El peligroso camino de una oposición coqueta

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@mateamargouy

Ricardo Pose

Los menores de 25 años no lo vivieron, y los 15 años de gobierno progresista generó un sopor embriagante sobre la memoria.

Muchos, descubrieron a último momento las bondades de ponerse en la vereda de los intereses del pueblo y los trabajadores.

Pero si en algún momento funcionó lo que los brasileros del PT llamarían la “estrategia de la pinza”, esto es por un lado la fuerza política y por otro las fuerzas sociales, en Uruguay fue bastante antes del primer gobierno progresista.

Los legisladores frenteamplistas en oposición y en franca minoría, debatían con un respaldo social detrás que era la militancia política recorriendo los territorios, o los sindicatos movilizados, al igual que los jubilados y los cooperativistas de vivienda.

Aun con tensiones no resueltas para muchos militantes en cual era el rol a cumplir, pues no era lo mismo militar en lo social que en lo político partidario, la oposición política en Uruguay era una mano convertida en puño con sus cinco dedos bien identificados.

La síntesis política una vez conquistado el gobierno no se pudo realizar correctamente; muchos militantes políticos en el movimiento sindical y en lo social perdieron la vista en el horizonte de su enemigo de clase y subordinaron a todo a lograr la gobernabilidad de su partido.

Si el gobierno no andaba a los gritos con los patrones, el no iba a andar recordando sus penurias de proletario.

En los aspectos de organización social en los territorios, la construcción de “gérmenes de poder popular” se fue sustituyendo por la apuesta a la buena gestión de los enviados del Estado.

Allí donde había militantes sociales, se pobló de técnicos, en su mayoría, que ni siquiera pertenecían al barrio.

El “divorcio” entre la Izquierda Institucional y la Izquierda Social se veía venir de lejos, porque además no era solo un fenómeno uruguayo.

Imbuidos de un añejo y desvencijado “determinismo histórico”, buena parte de la fuerza política, creyó que el gobierno se había ganado de una buena vez y para siempre, como aquellos que construyeron aquel Socialismo Real por el este europeo, que se derrumbó como un castillo de naipes.

Otra lección no estudiada.

Así llegamos a este Frente Amplio, hiper institucionalizado, tratando de convertir en atalayas de avistamiento, las bancas parlamentarias.

Es cierto que el gobierno está políticamente blindado y la pandemia le cayó como un regalo de los dioses.

Pero mientras florece auto organización popular en torno a las Ollas Populares, nace la Intersocial y el movimiento sindical de despereza, el Frente Amplio apuesta a la inercia de actuación parlamentaria como si fuera bancada oficialista, y votas venias imposibles, y los buenos modales de reconocimientos a la gestión sanitaria del gobierno, superan los cuestionamientos a la LUC y al aumento de tarifas públicas.

El sentido común, dicen con cara de estrategas, tiene que medir que este gobierno apenas lleva 100 días y falta poco menos de 5 años.

A éste ritmo de acumulación, podemos tener fácilmente 10 años de neoliberalismo.

El problema es medir los resultados como si la única meta de llegada fueran las elecciones.

El coronavirus ha desnudado para la gente más sencilla, lo absurdo del capitalismo, y la fácil tentación al autoritarismo de quienes defienden su capital económico acumulado.

La auto organización de las ollas populares muestran un posible camino de auto organización popular, que puede ir más lejos bajo las viejas banderas de la Soberanía Alimentaria y la auto suficiencia.

Pero para que esa acumulación posible tenga su síntesis política, el Frente Amplio y la izquierda por fuera de él, deben volver a enamorar a la gente del proyecto político.

Ojala las fuerzas al menos progresistas vuelvan al gobierno dentro de cinco años; pero es un camino suicida y ya recorrido, ajustar la marcha tras ese único objetivo.

La cautela del relato para no perder las elecciones fracasó.

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