G. Cultelli y L. Galán
En Bolivia las “mujeres de pollera” se levantaron en masa contrarrestando un golpe de estado que les arrebataba todo. En los días previos ya habían sido víctimas de agresiones vandálicas y especialmente discriminatorias. Más de 20 mujeres sufrieron el ultraje directo en sus cuerpos.
Adriana Guzman de Feminismos comunitarios, denunciaba el golpe cívico y religioso que se gestaba por organizaciones y grupos fascistas y racistas. Decía ella: “hay represión en la calle por nuestra cara, hay represión a las mujeres, a los hombres indígenas…las organizaciones sociales hemos hecho este proceso y más allá de defender a Evo Morales y defender la presidencia estamos saliendo en defensa de este proceso. Si no hubiera habido este proceso no pudiéramos siquiera reconocer y nombrar el fascismo y el racismo, la explotación”. Y finalizaba su mensaje en el reconocimiento de que habían sido críticas, porque su lucha es anti sistémica “…”pero también reconocemos que hay muchas transformaciones, que si no hubiera sido por esas transformaciones nuestras guaguas no hubieran tenido educación, no hubieran llegado a la Universidad”.
Un relato tan simple y contundente que descoloca a cualquiera.
Sin embargo, para sorpresa de muchas, algunas voces mediáticas del feminismo latinoamericano, lejos de solidarizarse en medio de la masacre de estos días, reducen los hechos a contradicciones binarias (hombre – mujer) despojadas de todo análisis étnico, de clases, socio-cultural, e incluso de género; perdiendo así la perspectiva global de quienes ponen el cuerpo a la explotación y segregación. Es más, llegan a negar la existencia de un Golpe de Estado, desde una lectura de la realidad muy conservadora, y por ende muy alineada a los centros de poder.
Otras hermanas, mujeres de territorios ancestrales, alzaban sus voces ante ese “feminismo (blanco?)”, o lo que es lo mismo, ante las desafortunadas expresiones de Rita Segato y Raquel Gutiérrez, dejando claro el desconocimiento manifiesto de la ancestral cultura, la larga historia de explotación y la coyuntura actual. No puede entender desde su modelo binario (contradicción hombre-mujer) qué significó para nuestros pueblos el desarrollo del consumo y con él, el avance de la hegemonía cultural del capital en términos gramscianos, trayendo consigo estas situaciones caladas en una buena parte de ellos.
Nuestras compañeras bolivianas nos dicen: “Hemos construido no sólo retóricas, sino resistencias, re-existencias a la dominación machista en las naciones preexistentes y en cada uno de los espacios que el despojo nos colocó”. ¿Será tan difícil de entender esto desde las posiciones construidas en base a esquemas colonialistas?
Desde ese análisis reduccionista, no reconocen un Golpe de Estado en Bolivia porque no reconocen los cambios que beneficiaron a la población en general y a las mujeres en particular. La construcción de un modelo de sociedad diferente, con las “cholas” en la universidad, con el pueblo alfabetizado y menos pobre, con paridad en el Poder Legislativo, en oposición al colonialismo patriarcal de cinco siglos. Quinientos años de desprecio para que exista un presidente indígena en América Latina y trece para que le den un Golpe de Estado y algunas osen relativizarlo y poner responsabilidades en los lugares de menor poder. Las asimetrías que no logran ver son directamente proporcionales a las comodidades de la élite intelectual.
No quieren ver el aplastamiento por la fuerza de un proyecto de país diferente, que implicó en estos años que el índice de Gini (concentración de los ingresos) mejorara notoriamente descendiendo casi en un 30%, que la mortalidad infantil tuviese una caída mayor al 50%, o que la esperanza de vida al nacer que era de 65 años en 2005 ya alcance los 71 y sea más alta en mujeres que en varones. Tal vez les dejó de importar que entre 2006 y 2018 dos millones de personas, muchísimas mujeres, dejaron de ser pobres, y otro millón más salieron de la indigencia. ¿Sabrán que a partir del 2014 los salarios crecieron por encima de las ganancias, implicando una baja de la tasa de plusvalía, del grado de explotación? Seguramente el análisis reduccionista, no permite (o no quiere) ver las garras imperiales y los fuertes intereses económicos que se ciernen sobre el litio boliviano, los hidrocarburos nacionalizados y el nuevo conjunto de empresas públicas.
El feminismo, si de igualdad de oportunidades y justicia social se trata, no puede ser ajeno a los derechos que peligran con el Golpe de Estado, el primero de ellos: el derecho a la vida.
El número total de muertes ya supera los 30 y cada día se suman más. La palabra “masacre” nos sigue impactando. Pero a ello se sumarán las otras, los cientos de muertes por retroceso en la atención médica. Más de 700 médicos cubanos comenzaron el retorno a la Isla debido a la agresión e inseguridad vividas. ¿Cuántas vidas indígenas están en juego por ello?
Se trata de la pugna por el proyecto de país que se fue construyendo desde las organizaciones sociales, el pueblo y el gobierno. Proyecto, no sin arduas contradicciones, que poco pueden entenderse desde las “alturas” de un “feminismo” neocolonial, heredero de un feminismo colonial. Como decía Guzmán “no solo quieren robar el poder, no solo quieren tomar el poder del Estado, si no que quieren retomar el poder sobre nuestros cuerpos, y por eso es un movimiento movido por el racismo y por eso tanta violencia contra nuestros cuerpos”
Por eso las vimos marchar, bajar de a miles a las ciudades, llorar por su líder, por sus compañeras y compañeros caídos, pelear codo a codo con sus hermanos. ¿Puede entender ese “feminismo blanco”, que quemar la wiphala es pisotear su tierra, es pisotear sus cuerpos? Les resulta difícil entender lo que dijo una niña indígena de 10 años como Luciana, que nos estremeciera en estos días envuelta en su bandera, exigiendo la vuelta de su presidente, y denunciando el abuso y la discriminación que han sufrido en estos días las mujeres “de pollera”.
En esta coyuntura la represión es mayor contra las mujeres, porque son ellas las que defienden no sólo sus vidas sino la de sus hijos y la comunidad. Son atacadas y ultrajadas porque ahora son visibles, tienen voz, se han empoderado y luchan por no perder lo conquistado.
En los momentos de quiebre, complejos, especialmente duros, cuando las contradicciones esenciales y de clases se tensan al máximo en una sociedad más o menos multifacética y diversa, es que realmente nos mostramos y demostramos en nuestra convicción humana, de justicia social, o por el contrario, consciente o inconscientemente, nos ponemos del lado del crimen y la discriminación. Este es el momento que vive Bolivia hoy, y nos duele y nos solidarizamos con nuestras hermanas que están en la calle poniendo su cuerpo al Golpe racista y fascista. No creemos que sea hora de críticas desde afuera, no creemos en dar lecciones desde nuestra posición de intelectuales. Es la hora de la solidaridad con nuestras hermanas mujeres y hermanas de clase.
Si el feminismo no se pone del lado de las más pobres, de los asesinados, de las y los agredidos, deja de ser feminismo. Bolivia nos ha mostrado particularmente a nosotras la necesidad de rediscutir el feminismo, y que la pluralidad del mismo tiene sus límites. El feminismo hoy en Latinoamérica debe ser solidario y también contestatario, anticolonialista y antiimperialista.
Nuestras hermanas de pollera, marchan hoy en Bolivia por ellas, por ellos, por nosotras, por todes. ¡Viva su lucha heroica! ¡Vivan los procesos de emancipación de América Latina! ¡Viva Evo!