Lilián Galán
Artigas como expresión de los sin voz
Mucho se ha escrito sobre Artigas,quizás demasiado en comparación a lo que se ha materializado de su ideario, tanto desde lo político como económico y social. Así como el 10 de setiembre (fecha del reglamento de tierras) o el 23 de setiembre (fecha en que recordamos su muerte luego de un largo exilio) marcan fechas importantes de nuestra historia política, creemos que es más que necesario reivindicar el Artiguismo en todo momento, y también en este, el mes de su natalicio.
A pesar de que su proyecto federal y nacional -ambas concepciones inseparables quedaron truncas luego de la independencia del país, es decir, no se concretaron en el Estado Uruguayo tal cual lo conocemos- siempre desde diferentes tiendas políticas se reivindica su repertorio de ideas y se lo re interpreta.
Pero la interpretación de la historia no es neutra. Es el reflejo de la memoria colectiva y también la visión ideológica de sus hacedores. Esa carencia de neutralidad radica fundamentalmente en la toma de elementos que le son indispensables para construir un discurso en función de proyectar un presente y futuro acorde a sus intereses.
Señala la historiadora Ana Saravia que la noción de herencia histórica es desde el punto de vista político, imprescindible para la construcción de un proyecto transformador. Y en el caso del Artiguismo tiene sus bases en los valores fundacionales de una sociedad y del ser nacional y permite evaluar hasta cuándo un pueblo estará dispuesto a pelear su destino.
En esto sin dudas está la causa de que el ideario Artiguista haya estado y esté en disputa por diferentes concepciones ideológicas que se han disputado el poder en nuestro país y se han definido Artiguistas. Pero no todo vale, su pensamiento no es ni adaptable ni puede permitir recortes de pretensión arbitraria, precisamente es la singularidad del mismo en un contexto histórico la que le otorga relevancia y vigencia actualmente.
En su concepción de libertad en todos los aspectos se puede ver la idea de democracia participativa,en lo más amplio y revolucionario para la época como que los pobres (negros, indios, analfabetos sean hombres o mujeres) pudieran tomar decisiones . Lo vemos en las primeras asambleas que se congregan en la “Banda Oriental” para decidir el destino de la revolución en curso. Aparece la voz de quienes no tenían voz, porque la sociedad colonialista del supremacismo blanco les segregaba. En aquellas asambleas los órganos de decisión eran los cabildos, un lugar con participación directa de todos y no solo de los grandes propietarios.
Un Artigas profundamente civilista, que pensó en derechos que hoy consideramos irrenunciables pero no lo eran en aquella sociedad colonial: como la educación, la salud, y la protección de la sociedad de los desbordes militares. Como mencionan varios historiadores uruguayos, esta idea la plasmó en las Instrucciones del Año XIII, “el despotismo militar será precisamente aniquilado con trabas constitucionales que aseguren la inviolable soberanía de los pueblos”.
El ideario Artiguista se diferenciaba de otros movimientos revolucionarios en el resto de América Latina en un sentido no sólo político sino económico y social. El reparto de tierras en 1815 contempla primero a los negros libres, los zambos, indios y criollos pobres (nacidos en América para diferenciarlos de los españoles) y mujeres solas con hijos, es decir, todos los partícipes de la Revolución Oriental. Ellas y ellos, los que no tenían privilegios nacidos de la cuna, priorizados por haber sido ese pueblo reunido y armado.
Este Reglamento de Tierras de 1815 pretendía poblar la campaña oriental con quienes trabajaran la tierra y así evitar el latifundio que aún hoy seguimos intentando desarticular, porque de nada vale que un solo hombre detente la tierra cuando miles están condenados a la pobreza. Artigas fue, al decir de Barrán, un “conductor/conducido”, esa doble caracterización era la que lo hacía visualizar que eran los más desposeídos los que lo habían acompañado y defendido en la revolución, y también quienes se asentarían en la campaña porque no conocían de comodidades y ya habían trabajado para una tierra que les era ajena.
Me quiero detener en una apreciación que aunque suene a cliché tiene una fundamentación histórica:Artigas era un hombre de su tiempo, conocía lo que hoy llamamos el “Uruguay profundo” (aunque en este tema nos cueste circunscribirnos a una territorialidad posterior a su existencia) en aquellos tiempos más profundo que hoy, al decir de Zum Felde, una sociedad atada al quehacer de la ganadería, más “nómade” que una sociedad agrícola.
Había convivido con los pobladores del campo, negros libertos, indios, mujeres acostumbradas a los trabajos duros de la tierra y la crianza de los hijos. Salvando la distancia histórica ¿cuánto de esa idiosincrasia heredamos hoy? Artigas dio unidad a la Revolución Oriental porque supo interpretar a todos los sujetos sociales que la componían. Y la población rural, a pesar de su hetereogeneidad, se sintió identificada con ese liderazgo tan particular.
Es la población que lo acompañó en los campamentos camino del Ayuí, en lo que conocemos como el Éxodo del Pueblo Oriental en 1813. Los que nada tenían para perder y sí mucho que ganar con la revolución, los que se jugaron todo por defender la libertad en su tierra. Las mujeres que a su modo creyeron, confiaron e hicieron esa revolución porque pensaron en su futuro y el de sus hijos. Son quienes heredaron a las mujeres del hoy esa cultura de defensa del derecho de las futuras generaciones a la educación, a la salud y a la comida, las que están en el llano y son invisibles, en cualquier barrio o en cualquier pueblo. Son las que sostuvieron y sostienen la materialidad de la lucha, las invisibilizadas de la Historia, las que tenemos que rescatar como protagonistas del pasado y futuro de nuestra sociedad.
Pero los proyectos de las mayorías siempre tienen sus detractores. Esta Revolución Oriental fue traicionada por los grandes propietarios de la tierra e importadores, unidos a los intereses de sus pares en Buenos Aires y reflejados en los beneficios que ofrecía el Imperio Británico (el patriciado instalado en Montevideo). Claramente no estaban de acuerdo con el reparto de tierras a quienes la pudieran trabajar, la intransigencia de Artigas respecto a su defensa de los sectores populares lo aparta de cualquier posibilidad de alianza con estos grupos de poder, que miraban con desprecio a los negros, mulatos, e indios, a los pardos analfabetos, a las viudas pobres…
Artigas desarrolló una pedagogía de la acción con sus ideas de una sociedad en la que los más infelices fueran los más privilegiados, esa es una gran base sobre la que se sustenta la ética política de la izquierda uruguaya de todos los tiempos. ¿Y qué son si no las reivindicaciones actuales del Pueblo? ¿Qué es la lucha de los actuales sectores subalternos?
-Frega, A. Et. alt. Nuevas miradas en torno al Artiguismo. Departamento de publicaciones de la FHCE. Montevideo, 2001.
-Melogno, T. et al. Cuaderno 11. Fundación Vivian Trías. Montevideo, 2001.
-Cuadro, I. Aquella democracia primitiva y regional. En: https://www.fhuce.edu.uy/index.php/noticias/4001-aquella-democracia-primitiva-y-regional
-Caetano, G. et al. «Las Instrucciones del Año XIII. 200 años después». Planeta. Montevideo, 2014.
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