Gabriela Cultelli
Tal vez aquellos luchadores sociales no tenían exacta medición de su hazaña histórica, que hasta hoy, 66 años después, continúa sembrando aires de libertad por nuestro continente. Si algo no compartimos con algunos historiadores cubanos, es que el asalto al cuartel Moncada fue un punto de inflexión para la revolución cubana. El asalto al cuartel Moncada culminó siendo un punto de inflexión para todo el continente, planteando la posibilidad de formas nuevas de lucha en contextos que luego, con la crisis del modelo de sustitución de importaciones se fueran generalizando. Aquella epopeya y sus preparativos derivaron 5 años medio y después (enero 1959), en la primera revolución triunfante del continente, y no hay veterano de las luchas de los 60’ que no hable de lo que significó aquella revolución en su toma de conciencia, ya sea en Uruguay o en cualquier otro lugar del continente.
De allí que la acción del Moncada trascendiera las fronteras cubanas, incluso el propio Fidel expresaba en relación a esta fecha que no sería trascendente sino albergara la esperanza de los explotados y humildes del continente, “¡Esta fecha tiene valor no como hecho que se proyecta hacia el pasado, sino como hecho que se proyecta hacia el porvenir!” (Discurso pronunciado durante la conmemoración del X aniversario del ataque al Moncada en la Plaza de la Revolución. La Habana, 26 de Julio de 1963).
Vivos siempre
Es importante para el análisis de los hechos, recordar que para Cuba con el golpe de estado de marzo de 1952, se habían cerrado otras posibilidades de lucha. Es más, el dictador Batista encabezó ese golpe, ante la eminente victoria electoral que ya se preveía del Partido Ortodoxo, dónde Fidel Castro era candidateado a diputado. Las 5 leyes del Programa del Moncada, inicialmente hubieran sido impulsadas desde allí, si ello hubiera sido posible. No se trataba de unos “muchachos soñadores”, sino de un pueblo acorralado.
En estas condiciones, fueron más de 1000 los que inicialmente se sumaron, pero solo 124 hombres y 2 mujeres participaron directamente de la acción. Con Abel Santamaría al frente 21 ocuparon el hospital, otros 10 liderados por Raúl Castro tomaron el cuartel de Bayamo, y Fidel Castro atacaría con 95 compañeros el Moncada, la segunda fortaleza del país.
Varios incidentes intervinieron en que la acción no se llevara a cabalidad y comenzara allí la barbarie. Solo 2 o 3 jóvenes habían caído en combate, pero el tirano ordenó asesinar a 10 por cada soldado muerto, culminando la semana con más de 70 crímenes. Perseguidos, torturados y asesinados luego fue el saldo inmediato. Los testimonios fueron terribles, como el de aquella bestia (sargento Eulalio González, apodado el tigre), que con total impunidad en un ómnibus de la ciudad reconoce a la madre de Abel Santamaría y le cuenta como le arrancó los ojos a su hijo. Aquellos ojos que ensangrentados fueron presentados ante su hermana Haydee para que delatara.
La historia me absolverá
Más que un alegato, la autodefensa de Fidel Castro (octubre de 1953) fue una contundente denuncia y un programa revolucionario, donde por demás desarrolla el concepto de PUEBLO, que para América Latina continúa con total vigencia.
Conceptualiza como “Pueblo”, a los desempleados, a los obreros del campo o zafrales, a los obreros industriales, a los jubilados, a los pequeños agricultores, a los maestros y profesores, a los pequeños comerciantes, a los intelectuales.
Las 5 medidas propuestas, y miradas desde el hoy, no eran ninguna irracionalidad. Se trataba simplemente del respeto a la constitución de 1940 ante la usurpación batistiana del poder; en segundo lugar entrega de tierras a colonos, sub colonos, arrendatarios, aparceros y precaristas que ocupasen parcelas de cinco o menos caballerías de tierra, indemnizando el Estado a sus anteriores propietarios; todos los colonos tendrían además el derecho a participar del cincuenta y cinco por ciento del rendimiento de la caña y cuota mínima de cuarenta mil arrobas a todos los pequeños colonos que llevasen tres o más años de establecidos. Se agregaba el otorgamiento a los obreros y empleados del derecho a participar del treinta por ciento de las utilidades en todas las grandes empresas industriales, mercantiles y mineras, incluyendo centrales azucareros. Finalmente, la quinta ley propuesta ordenaba la confiscación de todos los bienes a todos los malversadores de todos los gobiernos.
Los Ecos
Aquel viejo cuartel se convirtió en Escuela, la idea era recordar a los que allí cayeron, pero a ellos y desde la alegría de los niños, algo así como transformar la barbarie en esperanza, en futuro. Aún hoy por esos lares del mundo repican los ecos de Moncada.
Sin embargo, los ecos cruzaron los mares, en tal sentido viene a la memoria la siguiente anécdota: En agosto de 1970, unos días después de la muerte de Mitrione que había pasado torturando gente por cuanto rincón de América Latina pudo, cae preso por primera vez mi padre, Andrés Cultelli. Y en ese país que algunos sostienen hoy que era “democrático”, lo torturaron como a muchos otros. A mi madre, Isabel Delfino, la llamaron por teléfono y le dijeron que si en media hora no decía todo lo que sabía sobre un supuesto hecho, le iban a entregar el cadáver de su marido. Ella contaba que fue la media hora más angustiante de su vida. Y contaba también que en todo momento le venía a la memoria el recuerdo de Haydee Santamaría. Su respuesta fue que si a Haydee le trajeron los ojos de su hermano y no dijo nada, ella tampoco lo haría. Por suerte, se trataba de una simple forma de tortura, de una amenaza. Años después se lo pudo contar a Haydee en La Habana.