Soc. Sebastián Valdomir
El 14 de julio el Ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca, Carlos María Uriarte, fue recibido en la Comisión de Ganadería de la Cámara de Diputados para dar la versión oficial acerca de la importación de ganado en pie desde países vecinos al territorio nacional. Tal como el Ministro Uriarte dejó en claro ante la Comisión -y consta en la correspondiente versión taquigráfica de la fecha-, “El tema de la importación en pie surgió por una carta que nos hicieron llegar personalmente los presidentes de las dos Cámaras de la industria frigorífica, ADIFU y CIF, en la que nos plantearon -tal cual lo han hecho con los ministros anteriores- que consideraban que las condiciones estaban dadas para permitir la importación de ganado en pie”.
A lo cual el ministro les respondió: “¿Ustedes están teniendo en cuenta lo que esto significa? -E incluso dijo que les dijo (siempre según la versión taquigráfica): “Supongo que ustedes son defensores de los valores que a todos nos preocupan”.
Y la respuesta que obtuvo fue: “Somos plenamente conscientes y creemos que es conveniente».
En este hecho ordinario, contenido en unas breves líneas de un acta de una comisión parlamentaria, está contenida una problemática fenomenal, un debate de los que cortan la agenda, las opiniones -e intereses- en blanco o negro. Sin embargo, el hecho, silvestre, anodino, fugaz, pasó bastante desapercibido. Casi que no ocurrió.
Hay que agregar que se trata de un debate -y de un hecho, en caso de concretarse- de carácter histórico. El propio Uriarte se encargó de dejarlo claro: “Sería una medida trascendental; es algo que nunca ocurrió, y si lo vamos a hacer, debe ser en forma muy responsable -debe estar bien analizado- y en el convencimiento de que es lo mejor para el país”.
Este tema necesita, para ser bien analizado y contextualizado, una serie de varias notas e investigaciones para delinear al menos el contorno de un hecho económico -es decir, político- que viene desde los tiempos de la Colonia. Se trata de un “hecho social total” al decir de algunos clásicos sociólogos. Porque cada hecho económico para ser investigado desde una perspectiva crítica, requiere de una construcción teórica y conceptual previa, un planteo que lo contenga al hecho en si, una mirada de largo plazo que no se detenga ante los emergentes puntuales, sino que los unifique en una mirada más global.
El problema no es solo que una vez a alguien se le ocurra plantear la idea de importar vacas (a un país que tiene más vacas que personas), sino que el objeto a investigar es la disputa dentro del bloque económico de poder, por quien se apropia de mayores porciones de renta. Y dado que hablar de renta ganadera en este país, en cualquier momento de su historia es hablar de un poder fundante, es necesario tener presente su historicidad y hay que tener claro que lo que se está enfocando entonces es el eje principal de la estructura de clases y sectores socio-económicos que están presentes en el aparato de producción de valor. Es un enfoque que procura identificar las diferentes visiones e intereses dentro de ese bloque económico, que no es homogéneo, aunque si vote todo junto a los partidos del orden conservador.
Este último emergente relatado por el Ministro Uriarte no deja de ser un tanto paradójico. Porque el debate reciente dentro del bloque de poder, no era precisamente por la importación de ganado en pie para abastecer la industria frigorífica, sino que era por la exportación de ganado en pie desde productores locales hacia mercados externos. Ahora, la carta de los representantes de la industria frigorífica agrega una vuelta de tuerca a la guerra de posiciones acerca del problema económico fundamental que es el que se definió anteriormente: ¿quién se apropia de la mayor parte de la tajada?
Un tema viejo como el agujero del mate
La ganadería en el Río de la Plata fue -desde sus inicios como actividad económica- una de las principales conexiones que tuvo la región con los mercados globales. Las relaciones entre los empresarios ganaderos del agro uruguayo y la industria frigorífica de exportación -que canaliza el principal producto del país hacia los mercados internacionales- siempre fueron relaciones complejas y cambiantes, según las diferentes características del contexto internacional y según las adecuaciones que ese contexto internacional determinara en la correlación de fuerzas a nivel local. En los últimos años, dichas relaciones atraviesan una nueva etapa de disputa, en un contexto que además presenta algunas transformaciones importantes a nivel de la industria frigorífica.
Los diferentes analistas del comercio de la carne acostumbran a analizar el negocio en base a la identificación de ciclos, algunos buenos para los productores y otros buenos para los frigoríficos. ¿Cuál es el punto de quiebre que separa un ciclo del otro? -El precio del ganado que paga la industria frigorífica a los productores; unos pretenden que ese precio sea más bajo, mientras que los otros pretenden que sea más alto. Actualmente los frigoríficos sostienen que los mejores precios que obtienen sus competidores al comprar ganado en Argentina, Brasil y Paraguay, permiten márgenes de rentabilidad superiores luego de concretados los negocios con mercados externos. Esos mejores precios además, redundan en que los operadores comerciales -brokers- de esos países que colocan carne faenada en los mercados finales, concretan mejores negocios al vender más barato que Uruguay.
Para mejorar sus ganancias, la clave está -según los frigoríficos- en aumentar la cantidad de ganado faenado, abasteciendo tanto a los mercados de exportación como al consumo local. El obstáculo para aumentar la cantidad de faena básicamente es la poca disponibilidad de ganado gordo para faenar. Si a esa poca disponibilidad de ganado para faena se le agrega el flujo de exportación de ganado en pie que se concretó sobre todo en el período 2008 – 2018, el aumento de la producción frigorífica -necesaria para la industria- es imposible de concretar en los hechos.
Del otro lado de la cadena, desde la perspectiva de los productores de ganado para faena, se argumentó en su momento que la venta de ganado en pie permitía mejorar su posición de mercado -y por ende su ganancia- ante un precio pagado por la industria que se considera bajo en relación a los costos de producción. Es común escuchar a los representantes ganaderos recordar que en cada cabeza de ganado faenada y colocada en un mercado externo, por lo menos el 75% de su precio se debe al valor de producción contribuído por la fase ganadera, y el restante porcentaje es aportado por la fase industrial.
Un estudio encargado en 2016 por las gremiales de la industria frigorífica (CIF y ADIFU) al estudio CPA Ferrere sobre los efectos de la exportación de ganado en pie en el valor generado por la cadena cárnica uruguaya, resumió los principales puntos de preocupación de los frigoríficos.
“Es a partir del año 2008, con la entrada de Turquía y Brasil como demandantes fuertes al mercado, que el número de cabezas exportadas en pie se incrementa, superando las 100 mil en dicho año y alcanzando las 200 mil en 2009, 2010, 2011, 2015 y 2016. El 2016 fue el año de máxima exportación de ganado en pie en la historia reciente del país, alcanzando las 273 mil cabezas (por encima del 10% de la faena total del país). En el acumulado desde 2008, son 1,5 millones de cabezas totales las exportadas en pie”. Posteriormente a la fecha de dicho informe de CPA Ferrere se constató que durante 2017 la cantidad de cabezas de ganado exportadas en pie rompió el record, alcanzando los 400 mil animales.
Ese flujo de exportación en pie aseguró para los ganaderos el principal objetivo buscado: aumentar el precio que paga la industria por el ganado. A mediados de 2017, el precio del novillo faenado por kilo era de US$ 3,1 y el de la vaca de US$ 2,7 por kilo. Un año más tarde, el precio de novillo por kilo estaba en US$ 3,5, y el precio de la vaca faenada era de US$ 3,1.
La trayectoria seguida por los precios del ganado en estos últimos años indica que el precio del ganado uruguayo es el mayor de la región, y en algunos casos a niveles que pueden compararse con los precios obtenidos en Estados Unidos. Un representante del movimiento Un Solo Uruguay llegó a expresar en mayo de este año en la Comisión de Ganadería de la Cámara de Diputados que “no fue la exportación a China la que avaló que acá, el año pasado, el novillo valiese más que el Choise americano o que el novillo de Estados Unidos, sino un problema entre frigoríficos y de lógica de empresas. En noventa días, pasamos de tener el mejor precio del mundo a tener peor precio que Argentina, sin que la situación hubiese cambiado demasiado”. Unas semanas después, cuando el Ministro Uriarte fue recibido por esa misma Comisión afirmó que para el caso de la exportación de terneros en pie podía llegar a darse que “estén a mitad de precio que los nuestros, sobre todo, en Colombia y Brasil”.
Una pelea de apartar a caballo….
“Que Uruguay importe ganado en pie es como que Arabia Saudita importe petróleo” dijo ese mismo representante de Un Solo Uruguay, Guillermo Franchi, citado por el Semanario Búsqueda en la edición de mediados de julio, exáctamente hace dos jueves atrás.
La disputa entre ganaderos y la industria frigorífica no es una disputa más en este país, sino que se trata de un choque de intereses contrapuestos de sectores dominantes en la estructura productiva. Por algunas de las transformaciones experimentadas a nivel de la titularidad de la industria frigorífica en los últimos 15 años, a veces se hace ver esta disputa como una pelea entre la producción nacional y las multinacionales frigoríficas, pero este es un enfoque reducido del asunto.
A nivel industrial, 24 frigoríficos concentran el 95% de la faena y exportan el 80% de lo que producen. Se trata no solo de un sector concentrado sino también bastante extranjerizado, ya que el 60% de lo exportado responde a la operativa de frigorificos que son propiedad de empresas extranjeras como Minerva (propietaria de los frigorificos Canelones, PUL y Carrasco), Marfrig (frigorífico Tacuarembó, INALER, Establecimientos Colonia y Cledinor), NH de Japón (propietaria de Breeders Packers Uruguay), Nirea (propietaria de frigorífico San Jacinto), Sundiro de China (propietaria de Lorsinal) y Foresun también de China (propietaria de Frigorífico y Matadero Rosario).
El nivel de faena total que tiene la industria frigorífica en el país es de algo más de 3 millones de cabezas anuales. Sin embargo, los niveles de producción en los últimos años no han superado los 2,3 millones de cabezas anuales. Es decir que a nivel industrial existe capacidad para aumentar la faena. A nivel de mercados externos, si se analiza desde 2018 (momento en el cual la demanda de China por carne bovina se dispara ante la fiebre porcina) también existe un fuerte impulso de la demanda global por proteína animal y fundamentalmente carne bovina.
En una entrevista de octubre de 2019 realizada por el Semanario Búsqueda al presidente de la Cámara de la Industria Frigorífica (CIF), Daniel Belerati, este resumió un diagnóstico para el sector: “Hay clientes, hay mercado, hay demanda, pero Uruguay no hizo lo que tenía que hacer, pasaron décadas con índices de procreo muy exiguos y una productividad de la cría muy baja…-Eso duele mucho más cuando la demanda de carne en el mundo es brutal….-La exportación de ganado en pie no tuvo nada de virtuosa, sino que nos llevó al círculo vicioso en el que estamos hoy. Los frigoríficos están trabajando pura y exclusivamente para absorber costos. No todos pierden dinero en forma exagerada, pero son muy pocos los que tienen una rentabilidad”.
Ante esa realidad, con precios altos de las haciendas locales, los frigoríficos plantearon la posibilidad de extender el “libre comercio” a la compra que pudieran realizar de ganado en pie a los países vecinos. Ya en abril de 2019, algunos frigoríficos gestionaron ante el Ministerio de Ganadería para obtener autorización que les permitiera importar ganado de Brasil, más barato que el ganado local. Según informó Búsqueda en esa oportunidad, la faena de ganado importado sería solamente para abastecer el mercado interno y no con destino de exportación. Las razones para ese movimiento fueron los de siempre: menores precios a pagar por parte de la industria a los vendedores externos respecto a los internos, en un contexto de “baja rentabilidad” para el conjunto de la industria frigorífica. La nota de Búsqueda consignaba en ese entonces según “relevamientos realizados por operadores del mercado regional” que el precio a pagar por el ganado uruguayo era US$ 3,4 por kilo, mientras que en Brasil y Argentina los precios no superaban US$ 2,7 por kilo y en Paraguay US$ 2,8 por kilo.
Si bien la importación de ganado de los países vecinos no se concretó, si ha venido aumentando la importación de carne para abastecer el mercado interno. Observando por ejemplo el primer semestre del 2020, las importaciones de carne vacuna aumentaron 54%, en comparación a igual período de 2019, en su mayoría (83%) provenientes de Brasil. Tanto este tema como la perspectiva de los acuerdos salariales a nivel de la industria serán analizados en notas posteriores.
Una de las conclusiones del estudio de CPA Ferrere encargado por la industria frigorífica en 2016 alertaba que “la exportación de ganado en pie genera una pérdida de valor agregado en la cadena cárnica en la medida en que se dejan de realizar una serie de actividades de agregado de valor sobre los animales exportados. El total de cabezas exportadas (1,5 millones) desde el 2008 hasta el 2016 habría generado pérdidas netas de VAB en la cadena cárnica uruguaya por USD 480 millones. Esto implica que por cada cabeza de ganado exportada, la cadena productiva dejó de generar valor agregado local por USD 319”.
Del otro lado, el representante de Un Solo Uruguay que manejó lo paradojal que sería que en el país se importaran vacas, afirmó ante los diputados de la Comisión de Ganadería que “no puede ser que en Uruguay los productores financien a las multinacionales. Nosotros acá damos seis semanas de plazo para el cobro de los ganados a una industria multinacional, poderosa, potente, como todas las industrias en todas partes del mundo; habrá más chicas, más grandes, pero hay una concentración muy grande en la faena. Son los productores los que financian a la industria y tendría que ser la industria la que financiara a los productores..”
Las visiones contrapuestas de productores ganaderos e industria frigorífica plantean el intento por afianzar mayores niveles de rentabilidad de sus respectivos negocios. Esta disputa no solo genera consecuencias a nivel interno de la cadena cárnica considerada en si misma como hecho económico, sino también sobre las relaciones que el conjunto del bloque económico en el cual confluyen ganaderos y frigoríficos mantienen con otros actores (trabajadores, consumidores, partidos políticos). Es necesario seguir detenidamente esta disputa para visualizar futuros escenarios de la lucha de clases en el marco del gobierno de la coalición multicolor.
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