¿Qué tienen esas personas que nos llevan a enfrentarlas o a seguirlas, a condenarlas o a exaltarlas, a tergiversarlas o a interpretarlas? ¿Cuál es el punto que hay que mirar: la persona, sus ideas, el colectivo que lo acompañó o el colectivo mayor al que quiso servir?
Preguntas que hoy, a 256 años del nacimiento de José Gervasio Artigas, seguimos -como sociedad- intentando responder, para tal vez así poder aproximarnos al sentido de nuestra nación, de la América toda, de los pueblos y las ideas que la componen.
En especial, de los pueblos y las ideas que la componen. ¿Qué sería Artigas sin esas mujeres que se sumaron a la lucha al frente de sus ejércitos, sin indígenas que lideraran sus tropas, sin negros libres, zambos y criollos pobres como objetos de sus principales medidas?, ¿qué sería Artigas sin el artiguismo?
Nuestra mirada nunca será para quedar bien en los libros, buscamos ser y parecer desde nuestra práctica, militamos convencidos de los colectivos y los procesos. Que entiende y defiende el proceso artiguista, no como un relato romántico de una historia lejana sino como un proyecto trunco que debemos seguir levantando, quizás hoy más que nunca.
Y para levantarlo, hay que comprenderlo. Y para comprenderlo, hay que bajarlo del bronce. ¡Avivarlo! Porque seguimos entendiendo que sin nuestros países hermanos no tenemos chance, ni de progresar ni de defendernos. Porque seguimos defendiendo nuestro derecho a elegir, sin que elegir signifique aislarnos del continente que nos contiene. Porque seguimos buscando la pública felicidad; seguimos buscando ser un pueblo instruido y soberano, que lucha y seguirá luchando por la verdadera independencia; seguimos peleando para que los más infelices sean los más privilegiados.
Los más infelices y las más infelices, de ayer y de hoy, ellos y ellas son el artiguismo. Rescatar las luchas de nuestro pueblo en todas las épocas y bajo todas las formas es una tarea cotidiana, necesaria para que el esfuerzo no haya sido en vano y para entender porqué somos lo que somos y estamos como estamos.
En la encrucijada en que nacimos como proyecto de país, se entrecruzan y se oponen a la vez las distintas visiones. Hubo propuestas distintas en aquel tiempo histórico, que respondieron a claves y compromisos muy diferentes. Las hay ahora.
Aunque el mundo haya cambiado mucho, aunque ya no estemos en los mismos parámetros coloniales, aunque las contradicciones no sean las mismas, sigue vigente, sin embargo, que la lucha fue, es y será entre los sometidos y los dominadores.
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