Por Diego M. Vidal, desde Brasil
Aún no cumple los primeros seis meses en la presidencia de Brasil y ya Jair Messias Bolsonaro dilapidó gran parte de su base electoral. Estancó la economía mayor de Sudamérica, arriesgó la alianza estratégica con China y puso en riesgo los mercados tradicionales de oriente medio para los productos brasileños, en pos de rendirle pleitesía a Estados Unidos y a Donald Trump específicamente.
El miércoles 15 de mayo pasado cerca de dos millones de estudiantes, profesores y otros miembros de la comunidad educativa, tomaron las calles en doscientas ciudades brasileñas para oponerse al recorte presupuestario en los distintos niveles de la educación pública que impulsa el gobierno de Bolsonaro. La respuesta del presidente fue tratarlos de “idiotas útiles” y otra serie de improperios a los que él y sus adláteres suelen acostumbrar emitir en las redes sociales o medios de comunicación afines.
En tanto las calles eran tomadas contra el ajuste, la misma prensa que ayudó a colocarlo en el Palacio de Planalto comenzó a sugerir la posibilidad de que avanzara la intención del impeachment en el parlamento y cuestionó duramente la inacción gubernamental ante los graves problemas que aquejan al país. «El Oscurantismo agresivo del gobierno de Jair Bolsonaro (PSL) convierte el debate crucial sobre la financiación de la educación superior pública, tardío en el país, en un choque de banderas ideológicas», publicó el influyente diario Folha de Sao Paulo.
A la caída del PBI (0.68% en el primer trimestre, 27% en la Construcción y 16,7% la Industria), el aumento en la desocupación y la devaluación del Real, con el consiguiente aumento de la canasta familiar, la Reforma Previsional es principal medida que viene impulsando el gobierno bolsonarista desde el minuto cero y corre serio riesgo de fracasar en el Congreso donde no logra juntar el número suficiente de voluntades para aprobarlo. El propio titular de la Cámara de Diputados, Rodrigo Maia, adelantó ante inversores extranjeros que ese proyecto no alcanza para resolver los problemas del Brasil. Sin embargo, el descontento legislativo va más allá de Maia y varios diputados se mostraron ofendidos por las faltas de respeto de Bolsonaro hacia ellos. En ese escenario, la ausencia de políticas públicas destinadas a encauzar la grave situación socioeconómica que dejó el golpe contra Dilma Rousseff, descansa en anuncios “para la tribuna”, como señalaran algunos legisladores. Por caso el decreto sobre portación de armas firmado hace unos días por Bolsonaro y que podría ser anulado en la asamblea legislativa.
Por otro lado, la Justicia avanza en la investigación sobre los vínculos del clan Bolsonaro con las milicias paramilitares (entre cuyos miembros estarían los autores del asesinato de la concejala de Río de Janeiro, Marielle Franco), sospechas de nombramientos de funcionarios sin funciones y lavado de dinero. Pesquisa que van subiendo en el círculo familiar desde los hijos hasta la esposa de Jair Bolsonaro y que más temprano que tarde podría alcanzarlo a él mismo.
En respuesta a este contexto que cada día envuelve más la gestión del mandatario ultraderechista, sus seguidores han convocado bajo su anuencia a una marcha el próximo domingo 26 con la idea de repudiar el supuesto “cerco” conspirativo del Congreso y el Poder Judicial contra Bolsonaro, estamentos republicanos a los que proponen cerrar. El temor a un brote de intolerancia e incluso a maniobras de autogolpe, circula entre un amplio abanico de la oposición política. Creen, no sin razón, que azuzando a personajes extremos, Bolsonaro intente imponerse a sus propios errores mediante el temor. Hasta la diputada oficialista Joice Hasselmann ha declarado su oposición a esta acción que considera “un tiro en el pie” y muestra que dentro de la bancada oficial hay discrepancia con el llamado a esta movilización, que muchos tratan de desarticular. Es un momento de gran debilidad de Bolsonaro, a quien han repudiado hasta políticos estadounidenses por su fascismo rampante.
Ahora, el bolsonarismo ha soltado a su jauría de las redes, miles de bots que esparcen mensajes de odio y fake news por Internet, contra todos los que le oponen y tratando de movilizar desde el extremismo más feroz. Quizás en un acto de alguien que se siente acorralado por la realidad. O como lo definió el periodista brasileño Leandor Fortes, de la organización “Periodistas por la Democracia”: “Bozo (Bolsonaro) es un idiota patológico, un demente con serias limitaciones mentales que provocan risa y pavor. Un Calígula, con pizcas de Nerón, rodeado tres Incitatus para regurgitar, día y noche, absurdos en las redes sociales”
Los que aún se mantienen en silencio son los militares brasileños. Si bien grandes ganadores en el repartos de cargos en el Estado, sectores de las Fuerzas Armadas mantienen un suspicaz silencio y otros, como el general da reserva Luiz Eduardo Rocha Paiva (el mismo que puso en duda las torturas sufridas por Dilma como presa de la dictadura), que abiertamente acusa a jueces y congresistas de buscar desestabilizar al gobierno.
Así las cosas, en la historia democrática el presidente que menos duró en el cargo fue el conservador Collor de Melo, destituido por corrupción. También entronizado por las corporaciones económicas y mediáticas, no pudo ser sostenido ante su inocultable incapacidad y avidez de rapiña. Tal vez Jair Bolsonaro inaugure la saga de los mandatos breves, signados por la bestial inutilidad de quien lo ejerce y deje al desnudo la enorme maniobra político-jurídico-mediática que se necesitó para llevar al poder a un babaca que en pocos meses arrastró a una de las 8 mayores economías mundiales al borde del abismo.