@mateamargouy
Eduardo Obregón, pastor de la Iglesia Evangélica Valdense.
INTRODUCCIÓN
Antes de comenzar, quisiera destacar que me parece un acontecimiento importantísimo que se busque conocer y debatir sobre la Teología de la Liberación (TL) en ámbitos no eclesiales. Les agradezco a ustedes el interés y espero serles de utilidad con este aporte.
Quizás entre ustedes haya quienes se pregunten “¿Qué es eso de la TL?”, o quizás alguien se enteró de algo pero no sabe bien de qué se trata, o tal vez haya quien se pregunte si la TL es algo del pasado, o qué perspectivas de futuro tiene.
Primero, quisiera compartir con ustedes sobre qué trata la TL: durante los años ‘60s, surge en el continente una camada de teólogos católicos y protestantes, que se formaron en Europa y EE.UU. pero se enfrentan a la necesidad de elaborar teología desde la realidad sufriente de los pueblos latinoamericanos. En este sentido, el peruano Gustavo Gutiérrez, quien es considerado como el primero que sentó las bases de la TL, reflexiona: “¿Cómo hablar de Dios en un contexto de injusticia? ¿De qué manera hablar de un Dios que se revela con amor en una realidad marcada por la pobreza y la opresión? ¿Cómo anunciar al Dios de la vida a personas que sufren una muerte prematura e injusta? ¿Cómo reconocer el don gratuito de su amor y su justicia desde el sufrimiento del inocente?
¿Con qué lenguaje decir a los que no son considerados personas que son hijos e hijas de Dios? En conclusión: El sufrimiento humano, el compromiso con él, las preguntas que surgen sobre Dios, son el punto de partida y el tema central de la teología de la liberación” (Hablar de Dios desde el sufrimiento del inocente. Sígueme. Salamanca, 1988, pág. 19, citado por Carmen Alegre en “¿Tiene futuro la Teología de la Liberación?” en la revista de la Provincia Mercedaria Argentina Camino de Libertad, 2007).
Como vemos, la teología ya deja de mirar el cielo para hacerse concreta, acompañando los sufrimientos del pueblo oprimido, sus luchas y esperanzas, con vistas a caminar hacia su liberación plena, un tiempo futuro en donde Dios y el ser humano se encontrarán, y no habrá llanto ni dolor ni muerte (Apocalipsis 21:4).
CONCEPTOS DE LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN
La Teología de la Liberación no es un cuerpo teórico monolítico, sino más bien se trata de un movimiento compuesto por diversas teologías; sin embargo podríamos enumerar algunos temas comunes a este conjunto teológico:
-
La centralidad de la Biblia –y especialmente los evangelios- como fuente transformadora de las vidas de las personas y los pueblos.
-
Es una teología cristocéntrica, es decir, Jesucristo es el centro, pero ahora se pone de relieve lo que en teología se llama una cristología (el estudio de Jesucristo) “desde abajo”, es decir la vida y el ministerio de Jesús de Nazaret, por encima de una cristología “desde arriba” que le daría más importancia al Cristo celestial (es muy interesante leer los estudios cristológicos del barcelonés Jon Sobrino, por ejemplo, su obra Jesucristo liberador. Lectura histórico-teológica de Jesús de Nazaret).
-
En este sentido, Jesús, el carpintero, el trabajador pobre de Nazaret, que convoca a otros pobres para conformar comunidad, nos enseña que Dios opta preferencialmente por los pobres, y justamente, los pobres son los protagonistas de la nueva iglesia, y los transformadores de la sociedad.
-
La nueva iglesia es continuadora de la primera comunidad cristiana, la comunidad del libro de los Hechos de los Apóstoles, es decir, se trata de una eclesiología horizontal, democrática, basada en una comunidad circular, de iguales, y comprometida con la realidad circundante (podrías leer aquí Eclesiogénesis. Las comunidades de base reinventan la Iglesia, del brasileño Leonardo Boff).
-
Por esta razón, la teología de la liberación plantea un concepto que es una novedad para este tiempo, pero que no es extraño a los y las marxistas, habla de “praxis”, este es un término de origen griego que significa “práctica”, es decir, es una práctica en diálogo con la teoría, es una práctica que transforma la realidad para hacerla más habitable, más digna y justa, en síntesis, acorde al reino de Dios (es interesante una serie de artículos del argentino José Míguez Bonino compilados en la obra Militancia política y ética cristiana, de la editorial La Aurora, y Masas y Minorías, del uruguayo Juan Luís Segundo, de la misma editorial).
-
Además, la TL tiene una perspectiva histórica, lo que en teología se llama “escatología” (el estudio de los días postreros, el fin de los tiempos) fundada en la promesa del libro del Apocalipsis, en donde la historia humana llegará a su fin, para dar comienzo a la historia de Dios, en donde habrá un cielo nuevo y una tierra nueva, caracterizados por la ausencia de dolor, de llanto y de muerte. Por nuestra parte, la humanidad, y especialmente los pobres, tenemos la tarea de ser colaboradores de Dios, en la construcción de este nuevo tiempo, denominado como “el reino de Dios”.
CONTEXTO POLÍTICO SOCIAL
Para poder comprender el fenómeno de la teología de la liberación, es necesario ubicarlo en su contexto: América Latina, durante la década del ’60, estuvo atravesada por una serie de convulsiones políticas que transformaron la situación social del continente: en 1959, se produce la revolución cubana, que derroca al dictador Fulgencio Batista. La experiencia encabezada por Fidel Castro, su hermano Raúl y Ernesto Guevara, entre otros/as, trajo consigo la novedad de que el socialismo también era posible en Latinoamérica. Claro, un socialismo distinto al soviético o al europeo, pues nacía desde profundas raíces nacionales.
La revolución cubana irradiará su influencia en el resto del continente: masas de jóvenes se volcarán a la participación política, y no serán pocos los movimientos que se propondrán emular la lucha armada, tal como enseñaba el método de la “Guerra de Guerrillas” desplegada por los revolucionarios y revolucionarias de Sierra Maestra.
Durante la década del ’60, los países de Latinoamérica se caracterizaban por tener gobiernos dictatoriales o democracias endebles, y por llevar adelante medidas económicas dictadas desde Washington, mediante lo que los estadounidenses llamaron la “Alianza para el progreso” cuya consecuencia se reflejaba en grandes cordones de extrema pobreza. Estas condiciones de desigualdad propiciaron las luchas de diversos sectores sociales por promover sus derechos (obreros, campesinos, estudiantes, villeros y pobres de la ciudad, etc). A la par de estos movimientos sociales, las ideas de cambio se expandieron en el continente a gran velocidad.
Además, en 1966, una noticia conmovió a muchos, y sobre todo a los cristianos y cristianas: el sacerdote católico Camilo Torres Restrepo murió combatiendo en las filas del Ejército de Liberación Nacional (E.L.N.) de Colombia, del cual fue fundador. Camilo Torres planteó con energía, el diálogo entre cristianos y marxistas. Luego, diversos movimientos cristianos en el continente, se sentirán interpelados por el testimonio de Torres Restrepo. E incluso, años después, en 1979, de la mano de la revolución sandinista, que derrocó al dictador Anastasio Somoza en Nicaragua, sectores del cristianismo ocuparán cargos importantes en el gobierno popular, tal será el caso del sacerdote Ernesto Cardenal, quien fuera ministro de cultura en la gestión del Frente Sandinista.
Otro acontecimiento que influenció la vida política del continente, fue la elección del presidente Salvador Allende, en 1970. Allende era de extracción socialista, y fue apoyado por un conjunto de partidos de izquierda que conformaron la Unidad Popular. El gobierno de Allende se propuso realizar una revolución pacífica, que les otorgase derechos a los trabajadores del campo y la ciudad, y desarrollara la experiencia democrática del pueblo, marchando hacia el socialismo. Esta experiencia quedó trunca porque en septiembre de 1973, fue derrocado mediante un golpe de estado, dirigido por Augusto Pinochet. El período revolucionario de Chile, también hizo su aporte al movimiento cristiano, ya que en 1972 se publicó la Biblia Edición Pastoral Latinoamericana, más conocida como Biblia Latinoamericana, realizada por el equipo dirigido por los sacerdotes Bernardo Hurault y Ramón Ricciardi. Esta versión de la Biblia fue muy utilizada por diversos grupos católicos y evangélicos en el continente.
Este contexto de luchas sociales y perspectivas revolucionarias increpó a los cristianos y cristianas del continente y del mundo. Los vientos de cambio también soplaron al interior de las iglesias. La Iglesia Católica convocó al Concilio Vaticano II, que sesionó desde 1962 hasta 1965. Este cónclave se propuso establecer un diálogo entre la Iglesia Católica y la sociedad de su tiempo, caracterizada por una perspectiva secular de las problemáticas contemporáneas.
La continuidad del Concilio, se expresa en nuestro continente, en la Conferencia Episcopal Latino Americana (CELAM) de Medellín, en 1968. Por su parte, muchos obispos comienzan a promover una vida de fe vinculada a las luchas populares, el caso más emblemático es el del obispo de Olinda, Recife, Brasil, Dom Helder Camara, quien propicia un compromiso activo y transformador de la Iglesia Católica con los sectores sociales más oprimidos de la sociedad.
Por el lado de las otras iglesias cristianas (evangélicas y ortodoxas), la conferencia “Iglesia y Sociedad” del Consejo Mundial de Iglesias (CMI), que se reunió en Ginebra, en 1966, fue un hito por los temas que trató: se abordó la problemática del racismo y el armamentismo, pero además, por primera vez, las iglesias del sur, que provienen de los países del tercer mundo, gravitaron en esta reunión, ya que tradicionalmente lo hacían las iglesias del norte, originarias de los países desarrollados, y plantearon la necesidad de un nuevo orden económico, más justo para los países pobres del planeta.
LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN EN LA ACTUALIDAD
Es importante aclarar que, si bien la TL tuvo su origen en América Latina, no es un fenómeno exclusivo de nuestro continente, sino que se fue recreando en otros países del tercer mundo con las características propias de su realidad, tal es el caso de la Teología Dalit en la India, la Teología Negra sudafricana, entre otras.
El otro aspecto de la TL es que la noción de pobres en su condición de sujeto histórico se fue complejizando, junto con el devenir de las experiencias populares. Entonces, el pobre no es un sujeto homogéneo, sino que puede ser hombre o mujer, es de una determinada raza, puede vivir de tal o cual manera, etc. De este modo, la TL se enriqueció con las luchas de diversos sectores de la sociedad por promoverse como sujetos de derecho. Así nació la Teología Feminista (Ivonne Gevara, Elsa Tamez, Mercedes García Bachman, entre otras), la Ecoteología (Leonardo Boff), Teología Negra Afroamericana (la biblista Maricel Mena López), teología con pueblos originarios (Néstor Míguez), entre otras.
Hoy, tanto la TL como las diversas teologías que se expresan en el continente, se enfrentan al desafío de dar respuestas lúcidas al avance de los fundamentalismos políticos y religiosos provenientes del imperialismo, y que hallan adhesión en amplios sectores de la población, tal como lo ejemplifica el triunfo del ultraderechista Jair Bolsonaro en Brasil. Pero no podemos emprender solos la creación de alternativas democráticas, pluralistas y transformadoras de la realidad, sino que se hace imprescindible un encuentro fraternal con los diversos sectores progresistas de la sociedad. Por esta razón, me parece muy importante que los editores nos hayan ofrecido este espacio para poder llegar a ustedes, compañeros y compañeras lectores. Que la lucha por el reino de Dios, y por recrear sociedades más justas y dignas encuentren un camino de fraternal compañerismo y comunión.