Carlos Pereira Das Neves
“es el súbdito mismo quien,
al comportarse ante el Amo
como le conviene al Amo,
lo constituye en Amo” (1)
Fue el 6 de noviembre de 2012 que la Cámara de Senadores de nuestro país votó la Ley Nº19.000 que declara el 30 de abril de cada año como el “Día del Trabajador Rural”, feriado no laborable pago para las y los trabajadores que desempeñan esa actividad. Fechas, importantes, simbólicas, materiales, que no marcan ni un principio ni un fin, que representan un mojón -en este caso- en el devenir de la lucha por la tierra.
En el escenario actual de crisis sanitaria y aislamiento, que -a su vez- acarrea una problemática alimenticia, sumado al ejercicio de gobierno de una coalición liderada por el herrerismo y sus estrechos vínculos con los dueños de grandes extensiones de nuestro suelo, reviven en el discurso hegemónico aquellas viejas (todavía contemporáneas) ideas de que el campo es el motor y el campo es el que nos va sacar de esta crisis.
Pero el campo no se trabaja solo.
Antes del alambrado
El último cuarto del siglo XVIII fue testigo de la consolidación de una cultura mestiza que, en términos de clase social, vio nacer esa figura llamada gaucho o gaúcho. A la sombra de los indígenas nómadas ese nuevo actor social se sumó a la disputa por los recursos del territorio. (2)
La lucha por el ganado diferenciaba a quienes lo procuraban como un bien esencial para su supervivencia de quienes estaban interesados por el subido valor comercial del mismo. A esto se le sumaba los problemas de límites entre españoles y portugueses que se traducía en violencia hacia los asentamientos (y sus recursos) y -por tanto- en necesidad de establecer algún orden, ese fin persiguieron las repetidas propuestas de “arreglo de campos”.
Las autoridades españolas procuraron atraer hacia sí a los gauchos, con planes que incluso contemplaban el volverlos pequeños propietarios, sobre todo en territorios fronterizos, en donde el pillaje era el medio de subsistencia y una de las principales armas para socavar el poder de la corona que detentase dichos territorios.
El problema entre Montevideo y la campaña, entre una ciudad que buscaba identificarse con sus pares europeas y una campaña -al decir de Nahum- “semi-bárbara” (3), continuó hasta convertirse en un obstáculo en el camino de la organización del país y más. La carencia de una clase media de agricultores y estancieros pequeños que diera estabilidad al medio, la soledad de los campos creada por los numerosos latifundios, la peligrosidad de una frontera deshabitada y vagamente definible/defendible…fueron temas centrales para el artiguismo, tanto en lo económico como en la defensa de la soberanía.
La “admirable alarma” (4)
El “Grito de Asencio” fue el triunfo de los orientales en armas que dio comienzo a la revolución oriental en la campaña y la Toma del Colla, dada su posición estratégica entre Colonia y Montevideo, “comenzaba a dar la exacta magnitud de la insurgencia popular […] los noveles insurgentes comenzaron a endurecer el espíritu y a tener conciencia de la fuerza revolucionaria que constituían”. (5)
Fueron los pueblos de la Liga Federal que eligieron un “Protector de los Pueblos Libres”, pero en ellos estaban todos quienes se sentían comprendidos y defendidos por un Reglamento que permitiera su desarrollo económico y un comercio adecuado a sus realidades. (6)
El Reglamento de Tierras de 1815, mejor dicho, Reglamento Provisorio de la Provincia Oriental para el fomento de la campaña y seguridad de sus hacendados, buscó “agraciar” con suertes de estancia a negros libres, zambos, indios y criollos pobres, viudas pobres con hijos, prefiriendo “los casados a los americanos solteros y estos a cualquier extranjero” (7), para que con su trabajo llevaran felicidad a sus vidas y a la provincia.
La sensibilidad con quienes Artigas identificaba como “más infelices” es clara, pero la estrategia también buscaba fortalecer la soberanía ampliando las defensas a los terrenos fronterizos y que la tierra fuese trabajada para beneficio de la provincia. Los “agraciados” debían levantar un rancho y dos corrales en menos de dos meses.
Se expropiaron las tierras de los enemigos de la revolución, “los malos europeos y peores americanos” (8); se repartieron las llamadas “tierras realengas” pertenecientes al gobierno desde la época española; se legalizaron donaciones previas al Reglamento realizadas por el propio Artigas, por Otorgués y Lavalleja.
El Reglamento de Tierras de 1815 puede ser analizado de muchas maneras, pero quienes lo aplicaron, quienes se sintieron perjudicados, quienes por primera vez se sintieron tenidos en cuenta, tenían y tienen nombre y apellido. Y una premisa clara, “que los más infelices sean los más privilegiados”. (9)
“Ahora un fantasma recorre América” (10)
La Segunda Guerra Mundial estaba llegando a su fin y el temor en nuestro país recién empezaba. Los ganaderos que se habían visto beneficiados por la continua exportación de víveres que sostenían ejércitos y países con escasa o nula producción a causa del conflicto, temían varias cosas a la vez: que la recuperación de los países europeos derivara en una competencia insostenible; que el mantenimiento del proteccionismo económico acarreara represalias por parte del mercado; los proyectos de reforma agraria y la extensión del régimen de Consejo de Salarios a los trabajadores rurales.
Pero, sin dudas, lo que más los atemorizaba era el estimulo a la sindicalización de los asalariados en el medio rural. Temor que ya venía desde los años veinte, pero que ahora se enfrentaba a un sindicalismo en plena expansión. (11)
La Liga Federal de Acción Ruralista de Benito Nardone, un movimiento populista, conservador y reaccionario, llegó al gobierno nacional, aliado circunstancialmente con el herrerismo. Con un programa de corte conservador en lo social y liberal en lo económico…permítaseme una digresión: hoy, 60 años más tarde, la misma alianza y el mismo programa.
Y el “fantasma”, disfrazado de comunismo, no era otra cosa que los trabajadores tomando conciencia de su valor en colectivo. Así los peones del tambo Ramón Hnos. de San José en 1948 o en Colonia Sánchez de Florida en 1954. También la huelga de los trabajadores de las arroceras en La Charqueada – Treinta y Tres en 1957 y los tres mil obreros remolacheros de “pieds noir” en Paysandú el mismo año, con el “Bebe” (Raúl Sendic) resguardándose en su carácter de periodista de diario El Sol y el “Ruso” (Mauricio Rosencof) como periodista de diario El Popular, seguidos siempre de cerca por un jeep del ejército. (12)
Sendic comprobó en carne propia, junto a los trabajadores que se atrevían a luchar por lo que les era propio, que el ejército en el interior era el brazo armado del poder político-empresarial mucho antes del Golpe de Estado de 1973 y todas las Medidas Prontas de Seguridad que lo antecedieron.
Más de cuarenta años tuvieron que pasar para que un gobierno con voluntad de justicia social, en conjunto con organizaciones políticas y -sobre todo- la organización de los trabajadores, establecieran por Ley importantes derechos para los asalariados rurales. Más de cuarenta años de que alguien se animara a reclamarlos y pelearlos, como el “Bebe” en 1965: “Y volvemos a nuestra lucha en el Uruguay: por la Ley de 8 horas para el trabajador rural, por el cumplimiento de la Ley laboral en las plantaciones, por la expropiación de 30.000 hectáreas inexplotadas de Silva y Rosas, que constituyen el ‘frondoso prontuario’ que justifica la represión contra UTAA, nuestro castigado sindicato cañero.” (13)
“Abril otra vez, para que no tengamos soledad” (14)
El abril de la “admirable alarma”, de la partida del “Bebe”. Abril que históricamente ha sido la antesala de mayo, lo sigue siendo, pero más que en términos de calendario, en términos de lucha.
Nos queda tan incómodo hablar del Artigas blandengue frente a la gesta artiguista, como incómodo nos queda hablar del trabajador rural un día antes del 1º de mayo.
Pienso en el discurso del “Che” Guevara en la explanada de la Universidad en 1961, pienso en como la realidad de su lucha se mezcló -como, para cualquier materialista, es normal que suceda- en el análisis de la nuestra y algunas de esas interpretaciones aún hoy se mantienen, más con el peso de los años (y algún interés irrisorio) que con el del conocimiento adquirido.
Y no, seguimos sin tener campesinos o campesinado, pero tenemos una masa grande de trabajadores rurales que la vienen luchando desde hace siglos. Desde Artigas, desde Sendic. No van a esperar ningún reconocimiento, no fue un reconocimiento el traducir sus peleas en leyes, simplemente fue necesario.
Como necesario es levantar el puño el 30 de abril y mantenerlo en alto hasta el 2 de mayo.
NOTAS
(1) Zizek, Slavoj. El más sublime de los histéricos. Buenos Aires; Paidós; 2013; Pág. 209.
(2) Bracco, Diego. Charrúas, guenoas y guaraníes. Interacción y destrucción: indígenas en el Río de la Plata. Montevideo; Linardi y Risso; 2004; Pág. 291.
(3) Nahum, Benjamín. Manual de Historia del Uruguay. Tomo I: 1830-1903. Montevideo; Ediciones de la Banda Oriental; 2003; Pág. 36.
(4) Es también el nombre que se le ha dado al Grito de Asencio del 28 de febrero de 1811, que marca las primeras acciones revolucionarias contra las autoridades realistas españolas.
(5) Viera Díaz, Nicolás y Choca Lemos, Andrés. “Donde la Patria Templó sus Armas”. La Toma del Colla – 20 de Abril de 1811. Rosario (Uruguay); Grupo de Promoción Cultural; 2011; Pág. 32.
(6) Coordinador Histórico. Vigencia del artiguismo. Montevideo; Centro Artiguista por los Derechos Económicos, Sociales y Cultrales (CADESYC); 2007; Pág. 10.
(7) Articulo 7 del Reglamento de Tierras de 1815.
(8) Articulo 12 del Reglamento de Tierras de 1815.
(9) Articulo 6 del Reglamento de Tierras de 1815.
(10) Sendic, Raúl. Esperando al guerrillero. Diario Época; 14 de enero de 1965.
(11) Broquetas, Magdalena. La trama autoritaria. Derechas y violencia en Uruguay (1958-1966). Montevideo; Ediciones de la Banda Oriental; 2014; Pág. 42.
(12) Blixen, Samuel. Sendic. Montevideo; Ediciones Trilce; 2000; Pág. 49-50.
(13) Sendic, Raúl. Esperando al guerrillero. Op. Cit.
(14) Fragmento de la canción “Bello abril” de Fito Páez.
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