Sofía Scasserra
Que la economía mundial funciona de manera global, no es novedad al día de la fecha. Mucho se escribe sobre globalización y comercio, y siempre subyace la idea de que el mundo hoy está más integrado que nunca en su articulación económica para montar y ensamblar cadenas globales de valor aprovechando ventajas comparativas a medida que el capital avanza. Las tendencias mundiales en torno a las nuevas formas de producción nunca fueron tan dinámicas y cambian día a día los pronósticos sobre qué pasará con las empresas trasnacionales en el futuro. Cierto es que se está comenzando a ver un proceso de “reshoring”i productivo, donde las empresas vuelven a estar cada vez más cerca del consumidor, priorizando acortar la distancia y el tiempo de entrega en un mundo que desea tener sus productos cada vez más pronto cuando compra por internet. Este proceso puede darse gracias a que la robótica ha logrado que la mano de obra barata ya nos sea una prioridad en algunas industrias que no son mano de obra intensivas.
Más allá de los debates y casos específicos, lo que será el uso empresarial y el manejo de la tecnología a nivel macro se está diseñando en una agenda legislativa que no se negocia en cada Estado nacional. La agenda que diseña, promueve, y sintetiza el uso de la tecnología a nivel global es la de comercio electrónico que se negocia en diversos tratados comerciales como el Acuerdo Mundial de Servicios (TISA), el Tratado Transpacífico (TPP) y acuerdos bilaterales menores. La Organización Mundial de Comercio busca tener mandato negociador y al momento no está en la agenda de la Conferencia Ministerial por un fuerte rechazo del bloque de países de África, pero ya existe un “Grupo de Amigos del Comercio Electrónico para el Desarrollo”ii que hacen lobby impulsando una agenda, al menos, controversial.
¿Qué promueve esta agenda?
Veamos primero la definición de Comercio Electrónico de la OMC: “es la producción, publicidad, venta y distribución de productos a través de las redes de telecomunicaciones”iii. Es decir que cualquier producto que se publicite, venda o se distribuya por web, lo alcanza esta agenda. O sea, al día de hoy, casi todo lo que conocemos.
La legislación básica que se negocia es una serie de artículos que promueven la liberalización y desregulación del comercio de datos a través de la web. Es decir, poco importa lo que ocurra con los productos y servicios, lo que intenta “obtener” es el libre movilidad de datos en la web. Es decir, que cualquier empresa que por publicitar, vender o distribuir productos genera datos, y esos datos serán propiedad y exclusivos de las empresas para localizarlos y hacer con ellos lo que deseen, almacenarlos, venderlos, utilizarlos, etc. Los gobiernos no tendrán injerencia en los mismos: no podrán cobrar impuestos, ni pedir copias ni repatriaciones, aun argumentando seguridad nacional o necesidad de diseño de políticas públicas ni queriendo controlar sesgos, problema ya aceptado por las empresas y que es sabido, no se puede corregir en un 100%.
Si las negociaciones logran tener éxito, veremos un mundo con grandes empresas trasnacionales que son dueñas de la información privada que manejan de los ciudadanos a nivel mundial teniendo una enorme ventaja comparativa en el desarrollo de algoritmos e inteligencia artificial y siendo los grandes proveedores de datos para alimentar los algoritmos que manejaran todo, desde una simple búsqueda, pasando por un proceso industrial hasta un tratamiento médico, entre otros. Los verdaderos “robots” hoy día, son ecuaciones matemáticas que ordenan y maximizan información arrojando un resultado que hace que un proceso llegue a una determinada resolución. Ese algoritmo se alimenta de datos. Esos datos serán propiedad de un puñado de empresas y los gobiernos no tendrán poder sobre ellos. Ese es el resumen.
Lo cierto es que si el “comercio de datos” realmente existiera las empresas deberían pagar por ellos, cosa que no hacen, sino que se los llevan gratuitamente a servidores lejanos, facturando aun en nuestro tiempo libre. En efecto, se estima que en un futuro no muy lejano habrá unos 4 artefactos conectados a la web por persona a nivel globaliv, generando una enorme cantidad de datos que son utilizados para generar ganancias extraordinarias a las empresas aun en nuestro tiempo libre.
Esta realidad impone desafíos. Sin duda el diseño del uso y manejo de los datos no solamente tienen implicancias en términos de desarrollo, limitando a los países más pobres a ser meros “usuarios de tecnología” y no productores de la misma, sino que además diseña el futuro de las empresas, y de la capacidad de control del Estado respecto a esa tecnología, y por ende, del empleo y la vida humana. La tecnología no es algo nuevo. Siempre existieron avances tecnológicos, desde el descubrimiento del fuego, hasta el día de hoy, el hombre fue marcado por el avance tecnológico para el mejoramiento de la vida humana. Toda tecnología impone un nuevo desafío para el Estado en materia regulatoria: un cuchillo puede ser utilizado para cortar mis alimentos o para matar a alguien. El código penal establece que lo segundo es un delito tipificado y con pena, ergo, regula e desincentiva su uso en esa dirección, promoviendo que en promedio, sea correctamente utilizado. Ese ejemplo, tan simple, sólo quiere mostrar que ante algo novedoso que nos abruma, que no comprendemos y que no sabemos qué consecuencias puede tener, dejar grados de libertad a los Estados para regular sus efectos y sacar lo mejor de los mismos, parece ser, al menos, sensato.
Si las empresas del futuro son diseñadas a base de esta legislación, es de esperar que tenga su corolario en el empleo, insumo fundamental de la economía, y variable que más deberíamos mirar para garantizar un mundo equitativo, con igualdad de oportunidades, sin hambre y pobreza.
Existen fatalistas que ven un futuro sin empleov, donde la tecnología y los algoritmos vengan a por nuestro trabajo, reemplazando masivamente mano de obra en todo el mundo, desapareciendo las oportunidades, esfumándose ante nuestros ojos en un mundo dominado por maquinas. Nada más irreal ni cierto: no se comprueba en los datos ni históricos (la tecnología jamás dejo a la humanidad sin empleo, y repito, es un fenómeno que lleva tantos años como la humanidad misma), ni presentes. Si bien el foro de Davos ha pronosticadovi caída del empleo a nivel global, en Asia, gran exponente de la algoritmizacion de la economía y de la Inteligencia artificial, viene creciendo de manera establevii. América latina en la década 2000-2010 también tuvo una clara tendencia de aumento del empleo. Las maquinas no parecen ser el motivo de la contracción en el empleo, sino las crisis financieras capitalistas que se sucede desde el año 2008 y de la cual el mundo aún no se recupera, parecen ser los máximos culpables.
Más allá del efecto obvio que siempre ha tenido de reemplazar puestos de trabajo que van quedando obsoletos por otros nuevos en esa dinámica de destrucción creadora shumpetereana que siempre ha tenido la economía en general, existen efectos puntuales de esta nueva oleada que tiene características propias. En efecto, jamás vimos un avance tecnológico de la rapidez y el alcance que tiene el que vivimos hoy día y que no solamente modifica las conductas individuales de todos los habitantes del planeta, sino que nos hace preguntarnos si no debemos sumar un nuevo factor de producción al análisis económico clásico: tierra, trabajo, capital, bienes intermedios y…. ¿datos? Es innegable que son hoy, los protagonistas de los esfuerzos por robotización y algoritmización de los procesos productivos.
La disputa por la supremacía en IA
Para nuestro pequeño gran mundo occidental, EEUU tenia y tiene el dominio de los datos y la tecnología. Todos usamos a diario productos de Google y en gran medida esta creencia es correcta en nuestra región. Pero del otro lado del mundo un gigante que nuclea un 20% de la humanidad, gesto sus propias bases de datos integradas en su totalidad y administradas por el Estado: China.
Este gigante no se conformó con la supremacía de la enorme cantidad de datos que recolecto en su territorio sino que supo conquistar otros países asiáticos y parte de África, generando una verdadera competencia entre ambos países.
La guerra comercial impulsada por EEUU para separar a China de sus principales socios y centros de poder quedo en evidencia cuando los acuerdos comerciales que pretendía firmar lo excluyeron como principal socio, directamente dejándolo afuera de las negociaciones: china no estaba incluida ni en el TPP ni en el TISA a pesar de haber pedido formalmente formar parte de los mismos. La contraofensiva China fue crear su propio entramado de amigos relanzando las negociaciones de ASEAN con el nombre de RCEP, acuerdo comercial que se negocia al día de hoy en la región asiática. No puede decir lo mismo TRUMP con sus ya fallecidos TTIP, TPP y TISA. La batalla por los acuerdos comerciales parece haberla ganado China.
Por otro lado, en cuanto a poder económico, el gigante asiático ya supero hace algunos años el pbi norteamericano, siendo hoy día la economía más grande del mundo en términos económicos y poblacionales. Nadie se le compara. Esto genera no solo una enorme potencial, sino que la escala que tiene la economía China hace que no necesite casi de nadie para generar sus propios inventos: a la pregunta de si EEUU bloquea a China, este país parece responderle siempre con un “no hay problema, nosotros lo desarrollamos para nuestra población. No te necesitamos”. Y es que es cierto, los 1300 millones de habitantes parecen ser motivo suficiente para desarrollar cualquier tecnología que se proponga.
La batalla por las monedas parecía poner al gigante en una encrucijada difícil de resolver. Al tener todas sus reservas en dólares, la economía china estaba fuertemente debilitada, ya que vender esas reservas y liberarse del patrón dólar implicaría una caída en el precio de la divisa. La gradualidad del proceso llevo a que China hoy tenga sus reservas en rupias, oro y dólares, queriendo irse de a poco del patrón y recuperando soberanía. Si el RMP (o yuan) continúa fortaleciéndose, no sería raro de esperar que china obtenga el tan ansiado señoriaje de monedas pudiendo exportar su inflación y liberándose de las reservas, proceso que ha llevado a EEUU a ser el dueño de la economía global durante décadas.
El desarrollo militar no es el fuerte del gigante asiático, pero para eso cuenta con dos aliados estratégicos: Korea y Rusia. Así China no parece intimidarse frente a las amenazas de EEUU.
Y la tecnología? Hemos visto en los últimos meses una disputa entre Huawei por el sistema operativo Android. La respuesta fue, una vez más, “nosotros lo podemos desarrollar mejor”…
Empezó una guerra silenciosa sin precedentes por conquistar las telecomunicaciones globales en las redes 5G para apoderarse de los datos del mundo de aca a la historia, logrando obtener el dominio y la hegemonía de la economía global a través del desarrollo de IA.
Seremos espectadores de esta batalla? O por fin nos alzaremos como mundo en vías de desarrollo exigiendo que nos paguen por llevarse nuestra materia prima? Sea EEUU o china quien gane la pelea, como región, podemos hacerlo mejor. Solo hace falta plantearse que postura vamos a tomar.