Soledad López Moreira y Carlos Pereira Das Neves
Existe un dilema en toda lucha, una contradicción, que debe ser formulado, materializado y problematizado. Un dilema que -mayormente- es explotado por el miedo para generar la inacción, cuando debería ser el impulso dialéctico que nos lleve a superar la problemática planteada.
¿Hasta cuándo? ¿hasta dónde?
La lucha tiene que ser puntillosa sin dejar de ser bruta, tiene que ser planificada sin perder esa capacidad de inundarse de coyuntura, porque es esa misma coyuntura la que nos arrebata o nos propone mesura. Jamás un freno.
El ascenso de la política simplista hace rato que dejó de ser una posibilidad y se ha transformado en un hecho. Con él, una forma de política bárbara (pero de barbarie), un discurso irracional, una práctica concreta apoyada principalmente en la violencia y en una serie de creencias que apuntan a: la mierda de vida que vivimos, quiénes han sido sus responsables y el castigo que merecemos.
Una tríada que nació en el centro del pensamiento conservador y se multiplicó en el lenguaje de las personas reaccionarias. Primero el estallido, todavía estamos atontades, luego viene la justificación (la del vencedor y la del derrotado) trayendo de la mano los viejos valores, que nunca debieron ser cuestionados ni cambiados, en el mundo del “esto antes no pasaba”.
YO canibal1
Les que intentamos transformar la realidad, debemos cambiar el lugar desde donde la interpretamos. Que no nos sea fácil el diagnóstico, que no nos tranquilice, que recorra la misma distancia internamente en nuestro ser y nuestras conductas para que nuestras generalizaciones realmente nos incluyan. En este mundo del título y el ego, de falsear integridades buscando posiciones individuales, apuntar a nuestra micro política nos acercará a ese “¿Hasta cuándo?, ¿hasta dónde?”, nos acercará a la gente y sus posibilidades.
La otredad no pasa solo por el reconocimiento del Otro como un individuo diferente, pasa por reconocernos diferentes también nosotros. Si bien reconocer la diferencia del Otro en lugar de catalogarlo como “raro” o “enfermo”, ha sido un gran paso, seguimos identificando lo diferente por fuera de nosotres, reforzando la idea de una normalidad que solo nos habita a nosotres.
Las distintas relaciones sociales de producción fueron dando lugar a distintas sociedades que fueron moldeando una normalidad. Ciertamente es necesario modificar estructuralmente el sistema que nos encuadra y para ello es necesario juntar fuerzas, es en el ¿cómo? donde construiremos el resultado. No vamos a inventar gente nueva, no las vamos a construir como en “Un mundo feliz” de Aldous Huxley, las tendremos que conquistar, nos tendremos que reconquistar.
Del objeto colectivo al sujeto colectivo
El autoestima político de lo colectivo se encuentra erosionado por prácticas violentas que inundan nuestra causa, tan sutiles como: la jerarquización de les compañeres, de los paradigmas, hasta del concepto político (adquirido entelequialmente) por sobre la experiencia adquirida (y su resultado conceptual). La realidad es nuestro punto de partida, les compañeres son medios, los conceptos herramientas, nuestro sueño colectivo el objetivo central. Cualquier variante en estos elementos, contribuyen al pensamiento reaccionario.
¿Por qué? En el pensamiento reaccionario simplemente hay personas que son mejores que otras, las ideas son nacidas lejos de lo terrenal y no son herramientas para transformar la realidad sino elementos de opresión. Estar por fuera del pensamiento hegemónico construído es -de por sí–una acción profana, cuestionadora del poder. Pero los colectivos -plausibles de ser medios-, en la medida en que se les coarta la posibilidad de acción autogestionada, se transforman en meros objetos.
Para reconquistarnos, tenemos la obligación histórica de pensarnos por fuera de las prácticas normatizadoras. No en antagonismo a ellas, por reflejo o reacción, sino con planificación, convicción, construcción colectiva y amor a la causa. Nuestra felicidad, como sujetos de transformación, es un objetivo estratégico, porque quien milita sin amor, sin contención, con despotismo y ambiciones individualistas, nunca podrá construir un proyecto colectivo que tenga como objetivo a largo plazo la pública felicidad.
Ser lo que no somos
En el sujeto colectivo somos lo que no somos individualmente y llegamos a lo imposible. Somos les desaparecides, sus madres y familiares, somos las mujeres víctimas de la violencia machista, somos los victimarios y las víctimas de nuestras cabezas moldeadas o acomodadas, les trans, somos las presas políticas, las sindicalistas, cooperativistas, indígenas, somos los pueblos oprimidos, somos nosotres mismos. Somos un resultado acrítico e inconsciente o un proceso, somos lo imposible como opción y como tranca.
Pero somos en el colectivo, somos o no somos en colectivo, caminando a un ritmo inclusivo que nos llevará a destinos posibles e imposibles.
alambrado / puente
abrazo / distancia
rosa de los vientos / viento alisio
el “entre” nos arrima
y nos aleja
nos quita y nos devuelve
el “entre” parecerse
y ser tan diferente
discordia /escondite/ puño en alto
el lugar de la batalla y de la paz
el “entre”: tú que no eres yo
y yo aprendiendo a ser usted
el “entre”: puente/distancia
diferencia que se hace y que se borra
entre-vero
entreverarse
y ser puente sin dejar de ser la orilla
Lourdes Peruchena
1 Título de una canción de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota
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