Ricardo Pose
Un viejo articulo de Raúl Bebe Sendic, sobre los excluidos en las modernas sociedades, y como la decadencia de éstas, no solo generaría un proletariado más débil organizativa y políticamente, sino también las limitaciones de las organizaciones políticas de izquierda, nos interpela en nuestra sensibilidad, cuestionados por la total vigencia de dicho artículo.
Raúl Sendic no pudo ser protagonista de la peripecia del Movimiento de Participación Popular, del triunfo municipal y nacional de Frente Amplio, y la gestión presidencial de uno de sus compañeros de política armada y reorganización política del MLN-T.
Pero en su afirmación de que la actual sociedad ya no se afligía por las mismas cosas que la generación de los años 60 o 70, ya visualizaba que los futuros peludos del norte no eran aquellos de UTAA, ni los trabajadores sindicalizados los de aquella CNT.
El confort ideológico y político, llevó a muchos afirmar que justamente, por fallecer Sendic antes de los triunfos electorales de la izquierda, sus planteos pierderían vigencia.
Sin embargo, el paisano terco, podría en un ejercicio de imaginación, estar sonriendo con cierta sorna, antes los hechos que hoy confirman sus advertencias.
Su insistente planteo sobre la cuestión agraria, emerge con fuerza ante el proceso de concentración de propiedad de la tierra, y el derrumbe de las tibias medidas tomadas durante el gobierno de izquierda contra la misma.
Quizás a otra escala, muchas de las medidas tomadas por el INC eran las dibujadas en su programa que dió nacimiento al movimiento por la tierra.
Cuenta la leyenda que el Bebe, enfermo de “reunionismo”, abandono un comité central, por que se le venia la hora de ordeñar la vaca en la chacra de canelones; el canario advertía que estaba en la actividad lechera la generación de empleo para el campo uruguayo.
Su obsesión por la nacionalización de la banca, si cobrará vigencia en plena era de multinacionales y escritorios financieros dominado al mundo por encima de gobiernos y naciones.
Había advertido los daños irreparables a nivel generacional del neoliberalismo, y allí andan los jóvenes “soldados del narcotráfico”, liberando territorios.
Parecía una idea extravagante reivindicar la defensa de las aguas de arroyos y playas, hasta que los primeros se llenaron de cianobacterias, y las segundas además, de un mar de plásticos.
Las empresas recuperadas por los trabajadores, fueron de sus pocas banderas levantadas.
Cuando planteó aquellos bonos de contribución obligatoria de los ricos, para paliar la pobreza en el famoso plan por la tierra y contra la pobreza, fue uno de los elementos para no votar el ingreso de su organización política al Frente Amplio; el coronavirus le vino a dar legitimidad.
De allí hasta acá, el ciclo progresista construyó una gestión alternativa del Estado burgués, y se divorció de la izquierda social, aquella por la que Sendic carraspeó en su famoso “ejem por los excluidos”.
Perdonen la referencia personal.
En 1997 cuando integramos aquel movimiento de ocupantes de tierras, no podíamos tener conciencia de cuanta vigencia tenían aquellos planteos.
Salvo la Intendencia de Montevideo, el Estado era un ente ajeno, lejano y en manos del adversario que llevaba adelante un descarnado plan neoliberal.
Entre aquellos ocupantes de tierras, excluidos y pobres, estábamos los militantes políticos y nuestras organizaciones. Esa pertenecía a organizaciones políticas que se plateaban una construcción alternativa concreta a la exclusión, garantizaban una conducción, y sobre todo un rumbo.
Si muchos asentamientos no terminaron en rancheríos y se convirtieron en nuevos barrios, humildes y proletarios fue por esa condición y participación.
Construyeron junto a la gente y con la gente, ciudadanía a la interna y aprendieron y enseñaron la importancia de la organización social, de la creación de comisiones fuertes capaces de conducir masivos procesos de colonización.
Se convirtieron en interlocutores válidos ante el Estado, y generaron formas alternativas de participación y organización social.
De todas maneras, neoliberalismo nos pasó por arriba, claramente.
A una de esas ocupaciones por el oeste de Montevideo, llegué como militante político y me integre a la tarea que otros venían desarrollando.
Hoy 2020, llego como periodista a una masiva ocupación de terrenos; no hay militantes políticos de izquierda; solo algún “puntero” de los partidos tradicionales, pero que ante pone sus intereses individuales por encima incluso de los de su organización de pertenencia.
Las diferencias priman sobre los acuerdos (otra advertencia de Sendic sobre trabajar sobre los puntos en común), y se organizan cuatro comisiones.
Las comisiones se forman con los voluntariosos, y sin legitimación popular, es decir no son electos por asamblea, pero a nadie le parece mal. Son los que tienen tiempo y les gusta esa vocación de servicio.
Los narcos, son el verdadero poder, aunque sean pocos y parezcan no incidir en las decisiones diarias.
Hace cuatro meses que están ocupando, pero, suspendidas las elecciones municipales, no son cantera electoral, y por lo tanto ninguna colectividad política pasa por allí, ni por ningún otro lado donde este el pobrerío.
Es que la buena parte de la izquierda se ha ido a la suave y ondulada penillanura institucional, y el llano, parece algo a trasmano.
Y aquí vuelve el comandante en alpargatas y sin galones.
El pueblo saber ser estratega.
Se organiza en ollas populares, se reorganiza en intersociales, el movimiento sindical se arremanga y hasta el momento, por su discurso al menos, parece ser la única opción alternativa al gobierno neoliberal de Luis Lacallle.
Gobierno neoliberal, que ahora habla de una “nueva normalidad” que se pasará a vivir en el planeta cuando, pase la pandemia.
Es el momento de un sonoro “ejem” por los excluidos.
Momento de repensar un sistema social, cuestionado desde sus bases y raíces por un virus.
Momento de repensar nuestras herramientas políticas, melladas de intentar aflojar tornillos sin roscas.
Momento de volver a formar parte de la enorme columna que se engrosará con miles de excluidos, por un andamiaje que sin desparpajos, ahora se desmorona.
No es el momento de comprar el confortable concepto de compartir los sacrificios, sino de ponerse de pie, como aquellos esclavos sin pan, de la internacional.
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