Pablo Montesdeoca
En el medio de este escenario, con un gobierno instalándose, emerge en nuestro país la aparición de un virus, que estaba previsto más temprano que tarde llegara, y tiene consecuencias en la salud y en la economía. La tensión sobre las relaciones laborales aumenta notoriamente porque las consecuencias de las medidas sanitarias afectan el presente, pero emerge un escenario especialmente complejo pensando en el día después de que esta crisis se supere.
La falta de experiencia en el ejercicio del gobierno está pesando y mucho. La falta de un mensaje claro, concreto, uniforme, cierto, global y con un horizonte definido está complicando no solo la comprensión de la población del problema que tiene que enfrentar, sino que está afectando las relaciones laborales clásicas y las informales. Se actúa al ”golpe del balde”, no se planifica, no hay un plan director claro y concreto que se pueda conocer y que sea transparente. Conociendo el todo, sería más fácil entender la parte, eso –lamentablemente- no sucede.
Nuestro país avanzó mucho en los últimos 15 años, pero había (y hay) aún mucha tarea por hacer, aún tenemos un porcentual importante de trabajo no formal que está por fuera de toda cobertura social. En un escenario de crisis sanitaria como el actual, con afectación sobre la economía, hay que pensar en los ocupados formales sin dudas, pero los más afectados son – justamente- quienes estando formalizados son trabajadores “independientes” y quienes no están formalizados, porque son los que viven “la diaria”, los “buscavidas”, esos que son los no tenidos en cuenta en la política o los que las políticas no les llegan.
Gobernar implica tomar decisiones, muchas veces decisiones complejas y en ocasiones como las que enfrentamos por estos días, profundamente complejas. Las contradicciones del gobierno entre la salud y la economía, entre salvar vidas ahora o que la economía se derrumbe, están provocando mensajes contradictorios, por el contexto y por la falta de coherencia de las fuerzas que se coaligaron en el gobierno. Gobernar también implica resolver los equilibrios del sistema democrático y, entre ellos, las demandas que desde los distintos sectores de la sociedad se reclaman, siempre se afectan intereses.
Los trabajadores sufren las consecuencias de esas indefiniciones y vacilaciones. Estamos en una cuarentena definida en todo el aparato de Estado (en sus distintos niveles y roles), en la educación y en las grandes superficies comerciales (a excepción del consumo de alimentos y farmacias), además el gobierno apela a una cuarentena voluntaria general por la cual cientos de empresas privadas han apelado al teletrabajo, en todas las áreas donde ello es posible.
Los trabajadores organizados en los sindicatos más solventes, fuertes y combativos, con amplia experiencia en la negociación colectiva y que han cultivado una práctica de diálogo social constructivo (como el SUNCA) están planteando y logrando una cuarentena acordada, no sin antes sortear las contradicciones del gobierno que en principio se opuso, pero que fue muy bueno que recapacitara y finalmente acordara convalidar el acuerdo de partes, en donde todos ponen algo en mérito de salvaguardar la salud. Genera un camino a explorar para el movimiento sindical y hay un mensaje que se debe interpretar y valorar adecuadamente; otros sindicatos han tomado este camino y apoyándose en los instrumentos disponibles han acordado las cuarentenas y en algún caso en el gremio de la salud, acordado la protección y no concurrencia de los/as trabajadores/as más vulnerables sin pérdida salarial.
En estos días decenas de miles de trabajadores están sufriendo los efectos del envío al seguro de paro, que en principio fue para los trabajadores en actividades vinculadas al comercio, el turismo y la cultura, pero que luego el gobierno resolvió su universalización dado el alcance del avance de la pandemia. Quienes tienen con bajo (o nulo) poder de organización lo hacen en las condiciones establecidas por el Decreto y quienes tienen organización pelean por lograr condiciones complementarias para palear el momento de mejor manera.
Sin embargo, hay un conjunto de trabajadores (subocupados, independientes, cuentapropistas y trabajadores no formales, por ejemplo) que no solo no tienen organización, no tienen derecho al seguro de desempleo ni contingencia alguna que los alcance. Los efectos de esta situación especial los tendrá como el sector más golpeado, sufrirán las mayores y graves consecuencias.
El Estado debe estar presente en estos casos, más que en otros, sin embargo, aún no se han resuelto medidas concretas que los alcancen o las medidas definidas están siendo muy poco eficaces, apenas una expresión de voluntad a lo que le falta “bajar a tierra” y sustanciarse en realidad.
La pequeña y mediana burguesía y los pequeños y medianos productores, que se dejaron encantar por “los cantos de sirena” de la derecha, verán en pocos meses como aquellas promesas de prosperidad y “libertad”, en realidad se convierten en medidas de concentración del capital, de aumento de la especulación, de baja del poder adquisitivo de la población y, en realidad, ellos serán también víctimas de esa misma política, ya lo están empezando a sufrir – aunque les cueste asumirlo o busquen culpables en otros.
El gobierno entrante criticó las inversiones en las empresas públicas, pero hoy debe usar la fibra óptica para el teletrabajo, así como el Plan Ceibal y la infraestructura tecnológica para resolver la educación a distancia y la generación de App como contingencia para la pandemia; criticaron el Sistema Nacional Integrado de Salud pero en él se apoyan para poder atender las necesidades emergentes; criticaron la inclusión financiera pero resulta que ahora deben recomendarla como medida sanitaria; y criticaron desde el inicio al MIDES y especialmente la tarjeta “para mantener vagos” como decían, pero ahora se apoyaron en ella y duplicaron el aporte para atender la contingencia de la crisis emergente en los sectores más vulnerables.
Es más, pasó 15 años criticando “el que tiene más que pague más” pero cuando entra en un período crítico define ponerle un impuesto a los cargos políticos y a los trabajadores públicos que ganan más de determinada suma como si eso fuera coherente con esa definición, con el claro objeto de amortiguar las críticas al gobierno y desviar la atención. El Presidente no sabe ni a cuánta gente afecta ni cuánto recauda, le importa el mensaje político de la medida, así lo dice públicamente. Es claro que se trata de un movimiento de artificio y que eso por sí solo no resuelve nada, sería comprensible, entendible y lógico en el marco de una política de emergencia en donde los más ricos pongan la mano en el bolsillo y aporten de acuerdo a su poder económico. Una vez más, la política del marketing se impone a la planificación y deja en evidencia la falta de un plan director que oriente la política.
En síntesis, a menos de un mes de haber asumido, el gobierno se está quedando sin el discurso que lo llevó a ese lugar, el Presidente ya asumió que las prioridades cambiaron porque cambió la realidad y así lo expresó públicamente, el gobierno se está erosionando por su falta de coherencia interna y las contradicciones, así como por los personalismos de quienes tienen el objetivo puesto en 2024 y no vacilan, aún en esta coyuntura de crisis, de hacer público su perfil discordante.
Presionar sobre el gobierno, en esta realidad, es una tarea especialmente delicada para las organizaciones populares que se habían propuesto la defensa de lo conquistado en los últimos 15 años y avanzar en lo que pudiera, pero sin embargo ahora tendrán que afrontar, entre otras nuevas realidades emergentes: una desocupación importante, un escenario inflacionario peor al que se había previsto y una economía fuertemente golpeada.
No será sencillo tampoco para las organizaciones populares adecuarse rápidamente a la nueva realidad, habrá que aprender en tiempo récord. No solo hay un nuevo gobierno, hay un nuevo escenario político, económico y social. El más pesimista de los pronósticos vaticinaba que al menos durante un par de años la coalición de derecha en el gobierno se mostraría monolítica ante la sociedad para poder implantar los cambios que habían propuesto. No está pasando eso, los “perfilismos” hacia 2024 empezaron desde ya, y eso puede ser bueno o puede ser malo para las organizaciones sociales y el pueblo. Puede ser bueno porque puede permitir que el gobierno no quiera generarse enemigos innecesariamente, que no se golpee el pecho queriendo llevarse por delante al movimiento sindical, a lo Sanguinetti (“nunca perdí una huelga”), sino que recorra un camino de negociación y buscando acuerdos –como pasó- finalmente con el SUNCA, por ejemplo; y puede ser malo si esta realidad lo empuja a comportamientos autoritarios que menoscaben la Democracia.
A esta altura se hace imprescindible un diálogo político y social que involucre a las organizaciones más representativas de nuestra sociedad a los efectos de discutir un acuerdo que permita superar, no solo el momento de esta crisis sanitaria, sino –y, sobre todo- que permita poner en escena una mirada de mediano plazo, para buscar entendimientos nacionales que nos permitan superar las consecuencias de esta pandemia como sociedad, en proyección futura.
El movimiento sindical uruguayo tiene una conducta, una cultura, un trillo a lo largo de la historia y tiene claro que la pelea por los derechos de los trabajadores va acompañada de pueblo y seguramente levantará, en conjunto con otras organizaciones sociales, una plataforma que responda a las necesidades de los trabajadores –de los formales y de los informales-, que contemple a los que no tienen voz y que nuclee al pueblo, una plataforma que pueda ser asumida por un conjunto importante de nuestra sociedad, grandes mayorías que sean capaces de expresarse para hacer visibles sus necesidades, que tenga por objeto la defensa de los intereses y la defensa de la Democracia.
Organizarse, organizarse y organizarse, no hay tarea más revolucionaria que esa. Juntarse con quienes tienen nuestros mismos intereses y con quienes piensan similar (no necesariamente igual), hacer alianzas con quienes tenemos las mismas preocupaciones y desvelos, con quienes tienen necesidades postergadas y afectadas por esta política de concentración de la riqueza de aumento de la especulación y distribución desigual, juntar pueblo organizado, tender redes que posibiliten la generación de una perspectiva de un futuro mejor, de la que no seremos los dueños, pero seremos, sin ser más que nadie, hacedores de su trillo, esa es la tarea de la etapa.
|