Mate Amargo
Prestando atención a una realidad política que pareciera querer identificarse y sumarse al relato argentino de “la grieta”…es que recibimos con particular esperanza la noticia de que Fernando Amado y el sector al que pertenece (Unión de Izquierda Republicana – UNIR) han decidido conformar, junto al Frente Amplio, un espacio progresista de cara a las elecciones nacionales de octubre en nuestro país.
La tecnología, las velocidades, los impacientes intereses, las posibilidades de consumo, el propio consumo y su círculo de referencia, son algunas de las variables que pueden explicar lo vertiginoso de ciertos cambios en nuestras sociedades. Si bien el debate sobre los cambios civilizatorios, a los que tanto hacía referencia el “Viejo” Julio, no comparten el ritmo que los críticos de la sociedad contemporánea pretenden imponer e incluyen otro tipo de variables que exceden al círculo de consumo y/o a la tecnología aplicada, es cierto que la preocupación sobre la convivencia de las futuras sociedades o -mejor dicho- las futuras convivencias de las sociedades es un tema latente. Como uno de los tantos temas que envuelven la discusión de los cambios civilizatorios.
Asistimos con estupor a los relatos de nuestros vecinos argentinos, a la descripción paso a paso de como la necesidad política de frenar al progresismo en su país fue gestando una distancia que en poco tiempo se volvió indescontable, en donde no cabían más posiciones que estar en contra “de” o a favor “de”. Fenómeno que se ha descrito como “la grieta”, instalado por los sostenedores del discurso hegemónico que buscaron colocar a Mauricio Macri en la Presidencia para terminar materializando la misma. Una grieta cuyas consecuencias apenas llegan a nuestros oídos a través de los medios de comunicación, que ya determinaron -entre otras cosas- la vuelta al 50% en el índice de trabajo en negro y que perdurarán, por lo menos, una generación.
Tan pequeño es nuestro país y tan atado a la región su destino, que empezamos a transitar el mismo camino, orientales y argentinos. Obligados, ¡por supuesto! Bombardeados, ¡ni que hablar! Desoyendo algunas de nuestras principales características como sociedad, esas que supieron estar desde el origen mismo de la tan discutida nación a la que hoy pertenecemos.
Pero “el impulso y su freno” como se escuchó en la Asamblea de UNIR, citando a Carlos Real de Azúa, es un herramienta dialéctica interesantísima para analizar y comprender algunos de nuestros principales procesos de crecimiento y los “altos” (en referencia al “Alto de Viera” con el que Feliciano Viera vino a echar por tierra el impulso del gobierno de José Batlle y Ordóñez) con que fueron cortados, también viene al caso para celebrar esta apuesta a la unión y no a la grieta. Amado y su grupo político comprendieron que nuevamente los sectores más conservadores de nuestra sociedad están planteando un freno a los impulsos que han generado los 15 años de gobierno frentemplistas, y que la única alternativa es ampliar aún más el espectro progresista.
No pretendemos que un artículo sintetice la relevancia de procesos como el batllismo o el wilsonismo, pero sí dejar sentado que por la vía de los hechos y de acuerdos como éste, las ideas más identificadas con el avance de la sociedad confluyen en la necesidad de un “espacio progresista” como escudo de los más humildes ante la envestida conservadora de los Partidos Tradicionales y sus políticas anti-pueblo.
Hoy, como siempre y más que nunca, es indispensable la apuesta a un Frente Grande. Sortear las diferencias que se puedan tener en el campo progresista, que se tornan irrisorias si las dimensionamos con los avances alcanzados que están en juego.