Ricardo Pose
“En la tapera inmorible del corazón con barbas trepadoras de tus peludos muchos y muy bien montados, en su hambre muchísima. Cañaverales de hombrías y hembrías cabalgan en la pampa secreta”. (Las Gaviotas de Sendic, Julio Huaino)
Allá entre las olas.
Este otoño en Punta del Diablo tiene calores casi de verano durante el día y fresquetes bien de ésta estación al caer el sol; el balneario no luce el febril ajetreo veraniego de turistas nacionales y extranjeros y los varios boliches van intentando ganar los últimos pesos de una agonizante temporada.
Entre acentos de voces gringas y brasileras, vamos llegando al rancho del “Chancho” Almada; Gabriela Cultelli hace de baqueana, no solo del lugar sino de una historia de la que fue privilegiada testigo desde su niñez y donde las peripecias de compromisos y luchas le otorgan casi un legado de sangre.
Almada nos recibe con la hospitalidad posible; su compañera de toda la vida Eva se encuentra postrada en la cama, sufriendo desvaríos que arrancan en la madrugada y demandan toda su atención; pero a su manera se hace un tiempo para nosotros, Gabriela y el Pocho Tajam, sus vecinos desde siempre y los llegados de Montevideo.
El anti pamento.
Antes de empezar, sentados en una humilde mesa y sillas bajo un alero, nos aclara que él “ no se acuerda mucho”; su actitud es la misma con la que nos hemos topado con otros “peludos”; hay una reserva que raya en la desconfianza atenta, pero prevalece una cultura anti épica, ajena a la bulla y al pamento.
Así que, como casi una muletilla de una lección aprendida que salvo vidas probablemente además de la personal, pero que deja en evidencia la picardía de su mirada tras el cristal de los lentes, el “yo de eso no se nada”, será una frase reiterativa.
A sus 87 años, el pelo totalmente blanco y el tranco lento, acompasan el andar de un hombre bueno, bastante más leído que lo que demuestra, una agilidad mental y el permanecer actualizado, que no logra disimular su actitud humilde. Ex trabajador rural, pescador por sobre todos los oficios, co fundador de UTAA, militante socialista que vivió la trasformación junto a otros militantes hacia la construcción del movimiento tupamaro, fue encarcelado en tres ocasiones a pesar de no lograr vincularlo con la organización ni lograr delatara compañeros. Es famosa la anécdota en que negó saber quién era y que hacia el Toto Veiga, compañero de pesca de importantes horas.
De las taipas a las cañas de azúcar.
“El patrón y el comisario siempre le hablan de la ley
Que hay que respetar lo ajeno aunque no higa de comer´
Pobre compadre Miguel la vida que la ha tocao”.
(Coplas al compadre Juan Manuel Yamandu Palacios)
A mediados de 1950, las organizaciones políticas de izquierda definen, ante la durísima situación laboral y los intentos de organización sindical de los trabajadores rurales, destinar cuadros políticos que dieran asesoramiento legal y colaboraran en la organización.
Leodoro Almada es tractorista de una arrocera. Un horizonte distinto se percibe desde las taipas cargada de granos de arroz, cuando aquellos hombres de hoz en mano, con el reuma subiendo desde los pies inmersos en los surcos inundados, recibiendo la mordedura de alguna serpiente como accidente habitual de trabajo, empiezan a conocer la fuerza de juntarse en vez de protestar por separado; Almada participa de aquellas primeras movilizaciones y huelgas de los muchos “compadres Juan Manuel”; los asesores legales de aquellos incipientes sindicatos rurales son los socialistas José Díaz y Andrés Cultelli, militante que será una influencia decisiva en la vida de Almada.
Tiempo después probará suerte, como tractorista, regador y cortador de caña de la Azucarera Artigas, donde las mismas condiciones de explotación de los trabajadores, los hace acudir a los servicios de los abogados socialistas, y junto a José Díaz y Andrés Cultelli, aparecerá un procurador de nombre Raúl Sendic.
“Raúl era procurador, que uno lo veía serio y bien preparado, muy trabajador aunque de poco hablar. Los trabajadores estaban inquietos y cuando le pedíamos para hablar, más que hablarnos siempre nos preguntaba, que pensábamos de esto y aquello, como veíamos la cosa, y así nos íbamos haciendo las ideas, entendiendo. A los trabajadores nos pagaban con cartones que se vendían en las cantinas de las empresas y no daba para nada, además de que no se respetaban las ocho horas y las condiciones de trabajo eran brutales; así que al tiempo nace el sindicato, la UTAA y un día entonces si bien no éramos mucho hacemos esa primer marcha; allá en Montevideo se arma un lío con la gente de la CSU (Central Sindical Uruguaya pro patronal o amarilla) que murió una mujer que pasaba cuando el lío por que le pegaron un tiro y nos acusan a nosotros los de UTAA y a Raúl Sendic. En aquella primera marcha voy hasta la Casa del Pueblo donde Andrés me afilia al Partido Socialista.”
Las movilizaciones de los “peludos” ganan intensidad en todo Artigas y en todos los Ingenios Azucareros; Raúl Sendic ya se erige como líder campesino; UTAA además de las reivindicaciones sindicales pone arriba de la mesa el rol de la propiedad de la tierra, denuncia el latifundio, se plantea su expropiación, se lanza una segunda marcha sobre Montevideo donde se sumaran a los trabajadores sus familias (en el caso de Almada, su gente, Eva su compañera y Olga , Adán y Raúl sus hijos) y se empieza a tomar medidas de acción directa para quebrar la voluntad no negociadora de las patronales, con la quema de cañaverales lo que adelanta la cosecha y obliga a tomar mano de obra, y la ocupación de los escritorios de las empresas azucareras.
“Nosotros tomamos los escritorios de Azucarera Artigas, que tuvimos que dejar a algunos encerrados mientras Raúl, José Díaz y Cultelli, andaban en la vuelta. A partir de esa ocupación nos echan a los del sindicato y paso a integrar las listas negras y me voy a Bella Unión, pero ya estaba “marcado” así que no conseguía trabajo y hacia algunas changas para sobrevivir. Fue cuando Andrés Cultelli me planteo si me quería ir a la Coronilla”.
Con Mar de Fondo.
La costa oceánica frente a la coronilla, con su mar incontrolable, sus islas, su salitre que inunda el aire y esa sensación de libertad inconmensurable, lucia tan desierta de aglomerada humanidad, muchísimo más que ahora.
Andrés Cultelli, criado por aquellos lados, era “propietario” de uno de los pocos ranchos que humildes pescadores tenían por aquella costa y que se ganaban la vida en improvisados viajes en las chalanas hasta las islas o de la venta de los frutos del mar capturados, aprovisionando a los pocos visionarios emprendedores de hotelería de la zona, o vecinos del Chuy, cuando la oferta de peces era mucha.
“Yo había sido pescador de río, así que esa posibilidad de vivir de la pesca no me resulto muy descabellado, además tenía los gurises chicos, así que me fui para allá. Cultelli me dio su rancho y me presento a los pescadores y la verdad que hice una amistad fabulosa, permitiéndome embarcar y luego me fueron dando trasmallo, pero había alguno desconfiado como pato tuerto que me preguntaba hasta lo que comía. Lo cierto que nunca tuve problemas con nadie, ni con los milicos, bueno con uno, que me decía cada tanto mira que yo te conozco, se en lo que andas. El dueño del hotel era un hombre rabioso de blanco pero sin embargo me compraba lo que pescaba y más de una vez me llevo hasta el chuy a vender puerta a puerta. Un día apareció esta gente, estos tupamaros (por Cultelli y la gente del Partido Socialista), me dijeron si yo me animaba a hablar con los otros pescadores, a ver si se animaban a armar como una especie de cooperativa; me fueron involucrando, me la metieron sin consentimiento en aquellos asuntos y yo sin entender mucho, como ahora que no entiendo nada de política” – cuenta sonriendo con ojos de picardía.
Estamos por el año 1965; el Coordinador era una voluntad de grupos y militantes políticos que aun andaban delineando, tras la denominación Tupamaros y muchos sin saberlo, una nueva organización política. Muchas acciones de autodefensa y otras de corte militar pondrán en tensión las pertenencias políticas, por ejemplo aquel grupo de militantes socialistas.
Esos ranchos frente al mar, ese casi desierto de arena, médanos y agua salobre, formaría parte del paisaje, la cobertura y enterradero de armas y vehículos del nuevo y clandestino proyecto político.
“A pata por la ruta”.
“A veces venían estos por acá; alguna vez fue Raúl con Amodio que era un muchachón, se reunían en los ranchos. Yo ya había conversado con alguna gente de acá y del pueblo y teníamos un grupo de no más de cinco que nos hicimos de una zorrita y pescábamos y vendíamos juntos, sin ser una cooperativa pero juntos, y ahí se empezó a hacer el trabajo político. Una noche Raúl me dice: “acompáñame hasta el Chuy”; yo mire para todos lados a ver si veía una moto o algo y me dijo que nos íbamos a pie y caminando por la orilla de la ruta. Caminamos un montón y yo sin entender nada, hasta que llegamos. Me dijo que esperara y se metió en una cantina. Al rato salió y me dijo volvemos; caminamos más que lo que estuvo ahí, yo me quería morir, y volvimos por la costa. De repente escuchamos que venía alguien a caballo y Raúl me dice que nos metiéramos al monte, que debía ser el patrón o peón de alguna estancia. Algo de eso era porque el tipo venia con unos perros, les gritaba “busca busca”y los perros dieron con nosotros, nos olfatearon y ni pelota. Fue la última vez que vi a Sendic.
Cárcel e Inteligencia.
“así seguimos trabajando con gente que se había sumado de Rocha y de Treinta y Tres, el trabajo sindical con el político de la mano, hasta que en el año 71 viene un compañero y deja una moto. Cae un loco que era pescador muy desconfiado y me peguntó si conocía el de la moto y me denuncia. Así que un día me llevan detenido con la moto; primero a Castillos donde me preguntan y digo que los conozco del laburo y me dicen que son todos Tupamaros. Yo les dije:¿que son Tupamaros?, ni sabía que era eso. A los cuatro días me llevan a Rocha y de ahí a Jefatura donde un día me lleva un pedazo de torta José Díaz que pensé que me había ido a visitar pero él también estaba enjaulado. Ahí estuve cerca de un año y ahí pase a la cárcel y recibí gente que me visitaba, que me conocían de todos lados, gente que llevaba a visitar la isla en la Coronilla. Un día como al año me saca y me llevan a un lugar donde me espera un tipo grandote que me pregunta si sabía quién era y yo le dije que lo conocía de llevarlo de visita a la isla. El tipo me dice que me iban a llevar a Juzgado, que yo no dijera nada y que ese día me iban a liberar. Y así fue. Cuando salí el tipo me estaba esperando y me llevo a un hotel cerca del Pereira Rossell donde me había alquilado una pieza. Ahí una señora me pregunto de donde era y yo le dije estanciero de Cerro Largo, pero que hacía poco por que anda a saber si la mujer no conocía. Luego el tipo me llevó a un bar cerca del obelisco, me dejo y me dijo que volvía y que no hablara con nadie. Al rato cae otro que me invita a tomar algo y yo que me tenía que ir, y el tipo que me pregunta si conocía esto y aquello. Era otro tira. Me estaban jalbeando a ver que sabía yo.
Volví a Rocha y el dueño del hotel me estaba esperando, muy servicial, me dio para pescar y me ayudo a vender. A los días apareció de nuevo el grandote y me pidió que lo llevara a la isla y me empezó a preguntar si sabía que ahí hubiera cosas enterradas, si en la isla se podía enterrar armas o un cristiano; si está muerto se puede enterrar gente le dije como zonceando.
Y así que hasta en 72 se vinieron con todo. Me llevaron al cuartel del Rocha donde me trataron “con mucha amabilidad” cerca de un año, de ahí al cuartel de Treinta y Tres y finalmente al Penal de Libertad donde estuve hasta 1981.Luego me entere que el rancho de Cultelli fue el primero que tiraron abajo buscando unas armas.”
Primavera del 73
Sostiene como teoría Domingo Trujillo, que quizás como producto de los comunicados 4 y 7 y de las confusas señales que algunos militares donde circulaban cierto Peruanismo antes del Golpe de Junio de 1973, se permitió en el Penal de libertad una serie de actividades para y organizado por los presos, que incluyeron campeonatos de ajedrez y truco, el armado de una biblioteca, y cierta flexibilidad de relacionamiento entre los presos.
Producto de esa extraña Primavera, Leodoro Almada, el Baqueano Camargo, el Laucha Prieto, el Toto Veiga, el Maestro Sosa y Héctor Maneiro, pescadores todos ellos confeccionaron una suerte de Ensayo, Compilación, Memoria o manual denominado “De costas, peces y anzuelos”, que recoge su experiencia como pescadores en distintos puntos del país y una suerte de explicación antropológica de los orígenes uruguayos de la pesca artesanal.
El manual luego sufrió los embates de la ola represiva dentro del penal pero fue posible rescatarlo para ser publicado. Hoy se puede adquirir el material en el restorán de Olga, la niña descalza de la segunda marcha cañera, hija de Almada, en Punta del diablo.
Valizas.
En 1988, el “Chancho” Almada es el responsable del proyecto de Pesca que sería uno de los tantos proyectos que impulsaría Raúl Sendic desde el Movimiento Por la Tierra.
Manos inescrupulosas, desanclaron la barca con herramientas que acabaron con el incipiente proyecto en la chacra de Valizas.
Hoy Almada da quizás su última batalla, su última silenciosa batalla contra la enfermedad que aqueja a su compañera Eva, la madre que queda registrada en el documental sobre los Cañeros, en la segunda marcha dando teta a su hijo , ese pezón “donde maman los candombes, en la tierra en la estrella , en las olas y con Sendic”.