Por EconomiaPolitica.uy
Todos los años el Parlamento debate sobre la gestión y la política de gobierno, y evalúa la ejecución del presupuesto quinquenal. A tales efectos el Poder Ejecutivo envía un proyecto de ley (o sea la Rendición de Cuentas), que a su vez puede contener variaciones en el área impositiva, en el gasto público, en la designación de funcionarios.
La Rendición de Cuentas que se debatirá en estos días corresponde al año 2019, último del ciclo frenteamplista. Pues bien, el proyecto enviado por el presidente Lacalle y sus ministros contiene un solo artículo, que detalla el monto del déficit a diciembre de 2019. Ni una sola iniciativa más, aún en “·tiempos de pandemia” y de crisis económica. Lo cual no nos sorprende, si atendemos a la reciente aprobación de la Ley de Urgente Consideración (LUC) que no integró una sola medida con respecto a las verdaderas urgencias que el pueblo uruguayo soporta hoy. Esto implica que se deba esperar al proyecto de Presupuesto 2021-2025, que se aprobará a fin de año para, tal vez y con un poco de suerte, discutir las soluciones que el país requiere en esta materia.
Un artículo único que aprobaría el déficit, y ni un centavo adicional para “mantener encendidos los motores de la economía” utilizando expresiones de la ministra de economía, pero entendiendo la frase de manera diametralmente opuesta, en el sentido de que la economía implica el estudio de relaciones sociales y la política que de allí surge, poniendo el acento en unos u otros sectores de la sociedad. Para nosotros ese “motor” lo constituyen quienes productiva y socialmente ponen su fuerza o capacidad de trabajar en juego, o sea los y las trabajadoras/os de este país (formales, informales, del campo y la ciudad, mujeres y hombres de diversas edades, dedicadas/os a labores domésticas, etc.). Si la pandemia demostró algo en este mundo, fue precisamente lo que acabamos de expresar: cuando esa fuerza se inmovilizó nada funcionó. Pero este gobierno no se enteró aún y la nueva rendición de cuentas no implica un centavo para impulsar a esa fuerza de trabajo nacional estimulando, al menos, el empleo.
Por otra parte, la iniciativa se fundamenta con una extensa exposición de motivos, dónde se intenta explicar el porqué de esta ley, pero en realidad es nada más que un informe de coyuntura inacabado y mal escrito, aunque con muchas verdades que habrá que considerar. Que tendremos que tener en cuenta desde el balance imprescindible de las izquierdas, pero no desde y con este gobierno. Porque es cierto que perdimos 56 mil puestos de trabajo en los últimos 5 años cuando habíamos creado 310 mil en el primer decenio de gobiernos frenteamplistas, pero ellos han perdido más de 100 mil en poco más de 100 días y no hacen nada por evitarlo. “Dejar hacer dejar pasar” parece que es la máxima liberal que vuelve a aplicarse, cuando la historia de la humanidad por siglos demostró que en el mercado rige la ley de la selva y dejar todo a su libre juego implica ahondar las desigualdades y la ruina de los más vulnerables, con más razón en tiempos de crisis cuando esta máxima llega al punto de ser criminal.
En cierta medida, y como ya planteábamos desde 2016/2017 el último quinquenio fue de crecimiento leve, cuasi estancamiento, o enlentecimiento del incremento del PBI. Debió haberse profundizado el proceso de redistribución de los ingresos derivando recursos públicos a la producción directa de bienes y servicios, fortaleciendo al mismo tiempo las empresas públicas existentes y sus empresas subsidiarias que totalizan 60. En términos generales se debió fomentar la inversión cuando el capital privado se negaba a hacerlo, diversificando la producción, agregando contenido tecnológico.
El objetivo tendría que haber sido dejar una economía material y de servicios más fortalecida por el lado de la producción con la acción directa del Estado, y no solo desde el panorama de las grandes cuentas macroeconómicas. A ese nivel si se dejó una situación financiera internacionalmente reconocida, con una deuda pública neta y un déficit manejable y reservas internacionales suficientes.
El fortalecimiento material necesario requería de recursos. Los recursos estaban, y van a ser discutidos nuevamente en torno al déficit fiscal actual: la asistencia financiera a la seguridad social (Caja Militar, BPS), la devolución de aportes del FONASA, segunda generación de la Reforma Tributaria (gravamen a la riqueza), revisión de las exoneraciones impositivas eliminando aquellas con más costos que beneficios para la sociedad en su conjunto, con reglas más estrictas al sector privado beneficiado.
Pero los cambios estuvieron ausentes cuando el mundo y la región se habían transformado, hecho que la exposición de motivos oficialista apenas menciona. Parece que cuando la derecha gobierna y vienen las crisis toda la culpa la tienen los de afuera (recordar justificaciones de la debacle del 2002), pero cuando la izquierda es gobierno “los de afuera son de palo”. No es así, la situación externa influye, más en países subdesarrollados y dependientes como el nuestro.
Navegamos en aguas muy turbulentas…. Y las mayorías se mantuvieron a flote
Repetimos, es cierto que en el último quinquenio perdimos 56 mil empleos que el propio Frente Amplio había construido y que en los 2 últimos la pobreza aumentó en 30 mil personas (5 mil en el 2018 y 25 mil en 2019). Estas son situaciones gravísimas que pagamos todos perdiendo las elecciones. No nos gusta hacer historia contra fáctica, pero también decíamos en aquellos días que la crisis había comenzado, no eran caídas catastróficas como estábamos acostumbrados cada vez que Uruguay oía la palabra crisis, pues estábamos bajo el paraguas frenteamplista, pero era una realidad.
Tan así fue que el PBI argentino en 2018 cayó un -2,5% y en 2019 un -2% más; en Brasil la economía luego de haber caído en más de un -3% durante 2015 y 2016 apenas crecía por debajo del 1.5% en los tres siguientes años. En el 2019 mientras las exportaciones con destino a Argentina se desmoronaban cayendo en el último año casi un tercio, con destino Brasil también bajaban más de un -2%. Sumemos la disminución de la demanda China y la baja del precio internacional de las materias primas y podrá observarse que tan turbulentas eran esas aguas.
Además los avances en la integración latinoamericana que se crearon durante el primer decenio frenteamplista se fueron agotando. La crisis en Venezuela con bloqueo incluido, la detención del proceso progresista en Argentina, Brasil y Ecuador (al final también Bolivia), cambiaron el ambiente de colaboración mutua con la respectiva afectación en las distintas ramas y sectores. El neoliberalismo volvía a las tierras de la Patria Grande como hoy lo está haciendo en Uruguay.
Y sin embargo el PIB uruguayo siguió creciendo, aunque casi estancado, dicho de otra manera, prácticamente en reproducción simple, sin avance. Dicho de otra manera, aunque el Frente Amplio debió haber profundizado el modelo incluyente en la nueva coyuntura, la crisis no fue tan severa como lo hubiese sido de haberse aplicado un modelo neoliberal, dejando al libre albedrío del mercado la suerte de los y las trabajadores y trabajadoras en primer lugar, de ahí que los salarios no disminuyeran, y que el desempleo no superara en ningún momento el 10%, elevándose la pobreza, pero muy lejos del nivel alcanzado en la crisis anterior (2002) de más de 1 millón 300 mil compatriotas en esa situación, y del nivel que está alcanzando a solo 4 meses de gobierno derechista.
La crisis empezó mucho antes en el mundo, la región y el Uruguay, el coronavirus la agudizó y en el caso de Uruguay, la ortodoxia neoliberal del nuevo gobierno la llevará a sus extremos, pero de esto la Rendición de Cuentas no solo no dice nada, sino que no destina recursos para activar la producción o aplacar la pobreza. ES LA MISMA RUTA DE LA LUC.
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