumó así a los gobiernos cívicos militares de la región que ya habían estrenado su golpe de estado como Chile y Uruguay en 1973 y a los que ya venían gobernando Brasil y Paraguay, siguiendo los preceptos de la Doctrina de Seguridad Nacional que impulsaba la Casa Blanca y donde fueron formados militares latinoamericanos en la Escuela de las Américas.
El pretexto de este trágico aniversario sirve para empezar a rescatar, a los militantes casi anónimos, protagonistas de aquellas peripecias, militantes que apostaron a la construcción de un mundo distinto; que sobrevivieron al horror del Terrorismo de Estado en la región; muchos de los derrotados en el plano político militar, que obtuvieron luego las actuales victorias políticas, pero que sin comprender la dimensión de esa vital experiencia de lucha, corremos el riesgo de que sobre todo las nuevas generaciones, no perciban la forja de esos temples.
Nada fue por generación espontánea, sin el fruto de un largo proceso de acumulación y des-acumulación, pequeños triunfos colectivos y personales, pocas victorias y muchísimas derrotas.
Jorge “Chacra” González es desde hace varios periodos legislativos el coordinador de bancada de diputados del Movimiento de Participación Popular; quienes lo conocemos bromeamos con su parecido físico con Juan Carlos López, Lopecito, el mediático conductor de programas rurales, pero el Chacra representa el auténtico compromiso con el Interior, con el Uruguay profundo.
Sin perder el hablar pausado, como masticando lo que decir antes que salga de sus labios, va desgranando recuerdos, en su actitud cotidiana y no forzada de escaparle al pamento, sin relatos épicos y vanaglorias.
El Chacra está sentado en su despacho del parlamento mate por medio, en este marzo del 2019, pero en su relato aparece de pronto el botija González, de sombrero de paja ancha y hoz en la mano con la que corta pasto para la vaca.
Hijo de milico de pueblo y madre lavandera de río, su infancia transcurre en aquel humilde rancho sin luz y agua, al que poco a poco nuevos ranchos y una chacra traería para su adolescencia un pico de luz para poder encarar los estudios secundarios.
Ya era la Bella Unión donde Raúl Sendic es dirigente campesino y líder guerrillero, del flaco Rodríguez Belleti, de la Unión de Trabajadores Azucareros de Artigas, del Cholo Gonzales y la Chela Fontora, de Vique, Santana y Castillo, de efervescencia social y política, del faro de Cuba, Che, Fidel, de Salvador Porta profesor arengando sobre la revolución Artiguista.
Se integra a otros cuatro estudiantes que habían creado el Grupo de Estudiantes de Izquierda de Bella Unión, participando de la lucha de los “peludos” laburantes de la caña de azúcar y para cuando quiso acordar ya integra la Columna Leandro Gómez del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros cuyo comandante es Raúl Bebe Sendic.
A los 16 años asume responsabilidades como coordinador del grupo de Bella Unión.
En enero de 1972, luego de trabajar en la construcción de un berretín en una chacra que iba a recibir algunos de los fierros expropiados a la recién inaugurada Armada del departamento, regresa sobre las cinco de la mañana a su hogar; las fuerzas conjuntas ya han desarrollado su accionar contra las columnas del interior del MLN-T y los grupos de Artigas no serían la excepción.
A las siete de la mañana un grupo de inteligencia de las fuerzas conjuntas liderados por Campos Hermida caen en el domicilio del Chacra y lo llevan detenido. Para ese entonces otros militantes ya han caído y con él se cierra la cadena de integrantes de la estructura local.
Lo llevan prisionero al cuartel de Artigas donde la euforia de la detención y la voracidad de información se ensañan con su cuerpo.
Falla la manivela del dinamo de energía con el cual aplicar picana eléctrica, entonces en una humanitaria solución creativa, lo sumergen en una bañera donde descargan, sutil interrogatorio mediante, un polo de corriente de 220 volts.
La masa humana desfigurada aterra a la Jueza de Artigas que ante la brutalidad de la tortura cometida resuelve su traslado del cuartel a la cárcel central de Artigas, en la misma cuadra. La denuncia de las atroces torturas consigue eco en la sede del parlamento en la voz de Zelmar Michelini y Enrique Erro.
Procesado, es trasladado a Montevideo al Penal de Punta Carretas; para ese entonces el Chacra tiene 19 años y en tiempo vertiginoso se le amplia el mundo y las responsabilidades.
El botija del norte antes que pueda asumir toda la información junta, comparte la prisión con presos comunes, pero con los “pesados” de la Organización revolucionaria y el imaginario de una revolución ideal de hombres nuevos, tiene sus primeros tropiezos con la realidad de seres de carne y hueso, que dejan el cuero combatiendo la injusticia y el temporal fascista que bate la región.
En el seno de aquella organización política en Punta Carretas , el Chacra defiende a un compañero de Bella Unión, acusado de traición ,pues había aflojado en la biaba y había cantado cierta información que al Chacra le constaba no era vital; pero era consiente de lo que una sentencia de traición implicaba en el seno de aquella organización.
Posiblemente haya sido esa conducta que a pesar de su joven edad, lo catapulte en un periodo breve, a formar parte de la conducción de la organización política en el Penal.
Sorpresivamente es cambiado de celda, y la comparte con Ramón Tarter, supuesto militante del MLN detenido un 22 de diciembre, que a la postre se supo era el Coronel Ojeda, infiltrado de los servicios de inteligencia militar, según le confesó tiempo después, José Nino Gavazzo.
Así le toca organizar en esa esa Dirección la segunda fuga del penal conocida como el Gallo que se produce el doce de abril de 1972, dos días antes del catorce de abril donde comandos tupamaros ejecutan a integrantes del Escuadrón de la Muerte, y otros militantes tupamaros son abatidos y detenidos.
En 1974 al cumplir la prisión preventiva le dan la posibilidad de irse del país o cumplir una libertad condicional, y rechazando la propuesta de auto exiliarse, pasa a ser alojado en Cárcel Central en Montevideo.
Su peculiar situación le permite moverse con cierta libertad de desplazamiento dentro de la cárcel lo que en su afán de colaborar ofrece su acción solidaria a decenas de compañeros del Partido Comunista que son encarcelados allí. Te con aspirinas para aliviar los dolores de quienes venían de la biaba, mensajes que se dejaban en el baño para que llegaran a distintas celdas.
El Chacra nos vuelve con un suspiro al 2019; se emociona; es el recuerdo de aquella tarea imperceptible que quizás salvó alguna vida o alguna integridad emocional de compañeros y compañeras de otras filas políticas y de esa conducta solidaria que luego llevaría adelante en el penal y que ante las distintas corrientes políticas, aun dentro del MLN, lo llevaría a parapetarse tras la consiga de que la lucha era de grises (por el color de los mamelucos de los presos) contra los verdes.
Pero ese año cae la nueva dirección del MLN-T y además del nombre de Víctor Semproni y otros integrantes, alguien menciona el nombre de Jorge González. El comisario Víctor Castiglioni lo va a buscar a Cárcel Central y lo trasladan nuevamente a Artigas, el 19 de junio de ese año.
En el cuartel de Artigas lo esperan nuevas “maquinas” y vuelve a salir en libertad condicional que implica ir a firmar tres veces por semana al cuartel, empleándose para sobrevivir en las obras de construcción de la planta de CALNU.
El 22 de diciembre de 1974, se le asigna a un comando tupamaro el ajusticiamiento en Paris del Coronel Ramón Trabal, que estuvo al frente del Servicio de Información de Defensa al tiempo que son fusilados en Soca, Canelones, cinco militantes tupamaros traídos como prisioneros desde Argentina.
De su última ida a firmar al cuartel ya no saldrá y quedara preso hasta el 25 enero de 1975.
La represión es una constante que pende sobre su vida; con la ayuda humanitaria de gente de Bella Unión en febrero de 1975 cruza Monte Caseros con rumbo a Argentina donde ya se encuentra su compañera.
Como mucho de los uruguayos en Argentina, se conchaba en una empresa hormigonera en Avellaneda, que le demandaba trabajar al menos doce horas por días.
Corre el mes de marzo de 1976.
Necesitando tiempo para integrarse a reconstruir la diáspora exiliada, pasa a trabajar para una editorial vendiendo libros, donde se encuentra con muchos uruguayos, entre ellos, Ramón Tartet.
Cuando la represión cae sobre Zelmar Michelini, al domicilio del Chacra le erran por dos puertas; alertado se retira de la zona y anda a monte hasta que escasos de dinero, busca contactos y nuevamente aparece Ramón Tarter quien le ofrece refugio fuera de Buenos Aires, para entregarlo finalmente a las fuerzas represivas uruguayas, al mando de José Nino Gavazzo, operando en territorio argentino, en el marco del Plan Cóndor.
Detenido, secuestrado para ser más exactos, es llevado a Automoras Orletti, donde se encuentran detenidos militantes del Partido Por la Victoria del Pueblo,(ex OPR), del Partido Revolucionario de los Trabajadores- Ejército Revolucionario del Pueblo, entre ellos Manuela Santucho y Jorge Santucho, hermanos del dirigente principal Mario Roberto Santucho, la mujer del líder de Montoneros Vaca Narvaja, Hugo Méndez de los Grupos de Acción Unificadora de Uruguay.
De los cuarenta días que duró su horror recuerda dos anécdotas: la primera es cuando colgado recibiendo las “caricias” de la patota de Gavazzo, le exigen dar los contactos en Cuba y Libia; los Gonzales CH eran varios en la organización; pero ninguno era Chacra.
La segunda anécdota fue cuando lo sumaron un grupo de cinco detenidos encapuchados que llevan a las afueras de Automotoras, entre los que se encontraban Jorge y Manuela Santucho, Margarita Michelini la mujer de Vaca Narvaja, para ser fusilados; en el momento de la ejecución viene la contra orden; un comando del ERP había secuestrado al Coronel Pita y los militares estaban dispuestos a negociar un canje.
La entereza al decir del Chacra, de Manuela Santucho es admirable; le plantean el canje y ella responde que es prisionera de guerra y que tal decisión le corresponde a los combatientes en libertad.
Posiblemente esto le costará la vida a Jorge Santucho a quien vio ejecutar en Automotoras Orletti, mientras que el resto siguen desaparecidos hasta el día de hoy.
Inesperadamente es trasladado a Uruguay; es recluido en la sede del Servicio de Inteligencia de Defensa del Estado en Bulevar Artigas y Palmar, donde estará un tiempo para ser trasladado a la Casona de Punta Gorda, hasta ser derivado al Penal de Libertad, recuperando su libertad en 1981.
Denuncia en 1979 en el Juzgado Militar su secuestro en argentina por parte de militares uruguayos y asume su defensa, la Dra. Azucena Berruti.
Recuperadas mucho después las frágiles democracias a ambas orillas del Rio de la Plata, el Chacra volverá, esta vez para participar de los juicios orales y públicos contra la Junta de Comandantes en Jefe de la dictadura militar Argentina.
En este cuadragésimo tercer aniversario del Golpe de Estado en Argentina, el Chacra Gonzalez es uno de los testimonios vivos que permitieron comprobar que es posible vencer la adversidad y enarbolar la integridad, tras un puñado de sueños.