Premisas para no dinamitar puentes en la comunicación de nuestro proyecto político.

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@matemargouy

Juan Caggiani

Mensajes y modelos de comunicación.

A veces de forma explícita y otras no tanto, los diversos medios masivos de la industria de la comunicación nos ofrecen cotidiana y sistemáticamente acceder a mensajes y modelos de comunicación muy elaborados. Al día de hoy se ha vuelto evidente su intencionalidad segmentadora, competitiva, autorreferencial y violenta. Es decir, la industria actual de la comunicación nos separa (vaya paradoja), cultiva los valores del individualismo autorreferencial y competitivo y nos enfrenta a unas personas con otras.

Un mensaje que nos transmiten día a día dice algo así como: «A la persona que piensa distinto hay que competirle, menospreciarla y agredirle». Y dentro de esta categoría se pueden agrupar una infinidad de mensajes (explícitos o mas implícitos, rústicos o más elaborados) que se nos transmiten por diversos medios.

La comunicación de las elecciones nacionales.

Si hacemos foco en algunos de los principales mensajes que circularon luego de las elecciones nacionales del domingo 27, a muchos se los podría agrupar de la siguiente forma:

1- “Perdió el FA porque todos los partidos restantes juntos suman más que el FA”. Esta afirmación promueve un relato que oculta lo que realmente sucedió. En primer lugar, ante las opciones existentes la mayoría de las personas lo hicieron por el FA, por lo cual el FA les gano a las demás opciones. Las distintas opciones justamente no pueden considerarse como una misma opción pues quienes votaron por un sector no lo hicieron por los demás sectores.

2- Una contracara de esta lectura es la de que todas las personas que votaron a un mismo sector son iguales e incluso personas que votaron a aquellos sectores que no son el FA. En cualquier caso se las generaliza a partir de caracterizaciones menospreciantes y violentas, con frases como: “Las personas del Partido Nacional, Partido Colorado, Cabildo Abierto o Partido Independiente son… chetos, ricos, militares y de derecha”.

Cuando entre los votantes de estos partidos y dentro de los mismos existen distintos sectores económicos e ideológicos: diversidad de religiones, de sectores económicos (trabajadores y empresarios), de actividades económicas (rurales, industriales y de servicios), de escalas empresariales (micro, pequeños, medianos y grandes), de concentraciones económicas (grandes exportadores, sub-oficiales del ejército y asalariados rurales), wilsonistas, herreristas, neoliberales, neoconservadores, batllistas, riveristas, cristianos demócratas, etc.

Generalizar y menospreciar a todas estas personas es, además de injusto, inhabilitar las posibilidades de encuentro, reconocimiento mutuo, comunicación y dialogo, los cuales deberían ser principios de comunicación de un proyecto político democrático y equitativo.

3- “Montevideo es progresista y el interior es conservador”, lo cual podría sostenerse sobre la premisa de que el promedio de los votos de los departamentos del interior a favor del último plebiscito constitucional superó al promedio de los votos en la capital. Sin embargo a este dato se le agrega que los mayores índices delictivos se encuentran en Montevideo, lo que nos muestra la importancia de analizar con mayor detenimiento este hecho, que no es motivo de este artículo. Aunque, para complementar información deberíamos agregar también que la mayor cantidad de homicidios se produce entre delincuentes (62%) y también, aunque en menor medida, entre integrantes de la misma familia (15%). Y así como no podemos afirmar que la mayoría de los delitos se cometen en los departamentos del interior tampoco podemos sostener que la mayoría de los homicidios entre delincuentes se ubiquen allí, ni que la violencia intra-familiar exista solo fuera de la capital. El análisis, en cualquier caso se vuelve más complejo.

¿Existen mensajes que aporten a la comunicación de nuestro proyecto político democrático y con justicia social?

En ningún escenario la segmentación social y la violencia aportan a construir una sociedad democrática y equitativa.

Algunas referencias posibles para cultivar nuestra política de comunicación no son nada innovadoras y hacen referencia a: la desigualdad, la existencia de clases sociales y el proyecto de futuro que se expresa en el presente.

Las desigualdades existentes aun al día de hoy entre quienes habitamos nuestro país tienen tres grandes brechas que se pueden observar territorialmente: entre el centro de Montevideo y el área metropolitana, entre la capital y los departamentos del interior y entre el medio urbano y rural.

Las desigualdades que afectan a la población según donde habite en cada uno de esos territorios se observan en el transporte y la accesibilidad a esos lugares, el acceso a (diversas o no) fuentes de empleo, a servicios de enseñanza, salud, culturales, formas de tenencia de la vivienda y condiciones habitacionales, los niveles socio-económicos de sus pobladores, estabilidad para la permanencia en el lugar y migración, etc.

La contracara de las desigualdades son las violencias que dejan en evidencia. Y que por vivirlas cotidianamente las vamos naturalizando en nuestras vidas.

La comunicación es una de las cotidianidades que nos permite naturalizarlas pues no es ajena a esa realidad, es parte de ella, la produce y la reproduce.

Al comienzo señalaba que los diversos medios masivos de la industria de la comunicación nos ofrecen cotidiana y sistemáticamente acceder a mensajes y modelos de comunicación muy elaborados, segmentadores, competitivos, autorreferenciales y violentos.

Todo lo cual también hace a las dimensiones y condiciones en las que se desenvuelve nuestra vida cotidiana, nos van formando como sujetos con las mismas necesidades y que debemos resolver en condiciones desiguales, perjudicando principalmente a aquellas personas que habitamos en el área metropolitana de Montevideo, los departamentos del interior y el área rural del país. Claro está que en toda esa extensión territorial también existen quienes pueden sortear esas dificultades, solventando de forma privada el acceso a todo lo que no consiga en su localidad, pero son la excepción.

A las diversas formas de desigualdad mencionadas deben sumarse otras violencias como las referidas a las relaciones entre géneros y entre generaciones (que atraviesan todo el país y su cultura) para comprender que la (in)seguridad(es) de la mayoría de quienes habitamos estos territorios en gran medida no se vinculan directamente a acciones delictivas sino a injusticias sociales históricamente postergadas en su solución.

Sumarle a todas estas vulnerabilidades una cultura terrorista de la comunicación (algunos modelos de construcción de noticias, producciones comunicacionales, noticias falsas, etc.), además de promover la sospecha y el miedo entre la población cultiva mensajes de desprecio y odio. Lo cual se presenta como contexto y condición de pensamientos políticos eficientistas, discriminatorios y extremistas.

Otra comunicación debe ser promovida desde otros valores posibles, que centren su atención en la empatía, la solidaridad, la democracia y la equidad del proyecto político que se quiere expresar. Esto significa acciones políticas que pongan en el centro a las demás personas, priorizando a aquellas históricamente mas postergadas, reconociéndolas y dando otros sentidos a la sociedad desde y para la cual trabajamos en este territorio.

Lo que expresamos en el presente es lo que proponemos para el día después.

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