Artiguismo: soberanía popular  y una intención regional

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@mateamargouy

Los de Internacionales

Hay quienes definen el Artiguismo, entre otras cosas, como un conjunto de ideas y propuestas para la organización social y política de la sociedad de su tiempo. A groso modo podemos hablar de -por lo menos- tres ejes centrales: el federalismo, la cuestión agraria y la justicia social.

En ellos, Artigas y los Artiguistas de la época, plasmaron un conjunto de intenciones y de visiones sobre el momento en que vivían y cómo transformarlo en procura de la felicidad pública, la independencia y la soberanía. Propuestas que se fueron forjando en la práctica continua.

Algunas intenciones y visiones de aquellos años, creemos que perduraron en el tiempo, pero sobre todo en el espacio, y es posible encontrarlas también en los análisis y las luchas de otros latinoamericanos, “americanos del sur”, como gustaba clasificar (nos/se) en algunas cartas.

Pero entendamos el momento, en aquellas épocas la monarquías y los imperios disputaban el territorio casi que a diario con mayor o menor intensidad, Ingleses, Españoles y Portugueses, criollos fieles a la corona de turno y encargados de mantener el control para el imperio a beneficio de disfrutar parte del botín. Tampoco hay que dejar de lado que en el propio “viejo continente” las guerras napoleónicas significaban algo más que un dolor de cabeza para ingleses, españoles y portugueses, y esto repercutía directamente en las disputas de las colonias.

En aquellos años los pueblos criollos y mestizos fueron tomando protagonismo en revueltas contra la corona y sus administradores locales, en búsqueda de construir un porvenir independiente. En el Virreinato del Peru, Tupac Amarú sitió la ciudad de Cuzco con un ejército mestizo que resonó hasta en el Río de la Plata, de ahí en más a las revueltas que intentaban poner en jaque al poder de facto se le pasó a denominar “Tupamaros” como un calificativo despectivo, sobre todo por el aspecto común de esos grupos cargados de indígenas, vaqueanos, contrabandistas, negros, mujeres. Así también se señaló al ejército artiguista.

Pero el proyecto político del Artiguismo también buscó, permanentemente, una sintonía entre los pueblos libres, un federalismo que iba más allá de imitar procesos extranjeros. Entre las propuestas artiguistas de integración, el comercio de las provincias buscaba un trato justo y ganancias compartidas, equilibrar las necesidades y las ofertas, proteger la incipiente industria regional y grabar los productos extranjeros que compitieran contra la misma.

La centralidad de la integración regional para el proyecto era de vital importancia, algo reiterado, un objetivo del proyecto revolucionario. Para eso era necesario que la misma se manifestara hasta en las vías de comunicación (sobre todo en las vías de comunicación) como ser caminos y puertos.

La integración hecha propuesta buscó por sobre todas las cosas respetar la soberanía de todas las provincias, incluyendo -claro está- la de la banda oriental, como la del resto de los pueblos que tendieran a organizarse y expresarse. La federación tendría que ser de pueblos libres. De allí nace la famosa, aunque siempre tan mal utilizada frase, de que “no venderé el rico patrimonio al bajo precio de la necesidad”, respuesta que daba Artigas en momentos en que la revolución perdía apoyo y la situación económica con un comercio bloqueado hacía que los hacendados comiencen a alejarse, en búsqueda de algún poderoso ejército que garantice el comercio y la propiedad, en fin, los privilegios de clase. Artigas, ni en el peor de los casos, no pensaba someterse a Buenos Aires ni a ninguno de los tres imperios, la soberanía no estaba en discusión.

Para el Artiguismo, la defensa y la soberanía fueron conceptos populares más que abstractos. No habría mejor defensa que extender las alianzas entre los pueblos, ni mejor soberanía que la que naciera de esas alianzas y un espíritu de cuerpo grande, de Patria Grande. Muchos fueron los intercambios epistolares con otros “caudillos” con quienes también existían grandes diferencias, en los proyectos políticos que llevaban adelante e incluso en la composición del ejército, hasta en la concepción de pueblo, pero con importantísimos puntos en común, como ser una identidad, un enemigo y la voluntad de ser libres.

Si algo sobraba en aquella época eran virreyes e imperios tratando de someter vastas regiones, y como con toda contradicción principal, Artigas, el Artiguismo, buscó a sus iguales del lado de los oprimidos que buscaban liberarse. Una frase contundente y menos repetida en la actualidad sintetizaba el problema “ los opresores no por su origen, sino por el hecho de serlo son objeto de nuestro odio”.

Las intenciones Artiguistas fueron traicionadas a lo largo de la historia, pasadas al olvido muchas veces, pero parecen resurgir y encontrar su lugar en nuevos movimientos, en nuevas acciones y decisiones, hasta en los discursos.

A riesgo de ser considerados anacrónicos o deterministas, cabe preguntarse ¿dónde estaría el Artiguismo hoy en día?, ¿desarmando procesos de integración regional o forjándolos?, ¿en la desarmada Unasur o en el ministerio de colonias que expulsa a los que desafinan en el coro?, ¿en quienes no toleran que un imperio interceda en su política y en su economía o en quienes buscan señalar a los que no se someten y hacen la tarea para el imperio de esta época?  De nada sirve vivir con Artigas en la boca si con actitudes y ejerciendo poder no pongo en práctica aquello de que “la cuestión es solo entre la libertad y el despotismo”.

Muchos acontecimientos, en estos 20 años del siglo XXI, nos permiten identificar algunos paralelismos entre las punterías de quienes pelearon nuestra primera independencia y quienes dan la lucha hoy día.

No resulta novedoso que un imperio bloquee y saquee a los países que no están dispuestos a estar sometidos bajo una lógica política, cultural y económica. No resulta raro que ante un bloqueo haya quienes propongan que aumentando la necesidad es posible doblegar a una población.

¿Realmente fue una sorpresa que le perpetraran un golpe de estado a un indio a través de un organismo como la OEA? con militares traicionando a su pueblo y recibiendo cuantiosas cifras (alguno de los cuales ya reside en el norte incluso) con la complicidad de por lo menos dos gobiernos, como el de Bolsonaro y el de Macri, que se desvivían por ver quien era mejor mandadero. Valga la aclaración de que no se trata de un mero califictivo, existen evidencias de sobra para sostener lo que decimos, Bolsonaro ya ondea la bandera norteamericana en sus actividades y Macri renegó públicamente de la independencia ante la visita del Rey de España.

Nada de esto es raro. Pero tampoco fue una sorpresa que un presidente uruguayo le de la llave de los galpones de un puerto a un embajador boliviano o paraguayo, o que un presidente uruguayo no permita ingresar barcos con banderas de las islas malvinas al puerto de Montevideo, rescatando del pasado aquellas viejas alianzas de pueblos libres unidos íntimamente en un pacto ofensivo-defensivo, por el cual cualquier atentado contra cualquiera de ellos implicaría una inmediata defensa del resto.

La historia tiene que recordar que un día Lula pasó por un congreso del Frente Amplio y señaló que por primera vez en la historia la balanza comercial entre Brasil y Uruguay era equivalente, y esto solo se dió con la voluntad de gobiernos progresistas en ambos países. Algo de artiguismo hay en ello. El mismo Lula, que montó una Universidad para los latinoamericanos, algo así como el camino que marcó Cuba; también los venezolanos, en algunas carreras. Con el objetivo de que nadie se quede afuera del conocimiento por falta de dinero, pero con el compromiso de devolver al pueblo de origen las herramientas adquiridas. Los hospitales en Bolivia, con recursos venezolanos y médicos cubanos. Una conspiración latinoamericana de “caudillos” y movimientos en pos de repartir educación y salud.

O México enviando un avión para darle asilo a quienes sufrían un golpe, en los momentos en que el mismo se estaba llevando a cabo. Atravesando la odisea de tener que viajar miles de kilómetros sin poder detenerse porque otros gobiernos, cómplices, miraban para el costado. Casualmente los mismos que un día sí, y otro también, arman reuniones y comunicados para poder terminar con gobiernos “dictatoriales” en la región.

O pongamos el ejemplo de Chávez: “los recursos son de los latinoamericanos, no de Venezuela” hizo retumbar en todos los cuarteles que fueron y son parte sustancial de su cruzada por definir entre todos los venezolanos el destino de sus recursos naturales. A diferencia de quienes son recibidos en Washington, Nueva York o Miami, y a quienes se financia con el mismo dinero que se le retiene a su propio gobierno electo democráticamente, mientras dinastías medievalescas gozan de beneficios y reconocimientos. Chávez entre tantas cosas, planteó la soberanía de sus recursos y la vocación por utilizarlo entre los latinoamericanos, el primero en hacerlo desde que comenzó la explotación petrolera en la región.

Después vinieron, claro, como a todo proyecto que sacude las estanterías de las oligarquías criollas, las campañas de sus opositores denunciando por ejemplo el Hospital de Clínicas entre otras tantas inversiones sin retorno que realizó Chávez por el continente.

Muchas de estas intenciones, no fueron solo de Artigas, fueron de muchos movimientos que fueron llamados posteriormente independendistas, pero tal vez hubiese sido más próximo a las intenciones que marcaron sus acciones, llamarlos soberanistas.

Hay que ir atrás en el tiempo para entender con mayor claridad de qué van las intenciones regionales, soberanistas, de los “americanos del sur”, que forjó en pensamiento y en acción el proyecto Artiguista.

Basta con venir al hoy y ver quienes integran, quienes desintegran. ¿Qué organismos son funcionales a los imperios de la época y cuáles le resultaron una amenaza?, ¿qué hace Uruguay volviendo al Tiar y abandonando el proyecto del Banco del Sur?

Basta con ver a quienes visitan los emisarios de los imperios y a quienes le piden favores, y quienes -por supuesto- los cumplen a rajatabla, a qué organismos les llaman y quiénes son los designados que gustosamente asisten. Quien felicita al Presidente. Que fundaciones operan en la política uruguaya, y de donde provienen los dineros y los intereses que las asisten.

Basta con ver los hechos políticos de mayor relevancia de estos 20 años, sin prejuicio, para ver por donde se practica artiguismo y por donde se traiciona, como en aquella época.

Eso sí, lo han tirado muchas veces y hasta lo han vuelto un mausoleo. Lo han reducido a un hombre y a ese hombre lo han condenado al frío de un cobre y a la soledad de un caballo en el medio de casi todas las plazas de nuestro país, pero el Artiguismo es muy autóctono y sigue tan caliente por ahí, reviviendo en cada militancia que levanta las banderas de la liberación nacional en nuestro país y en toda América.

  • Beraza, Agustín: “Los corsarios de Artigas”; Unidad Reprotécnica del Ministerio de Educación y Cultura; Montevideo; 1978.

  • Reyes Abadie, Washington; Bruschetta, Oscar H,: Melogno, Tabaré: “El ciclo artiguista” Tomo I; Universidad de la República, Departamento de Publicaciones; Montevideo; 1968.

  • Reyes Abadie, Washington; Bruschetta, Oscar H,: Melogno, Tabaré: “El ciclo artiguista” Tomo IV; Universidad de la República, Departamento de Publicaciones; Montevideo; 1969.

  • s/n: “Artigas y el Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros”; Montevideo; 1987.

  • Silva Vila, Juan: “Ideario de Artigas”; Ediciones Ciudadela; Montevideo; 1942.

 

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