Marcelo Koenig 1
En apenas tres meses de gobierno, Alberto Fernández es exigido como si hubiera gobernado todo un ciclo. Tanto desde la urgencia de la necesidad que mira con esperanza al gobierno popular, como desde los sectores dominantes que están dispuestos a negar sus propias acciones de gobierno anterior, y a acorralar todo lo posible al gobierno de Alberto y Cristina.
Es bien sabido que siempre es más fácil y rápido destruir que construir. El neoliberalismo, de la mano de Mauricio Macri, en apenas una gestión dejó una Argentina hecha escombros. Todos los problemas que nuestro país tenía los agravó y los que no tenía los produjo.
La destrucción del aparato productivo, la pérdida de trabajos genuinos, la caída estrepitosa de los salarios reales, el aumento galopante de la inflación, el acostumbramiento a tarifazos confiscatorios e impagables de todos los servicios públicos, el crecimiento exponencial de la pobreza (hasta puntos que rozan el hambre) el incremento en progresión geométrica de la deuda externa,
Alberto Fernández, al inaugurar las sesiones ordinarias del congreso de la nación, decidió afrontar la realidad acuciante de la Argentina, sin subterfugios y ni miramientos, con la “verdad no ofendo ni temo” enseñaba el fundador del partido popular en el Río de la Plata. Tampoco hizo una descripción para llorar sobre la inclemencia de una pesada herencia. El peronismo siempre asume desafíos complejos. Nuestro pueblo siempre acude al peronismo para resolver sus crisis más profundas. Se desmarcó de la mentira, el eufemismo, la metáfora de autoayuda para asumir los problemas profundos de un país dañado en su tejido social y productivo, pero jamás vencido. Por eso destacó que una mejor democracia se construye cuando la política asume un compromiso con la verdad y con las necesidades reales y urgentes de las mayorías.
Por eso, la descripción, el inventario, el estado de situación, es necesario, pero no suficiente. Por eso en el Congreso el presidente marcó el rumbo estratégico de la salida del actual estado catastrófico en que encontró la nación.
Alberto Fernández fijó en su discurso las prioridades estratégicas de su gobierno, pero también las tácticas: “comencemos por los últimos para llegar a todos”. En este punto destacó como cruciales poner fin al hambre que pasan muchas familias argentinas, la recuperación del trabajo como elemento organizador de nuestra sociedad, bajar la inflación generada por los grupos económicos concentrados y oligopólicos, y volver a poner a nuestra economía sobre la senda del crecimiento sostenido en una economía sin tantos sobresaltos, priorizando mover la rueda desde el mercado interno con el impulso de las pequeñas y medianas empresas que son las que más empleo generan. Volver a poner de pie a la Argentina del trabajo y la producción y derribar al país de la especulación y la renta parasitaria favorecida por la derecha.
Asumir la negociación de la deuda externa con voluntad soberana y sin sometimientos a los aprietes de los fondos especulativos que carronean las deudas de los países emergentes. Este gobierno marca una firme decisión de hacer un NUNCA MÁS de la deuda externa para no tener que volver a vivir los intensos y frustrantes ciclos de sobreendeudamiento. Alberto Fernández se propuso expresamente no solo romper con la dependencia económica de la deuda sino también la intelectual. El posicionamiento histórico es claro: “Nosotros estamos del lado del pueblo”. Y en esto hay una asunción implícita de la consigna enarbolada en una movilización reciente de los movimientos populares: La verdadera deuda es con el pueblo.
Reconocer “pertenencia y horizonte en una América Latina unida” denota el agotamiento de las relaciones de sumisión respecto de los EEUU que marcaba la cancillería macrista. Argentina va a recuperar su capacidad de autodeterminación en vínculo y alianza con sus hermanos.
Un estado democrático que busca fortalecer los lazos de igualdad entre sus ciudadanos, por eso las ya votadas leyes de emergencia y solidaridad, así como también aquellas que limitan los regímenes especiales. “En Argentina no hay más lugar para los privilegios” dijo enfáticamente el presidente Fernández. Por eso también marco como clave la democratización de la justicia, la desconcentración del fuero federal que fue el gran ariete del lawfare, que en asociación espuria con los medios masivos de comunicación, significaron una brutal persecución hacia los líderes populares, generando asimismo presos políticos que son una mancha que todavía tenemos que sacarnos de encima.
Aún es apresurado marcar grandes virtudes y grandes defectos en un gobierno que apenas empieza y que le tocó asumir un arduo proceso de reconstrucción nacional. Creemos que todas las señales son correctas y los rumbos adecuados, aunque tendrá que construir la espalda, la musculatura, la movilización social para que impulsen las medidas necesarias para llevar esa reconstrucción a buen puerto.
Este gobierno es un gobierno de transición hacia una Patria más justa que nos merecemos.
1 Diputado Frente de Todos, docente, escritor.
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