Juan Andrés Erosa*
Un rumbo: crear un sistema superador del capitalismo. Una discusión: la idea de “poder”. Una oportunidad: la organización barrial y territorial. Esta es la secuencia elegida para analizar una parte de la discusión teórica, estratégica y táctica de la izquierda, después de quince años en el gobierno y luego de perder en el terreno del debate y en la práctica, algunas de sus más preciadas concepciones.
El rumbo
Ninguna disciplina científica seria asume que algo es eso que dice ser, por el simple hecho de enunciarlo. Basta con leer o mirar un poco la historia moderna para darse cuenta de que ni la ex Unión Soviética (URSS), ni China, ni Cuba, ni Corea del Norte, ni ningún otro país desalineado del capitalismo, ha logrado instalar el “socialismo” y mucho menos el “comunismo”. Pero la izquierda perdió esa batalla dialéctica. Por pura lógica, si esos procesos fracasaban, lo que fracasaba era el socialismo y/o el comunismo. Cuando la URSS cayó, nació la idea de que el “socialismo había fracasado”. Los proyectos se estancaron y se deterioraron, además se alejaron de los ideales revolucionarios. Eso extendió esa idea. Por más que los procesos se denominaran como tales, en ninguno de los países mencionados se practicó ni el socialismo, ni el comunismo.
Desde la caída del muro de Berlín hasta ahora, un conjunto de principios parecen haber quedado en el olvido. Habiendo sido sustituidos cada vez más seguido por la razón del enemigo triunfante. Desde la caída de la URSS, la izquierda no ha logrado avanzar sustantivamente sobre la superación del sistema capitalista. Ni hablar de comenzar a construir otro sistema más justo. Al contrario de eso, parece haber asumido como propio el discurso de la buena gestión y la eficiencia. Y se ha vuelto un pilar en la protección de la institucionalidad instalada y adaptada por los sectores acomodados desde la Revaloración Francesa (revolución burguesa). Esas adaptaciones bien podrían ser componentes estratégicos para un determinado tiempo histórico, con el objetivo de avanzar y arrimar agua al molino de la transformación sistémica. Lo desconcertante es que no parecen tener plazo de caducidad ni ser un paso previo de nada distinto a lo que hay.
El socialismo nunca fue puesto en práctica como tal, pero si tuvo intentos de realización. Partir de esas experiencias resulta útil para aprender de los errores cometidos y no repetirlos en el futuro. El socialismo hará a las comunidades más libres y justas, sino, no será socialismo. Pero para que un día sea, es probable que sea haga necesario retomar la discusión teórica, poner el asunto en boca de la gente y recomenzar un trabajo político que tenga por objetivo la construcción de un nuevo sentido común. Necesario para que un sistema basado en la idea de lo colectivo, lo común, lo público y lo justo, funcione en sociedades bombardeadas por los valores mercantiles propios de la lógica del capitalismo. Lo planteado hasta aquí no es otra cosa que la intención de poner nuevamente como objetivo final y volver a discutir orgánicamente en términos teóricos, la construcción de un sistema que supere al capitalismo en justicia social y libertad.
La discusión
Lo más bravo de todo es ponerse de acuerdo sobre los conceptos. Pero, por difícil, no debería eludirse la tarea. El concepto de poder que un proyecto político tenga, determinará en gran medida cuales sean sus estrategias y sus tácticas. Acá se propone pensar que una buena parte del partido se juega en ese acuerdo conceptual. Si se elige una herramienta equivocada es probable que la tarea salga mal o quede sin terminar. La izquierda uruguaya, olvidando rencores y fronteras ideológicas, necesita definir un proyecto común que contemple una concepción sobre el poder. Sobre como disputarlo, sobre cómo construirlo y sobre cómo defenderlo.
La propuesta no es para nada innovadora, desde siempre el poder es un recurso que se genera y se detenta, que se deteriora y se pierde. Hay tres vertientes generales de poder: el dinero, la gente y las instituciones. Pero no se debería perder de vista que el fondo del poder son las armas. El proyecto que logra movilizar grandes cantidades de personas o dinero o bien consigue alinear a las instituciones hacia un objetivo concreto, está en mejores condiciones de lograrlo que un proyecto que ni se lo plantea. Pero el poder no debería convertirse en un objetivo en sí mismo. No hay fácil solución para eso, pero capaz que la distribución, casi la diseminación del poder dentro de las organizaciones que componen la izquierda, sea una forma de apaciguar los impulsos acaparadores.
La idea general a la hora de construir organización en estos tiempos es la horizontalidad. Cuando se rompe ese principio, la cooperación y la capacidad de hacer síntesis se deteriora. Porque la unidad muchas veces pende de delgados hilos. Si hay unidad es porque hubo que unir, si eso fue necesario es porque hay diferencias que separan. Ahí se debe ser muy respetuoso de la diferencia y es la horizontalidad del poder la que permite saldar discusiones. Es vital entender que el que ganó hoy, puede perder mañana o fue el que perdió antes de ayer. Esta es la idea de crear un gran frente social y político de las izquierdas como estrategia para construir de forma horizontal un proyecto común que tenga por objetivo el derribo del capitalismo y la instalación de un sistema más justo.
La oportunidad
Las consecuencias económicas de la pandemia abren una pequeña puerta de crítica considerable al capitalismo. Es probable que haya una ventana de oportunidad para instalar la idea de que el capitalismo no da para más, que hay que cambiarlo. Pero como dice Zitarrosa “allá está la canción, aquí la nada… más allá el Pueblo y más acá el Amor… Pero el Pueblo está también más acá… y antes estaba allá también, detrás del Pueblo el Pueblo…”. Lo que queda claro de la pandemia es que hay pueblo organizándose en los barrios y en los distintos territorios. Hay gente moviéndose, en su mayoría, por el principio de la solidaridad.
Otra idea de la que se escucha poco es la de poder popular. Quizás en otro tiempo quiso decir otra cosa, pero desde esta perspectiva, puede definirse como la capacidad de generar mercados alternativos y soluciones colectivas a problemas individuales como la comida o el desempleo.
Las ollas populares son ni más ni menos que una oportunidad para la izquierda de recomponer el tejido social y político perdido. Se propone pensar en construir poder desde la sociedad, desde la gente e instalar los códigos de sentido común que nos permitan potenciar lógicas alternativas a las del capitalismo, a las del mercado. La olla por si sola es un punto de partida, deberían generarse proyectos más grandes y largos que continúen desarrollando formas de satisfacción de las necesidades básicas por caminos alternativos a los que el sistema impone. Potenciar la economía barrial y territorial, generar soluciones laborales cooperativas, asumir los problemas individuales como dificultades colectivas. Sobre todo mantener a los barrios y territorios organizados y practicando la solidaridad constantemente para generar poder popular. La vecindad tal vez sea la única herramienta capaz, hoy, de eliminar las diferencias que ha impuesto el neoliberalismo entre las personas que ocupan posiciones proletarias en términos de Zizek. Y también es una oportunidad para construir un proyecto nacional sin corporatización, sin chacras de poder que sean defendidas por sus chacreros. Esta es la oportunidad táctica que tiene la izquierda para empezar a caminar hacia el rumbo propuesto.
Al final
Una idea, un anhelo: dejar de ser la generación del “uhh eso es utópico” y pasar a ser la generación que retomó la lucha por derribar al capitalismo y por hacer, por lo menos, un país más justo. Convocar, con la humildad de quien ha errado mucho y lo sabe, a todas las organizaciones sociales y políticas del campo popular dar un debate horizontal, que sintetice la definición de un rumbo, un análisis compartido de la realidad, una estrategia y una táctica para que la izquierda logre ganar la disputa en el sentido común y los valores. Como ya lo ha hecho antes.
*Integra Rumbo de Izquierda
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