Ricardo Pose
“Los científicos chinos parecen haber hallado en el pangolín, ese bicho que traducido a los éstandares de la fauna uruguaya, es una suerte de oso hormiguero con escamas de queratina como la del tatú criollo, el posible origen del coronavirus, por hallar coincidencia en un 90%, con la enfermedad original que este bicho desarrolla. Animalito que es de gran consumo por parte de la medicina tradicional china, ya que en la ingesta de su carne y escamas, se tratan algunas afecciones que van desde la artritis, hasta la recuperación de virilidad masculina.”
Especies peligrosas
Primero fue en los murciélagos y las serpientes, otros animalitos de consumo humano en la cultura asiática, que los científicos hallaron cepas de Coronavirus, las cuales habrían mutado al Covid-19.
Teorías conspirativas que nunca faltan, en el medio de las tensiones entre China y Estados Unidos, adjudicaban a soldados norteamericanos que habían estado de maniobras por la provincia de Wuhan, el origen de la pandemia.
Habrá que esperar la sentencia de la ciencia, ya que hallar el origen de la enfermedad, es el camino para su combate y posible extinción, pero aconsejaríamos a la ciencia, no desestimar ninguna de las hipótesis, ya que enemigos de la especie humana, virus mediante, son los murciélagos, las serpientes, la ingesta del pangolín, y sin dudas, el más dañino, los marines yanquees.
Si al decir de Mujica, la pandemia es una respuesta, bastante rencorosa diríamos nosotros de la naturaleza, y el pangolín es el enviado a escarmentar a la humanidad, debe esbozar una sonrisa de satisfacción y alegría, por encontrar en Trump, Bolsonaro y el primer ministro ingles, sus principales aliados, que anteponiendo la defensa del capital por encima de la especie humana, le están dando una mano bárbara.
Nos imaginamos a los pangolines, casi en extinción, en fiesta como aquellas cucarachas de la murga la Catalina, celebrando la extinción de la humanidad.
Bichito clasista
Para dejar de estigmatizar a la distinguida vecina de Carrasco, Carmela Hontou, imaginemos una fabula donde el pangolín, metió su hocico de oso hormiguero por estos lares, y los chicos “vean” en expedición furtiva, en esas cacerías organizadas por selectos clubes, les hicieron creer que la presa era un enorme cascarudo tatú.
No es humor negro, créanme, aunque recurro bastante al mismo, pero evidentemente, en un mundo donde los que mueren como moscas por cuanta pandemia mundial ha recorrido y recorre el planeta, son los pobres y los indigentes, es un fenómeno nuevo e insospechado, que sean integrantes de las clases pudientes, los primeros contagiados, y lamentablemente fallecidos.
Son además, paradojas de la vida, gente bien allegada al partido político del actual gobierno y presidente.
Si herí alguna sensibilidad, tómenlo, como si fuera un editorial del diario el País, pero al revés, o algún audio filtrado del Chifle Molina.
Sin dudas, por su método y objetivo en la pequeña aldea uruguaya, el pangolín es uno de los más efectivos, militantes trotskistas.
Armadillo subversivo
Lo cierto que el pangolín, coronavirus, Covid-19 o como prefieran (tampoco quiero enemistarme con los animalistas), desnudó en cuestión de días, las miserias y sin razones del sistema capitalista, y de nuestra propia especie humana.
Claro, el Uruguay del Maracanazo, el arroyo seco, el cerro chato, y una cárcel en Libertad, cuenta, para orgullo y admiración de las catervas de chicagos boys, con los más duros del neoliberalismo, superados solamente por Trump en el norte y Bolsonaro en el sur.
Como buen oso hormiguero y excavador como el tatú, el pangolín hurgó en el gran capital y vino a demostrar que repartir la riqueza no solo es posible y muy aconsejable, sino que es posible sostener una economía que no basada en el híper consumismo, puede abaratar las tarifas públicas. Menos en Uruguay claro.
El bicho, terrorista por su método, atentó contra las bolsas bursátiles, se hizo francotirador de los mercados financieros y allí donde los especuladores y poderosos se atrincheraron detrás de su gran capital, les encajó una bomba biológica por el aire.
Confinó a una buena parte de la humanidad, a meterse en sus cuevas.
Quien diga, que como todo doloroso proceso de cambio civilizatorio, las nuevas banderas donde antes flameaban la hoz y el martillo, como pendones de una nueva construcción de vínculos de la especie humana, halla que estampar la del pangolín.
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