@mateamargouy
Editorial
El gobierno uruguayo, en una decisión soberana, marcada por los intereses de nuestra pequeña nación y no los ajenos, decidió irse del TIAR. El Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca fue sorpresivamente convocado para reavivar el tema “Venezuela” en la agenda internacional, con peligrosos e injerencistas trasfondos, que de oculto ya le queda poco, se habla de intervención armada como si no fuese una catástrofe para los pueblos latinoamericanos, con la irresponsabilidad que sería convertirnos en un escenario de guerra.
¿Pero qué es el TIAR?
Fue el primer acuerdo de defensa post segunda guerra mundial abarcando a todas las naciones del continente americano, contiene un espíritu similar al acuerdo del Atlántico Norte (OTAN), y dice en sus artículos que sólo se puede convocar con motivos expresos de defensa. Fue utilizado como instrumento de la Guerra Fría durante las décadas del 60 y 70, Argentina lo solicitó en la Guerra de las Malvinas, pero las potencias dijeron que no y se escondieron en el principio defensivo y la legitimidad británica sobre las islas. Cayó en desuso y no volvió a ser mencionado hasta el 2001 cuando Bush pretendió utilizarlo para obligar a México a invadir Irak, cosa que solo logró que se retire hasta el propio Vicente Fox del tratado ‘por obsoleto’; ya en el 2012 los países del ALBA abandonan el tratado defensivo. Hoy increíblemente, y después de haber violado sistemáticamente el derecho internacional, y forzado a los organismos internacionales a ponerse al servicio de la intervención en Venezuela, EEUU y sus obedientes, reflotan un tratado abandonado.
Con el mismo ánimo de cada llamado norteamericano, se puso a las naciones latinoamericanas a jugar su juego para respaldar y legitimar un intento de intervención a una nación agredida que sufre bloqueos financieros, medicinales, alimenticios. Y que para colmo de la esencia misma del tratado, nunca agredió a ninguna nación, más bien todo lo contrario.
Trinidad y Tobago se abstuvo y Uruguay se retiró del tratado, poniendo bien en alto que América Latina no puede ser nunca un escenario de guerras e intervenciones armadas. En las decisiones soberanas se construye futuro, o por lo menos se permite tener más opciones a futuro y no menos.
El resultado electoral del mes entrante refrendará este horizonte de autodeterminación y paz o se sumará al club de los obedientes.
Mientras tanto Uruguay vuelve a apuntarse del lado soberano de la historia.