@mateamargouy
CM
Varias veces se ha dicho que la historia la hacen los que ganan. Suele ser cierto también en un plano más general, que la historia de quienes ganaron pequeñas batallas, pequeñas luchas, queda subordinada a la voz predominante de tal o cual época. Esta voz que se torna hegemónica va estableciendo categorías que ordenan el pensamiento, y en ellas terminan por primar unas experiencias por sobre otras. Esta categorización la hacemos de manera intuitiva y por una razón: sería imposible poder pensar acerca de todo sin reducir algunas ideas abstractas a determinadas experiencias concretas de la realidad. A pesar de ello, de vez en cuando conviene resetear esa categoría, volver a lo abstracto y pensar si aquella síntesis que considerábamos como representativa lo sigue siendo, hay que actualizarla, o incluso echarla por tierra y lograr una nueva. Lo que sigue no es más que un disparador, una breve reflexión que intenta dar algunas vueltas de tuerca sobre una, o varias categorías: las iglesias.
La característica que han tomado distintos elementos relacionados a las iglesias nos pueden hacer pensar que representan una realidad casi homogénea. El alineamiento de distintas iglesias o por lo menos de las personas que las representan en sus jerarquías, con distintos posicionamientos políticos no es cosa sólo del presente. Así, desde las dictaduras cívico-militares y la condescendencia de las jerarquías de la Iglesia Católica con varios de los procesos autoritarios en el cono sur, la insistente condena de la misma iglesia a las leyes de salud reproductiva, hasta la coincidencia de muchas y muchos lideres de iglesias neopentecostales con dirigentes de partidos de derecha y ultraderecha en la región, son elementos que van confirmando la idea de que las iglesias van en detrimiento de los derechos.
Sin embargo, esto no es así. Una pequeña revisión de la acción de las iglesias en América Latina nos permite pensar en otra forma de ser iglesia, donde priman mensajes de liberación por sobre los de opresión.
Desde Medellín 68
El clima latinoamericano de los años 60 fué marcado por el auge de las movilizaciones de estudiantes y el movimiento obrero. Desde el Río Bravo hasta el Sur crecían los movimientos que, con la consigna del Che, daban la vida por crear «uno, dos, tres Vietnam». Las iglesias no fueron ajenas a este proceso. Las comunidades eclesiales de base de la Iglesia Católica fueron conformando células barriales que trabajaban hacia la creación de poder popular. Teólogos de toda América Latina aunaban esfuerzos por crear una teología propia de la realidad latinoamericana, que de cuenta de los procesos de liberación que se estaban viviendo. Todas estas miradas fueron confluyendo en distintos espacios, publicaciones, conversaciones, que tuvieron su máxima expresión, dentro del campo católico fundamentalmente, en la Conferencia de Medellín, celebrada en esa ciudad en el año 1968. A pesar de tratarse de la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, participaron como observadores diferentes personalidades del ámbito reformado, como lo fué José Miguez Bonino, pastor de la Iglesia Metodista en Argentina y presidente del Consejo Mundial de Iglesias (CMI).
En estas latitudes, varios de estos esfuerzos ecuménicos entre iglesias reformadas y católica se habían sintetizado ya en 1961 con la primera consulta de Iglesia y Sociedad en América Latina (ISAL), organización que desde 1963 publicó Cristianismo y Sociedad, publicación que reflexionaba sobre el vínculo entre el movimiento cristiano y la realidad política que atravesaba el continente en ese momento.
Estas y otras acciones fueron generando los insumos teóricos para lo que se dió a conocer como la teología de la liberación, pensamiento que puso en primer lugar a los y las oprimidas, y a la realidad como lugar de partida para toda reflexión.
La lucha por la justicia
Las dictaduras cívico-militares golpearon con fuerza a todos los intentos por construir un mundo distinto. Estas organizaciones eclesiales no fueron la excepción. Luego de los procesos autoritarios muchas quedaron desarmadas. ISAL dejó de existir en el año 1975. Sin embargo, otros procesos surgen. El Consejo Latinoamericano de Iglesias (CLAI) es creado en el año 1982, la Alianza de Iglesias Presbiterianas y Reformadas de América Latina (AIPRAL) continúa su trabajo iniciado en el año 1968. Todo el trabajo de estas organizaciones ha confluido en distintos espacios que velan por la justicia económica, ambiental, y de género; la justicia social en general. Puede destacarse en este sentido la Confesión de Accra de 1995, documento de la Comunión Mundial de Iglesias Reformadas (CMIR), donde se exhorta al trabajo «con movimientos civiles y populares que luchan por la justicia económica»i. En el mismo sentido, y lejos de las posturas que son señaladas como ‘evangélicas’ en materia de derechos, distintas iglesias se han organizado en torno a respaldar los avances en la salud reproductiva, el matrimonio igualitario, y demás leyes de la nueva agenda de derechos. Tampoco se ha guardado silencio frente al avasallamiento de las democracias en América Latina, denunciando el golpe de estado en Paraguayii, el avance de la represión en Argentinaiii, y manifestando el apoyo a la búsqueda de una salida de diálogo en Venezuelaivv, sólo por nombrar algunos ejemplos cercanos.
Sobre el final, nos queda, más que la sensación de que existe una única iglesia, la sensación de que existen varias y por lo menos unas, que avanzan en beneficio de una minoría privilegiada, y otras que, entendiendo la realidad de la misma manera que Míguez Bonino, saben que «en un mundo de injusticia, el amor de Dios por los más oprimidos es inevitablemente subversivo», y no pueden más que hacer caso a ese mandato.
iConfesión de Accra, Comunión Mundial de Iglesias Reformadas. 1995
iihttp://paginavaldense.blogspot.com/2012/06/comunicado-de-la-alianza-de-iglesias.html
iiihttp://faie.org.ar/nuevo/2017/12/basta-de-violencia/
ivhttps://www.presidencia.gub.uy/comunicacion/comunicacionnoticias/carta-consejo-latinoamericano-iglesias-reunion-cumbre-venezuela
vhttp://aipral.net/es/justicia/pyj-novedades/232-declaracion-sobre-venezuela