Orlando Oramas León
¿Qué son 92 años para la vida y obra de un revolucionario de todos los tiempos?
Son los años que debió haber cumplido este 14 de junio Ernesto Guevara de la Serna, el Che.
Vivió físicamente mucho menos, como así lo determinaron las balas asesinas incrustadas cobardemente en su cuerpo en aquella humilde habitación de La Higuera, Bolivia.
Allí estuve cuando fue inaugurado un consultorio médico para atender a los campesinos de aquella desolada geografía de la nación andina.
Un joven médico cubano tuvo a su cargo la noble misión, heredero él de aquel otro médico que ejerció en otros recónditos parajes de Latinoamérica, en el prefacio de su vida como libertador de pueblos.
Hoy La Higuera no dispone de médico, como tampoco tienen relevo los cientos de galenos de la mayor de las Antillas que el odio golpista obligó a retornar a la patria, la que hizo suya al argentino de nacimiento.
Tampoco está en La Higuera el busto del mítico guerrillero. Fue derribado con cadenas por los militares que por estos días sostienen a las autoridades de facto bolivianas.
Pero queda en pie el pedestal, y con eso basta, porque el Che nunca se fue de La Higuera.
Lo comprobé en las humildes chozas de adobe, de ennegrecidas paredes interiores por el fogón de leña.
En una mesita, cual faro repetido en aquellas moradas, la imagen del Che Jesús, que lo inmortalizó en esa imagen tomada en el lavatorio del hospital de Valle Grande, adonde llevaron su cuerpo inerte.
Los campesinos de La Higuera le piden a San Ernesto por lluvia, cosecha, salud.
Hoy seguro le prenden sus velas, cual luciérnagas que iluminan esta noche boliviana, pero también alumbran otros caminos en el continente y en otros, donde Ernesto Guevara de la Serna, el Che sigue repitiendo, en gargantas de muchos otros: Hasta la Victoria Siempre.
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