Colectivo Histórico
«Las Chirusas»
Estamos en abril, mes de grandes acontecimientos en la historia de nuestra patria, muchos de ellos vinculados a la gesta artiguista. Artiguista, más de “vosotros” que de “autoridad”, más de artiguismo que de Artigas.
207 años después del Congreso de Tres Cruces del 5 de abril de 1813, nos encontramos nuevamente en otro abril, y aún con artiguismo. Con la diferencia de que hoy en día, al artiguismo –como uso histórico– se lo pretende forzar para que encuadre en determinados planteos políticos, transformándolo en un concepto banalizado y elástico que puja en el presente por incluir, entre sus letras, incluso las más insólitas contradicciones. La conflictiva y profunda relación entre la Historia y la Política nos hacen, en este contexto, remitir a la primera para intentar dar cuenta de lo que fue y quiso ser el artiguismo, para poder ser hoy correctamente interpretado.
Este es el principal móvil que da a luz al colectivo histórico del Mate Amargo: “Las chirusas”, en un claro homenaje a las mujeres, a las indígenas, a las lanceras que supieron liderar las tropas revolucionarias en la gesta patriótica, a las grandes partícipes de una historia que ha quedado en los márgenes poco revisados de la Historia oficial, y que recibieron dicho calificativo de forma despectiva por parte de la clase acomodada, tanto la montevideana como la de la campaña.
En aquel 3 de abril la tormenta duraría 2 días, pero los diputados de cada uno de los pueblos de la Banda Oriental del Uruguay estarían en camino, poniendo en práctica, por segunda vez, la «soberanía particular de los pueblos». Sobre fines del año anterior, 1812, las autoridades del gobierno de Buenos Aires habían convocado una Asamblea General Constituyente para redactar una constitución que organizara -en forma definitiva- a las Provincias Unidas del Río de la Plata. Rondeau pretendía que Artigas reconociera dicha Asamblea, pero Artigas no pretendía tomar esa decisión él solo.
“La base del edificio augusto de nuestra libertad”
Al reiniciar el sitio de Montevideo, Artigas fijó su residencia y campamento en la casa quinta de Manuel José Sainz de Cavia, en lo que hoy vendría a ser los alrededores de la Terminal Tres Cruces y en donde se puede ver la única estructura de la vieja casa quinta que logró sobrevivir. Un palomar, que en 1994 fue convertido en biblioteca barrial, haciendo carne una de las tantas frases de Artigas que pasaron a la posteridad: “Sean los orientales tan ilustrados como valientes”.
Esa valentía iba a demostrarse defendiendo, ante la Asamblea General Constituyente de Buenos Aires, la condición de provincia de la Banda Oriental, compuesta de pueblos libres, y proponiendo un pacto que incluyera establecer nuestras propias disposiciones para la designación de diputados, el desagravio a Artigas y al pueblo oriental por las ofensas de Manuel de Sarratea, un aval de no abandono al asedio de Montevideo y el reconocimiento de la confederación defensivo ofensiva de esta Banda con el resto de las Provincias Unidas.
El Congreso también abordaría la creación de un Gobierno provincial que recuperase la economía de la Banda Oriental, el Gobierno Económico de Canelones, que en ocho meses: estableció la gratuidad de la administración de la justicia; incentivó la producción agrícola; se propuso recuperar la producción ganadera prohibiendo la matanza de las hembras y prohibiendo la exportación de ganado en pie a Brasil; tomó medidas para evitar el contrabando; administró los bienes de los enemigos de la revolución y veló por la salud de la población, difundiendo el uso de la vacuna antivariólica.
Los diputados además serían suministrados con un conjunto de instrucciones redactadas por los pueblos, conocidas como las “Instrucciones del año XIII”
Independencia, Organización Republicana y Pacto Federal
La invasión napoleónica a la Península Ibérica determinó que la princesa Carlota, esposa del Rey de Portugal y hermana de Fernando VII, huyera a Brasil. Algunos dirigentes monárquicos de Buenos Aires tenían intenciones de coronarla. Se planteaba así, en el Artículo Nº1, la independencia absoluta de las Provincias que integraban el Virreinato del Río de la Plata y así su soberanía: “…ellas están absueltas de toda obligación de fidelidad a la corona de España, y familia de los Borbones, y que toda conexión política entre ellas y el Estado de España, es, y debe ser totalmente disuelta.”
La Constitución sería el resguardo de una forma de gobierno republicana, con 3 poderes separados e independientes en sus facultades, inspirada en el modelo estadounidense y en la ideología del siglo XVIII. La república era la forma de gobierno que más se adaptaba a la sociedad igualitaria y democrática pretendida por el artiguismo, la Constitución sería el único freno a los intentos de abuso de poder o al despotismo militar y la garantía de “…mantener un gobierno libre, de piedad, justicia, moderación en industria”, como reza en el Artículo Nº20.
Artigas propuso para las Provincias Unidas una organización federal en donde cada provincia sería autónoma y podría resolver sus propios asuntos de acuerdo a sus necesidades. Con esta forma de gobierno, se aseguraba la unidad provincial a la vez que se respetaba la soberanía de cada una de ellas. En la Confederación, cada provincia constituiría un estado independiente y delegaría en un organismo integrado por todas ellas, las Relaciones Exteriores, la guerra y el comercio. Artigas preveía que la Confederación se mantendría mientras durara la guerra, la federación se crearía una vez que ésta hubiera terminado.
Esta forma de organización federal, que daba cuenta de la soberanía de los pueblos, se complementaba con medidas económicas en las que se establecía la libertad de comercio interprovincial, suprimiéndose los impuestos de aduana sobre los productos comercializados de una provincia a otra. También se establecía la igualdad entre los puertos, pudiéndose comercializar por cualquiera de ellos y no exclusivamente por el puerto de Buenos Aires, así fue que se habilitaron los puertos de Maldonado y Colonia. Las provincias sumaron así, a este naciente programa artiguista que procuaba la unidad política, una unidad económica.
De esta forma, el programa artiguista que comenzó a elaborarse aquel 5 de abril, proponía la soberanía de los pueblos, así en plural. Planteando la independencia ante cualquier corona, pero también promulgando la fraternidad entre los pueblos de las provincias del Río de la Plata, y un ideario colectivo político y económico. Es así, que aquel artiguisimo puede ser entendido como pueblo. Un pueblo de todos. Es decir, el de hacendados y de sacerdotes estudiosos como Dámaso Antonio Larrañaga, pero por sobre todo, el del campesino, los soldados, las llamadas “chirusas”, los indígenas, los negros esclavos, los contrabandistas y “los hombres sueltos”.
¿Qué diría Artigas si reviviera?
Quienes nos hemos aventurado al estudio de la historia, de la nuestra, nos hemos hecho esta pregunta un millón de veces. Sobre todo cuando vemos tantos actores políticos, tan distintos ellos, citando/interpretando/reclamando/direccionando su forma de pensar y accionar, adecuándola así, a un coyuntural interés partidario.
A modo de juego nos atrevemos a pensar que sí Artigas reviviera, probablemente preguntaría quién es ese otro Artigas, al que invocan con tanta liviandad en los discursos para –posteriormente– limpiar su nombre y el del pueblo.
“Sí, tal vez la verdad sea otra. Y desde el centro yerbatero de Curuguaty, nuestro Artigas, el labrador de tierras nos dejó marcado su camino que nos conduce a nuestra identidad.Ella se plasma aún hoy, y para quien quiera entenderlo y asumirlo en aquel Escudo de Armas de la Provincia Oriental de 1816, que ostenta: el sol como símbolo revolucionario, la balanza como la justicia, y enmarcando la frase ‘Con libertad ni ofendo ni temo’ los cañones, las tacuaras, las banderas, flechas y tambores, coronados por una vincha de diez plumas indias.”
Artigas es sinónimo de pueblo, amplio.
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