Colectivo Histórico «Las Chiruzas»
“Se fue, llevándose hasta los suspiros,
pero dejó en la mesa su tarjeta:
Fondo Internacional. Así de simple.
Y Wall Street a secas.” (1)
El período cercano al fin de la Segunda Guerra Mundial había traído una relativa prosperidad económica a nuestro país, con sectores asalariados y capas medias que habían mejorado sus condiciones de vida y su poder adquisitivo, pero a mediados de los años cincuenta dicha prosperidad comenzó a revertirse. La historiadora Magdalena Broquetas sostiene que “En su condición de país dependiente, ante el cambio en la coyuntura exterior reaparecieron problemas de larga data vinculados a las formas de tenencia y explotación de la tierra que, entrelazados con factores internos, incidieron en la concreción de cambios significativos en la política y la economía, y derribaron el modelo proteccionista ensayado desde la década de 1930.” (2)
El descontento social generalizado -a partir de los cambios introducidos- se manifestó en las elecciones nacionales de 1958 y el sector herrerista del Partido Nacional, aliado a la Liga Federal de Acción Ruralista, se hizo con el gobierno inaugurando el período conocido como los “colegiados blancos”. Escribiría el historiador Methol Ferré: “Es la primera vez en la historia del país que Montevideo no entiende nada, absolutamente nada de lo que ha ocurrido en el país. El Montevideo hacedor del Uruguay, el Montevideo conductor del Uruguay, siente que no ha conducido los acontecimientos, que no lo ha hecho.” (3)
Y con los “colegiados blancos” llegó la necesidad de apoyar solo a aquellas industrias que resultaran eficientes y competitivas, con un Estado que interviniera lo menos posible. Y con ello llegó Nardone, y con Nardone llegó la asistencia financiera y tecnológica estadounidense a los brazos represivos del Estado, llegó la CIA y el FMI.
La “mala gestión”, el leitmotiv nacionalista siempre listo para tapar sus verdaderos intereses
El ala mayoritaria del nuevo gobierno, representante de los intereses de amplios sectores rurales, responsabilizó a las políticas de transferencias de recursos y contralor de cambios de Luis Batlle, haciéndolo culpable del atraso tecnológico y productivo del sector agropecuario. En esta critica se basaron para introducir cambios drásticos que beneficiaron a los “verdaderos productores de la riqueza nacional”: Ley de Reforma Cambiaria y Monetaria, devaluación del peso uruguayo, eliminación de subsidios a la producción y al consumo, etc.
Las medidas respondían a una visita exploratoria del Fondo Monetario Internacional, a mediados de 1959, con quien se firmó una primera “carta intención” que exigía políticas de estabilización monetaria, cambiaria y fiscal. Medidas que daban cuenta de una necesidad de cambiar el dirigismo estatal e implantar el primer modelo de corte liberalizador desde la crisis de 1929.
Pero el sector agroexportador no aprovechó los cambios para concretar inversiones productivas o mejoras de sus establecimientos, sino que orientó las ganancias obtenidas a negocios inmobiliarios y especulación con moneda extranjera. ¿Coincidencias con el hoy? TODAS.
La crisis que este hecho trajo aparejada se materializó en una creciente espiral inflacionaria, especulación, fuga de capitales, disminución de reservas de oro y achicamiento del papel tradicional del Banco República en la economía del país. El BROU, convertido en exclusivo sostenedor de las necesidades fiscales del gobierno, llegó al límite de que “…no dispuso casi de fondos para las exigencias fiscales mínimas. Esta situación fue acompañada de la baja de salarios, el aumento del costo de vida y creciente descontento en los sectores asalariados organizados.” (4)
La “gestión necesaria” o cómo adornarte una cagada preparada
Ante el incumplimiento de las políticas correctivas, el FMI -ni lerdo ni perezoso-, endureció sus condiciones de préstamo. Es por esta época que los organismos financieros creados en Bretton Woods (FMI y Banco Mundial) adquirieron un papel directriz en el mercado financiero internacional, imponiendo programas de ajuste estructural que implicaban condicionamientos “cruzados” de ambos organismos y en los que predominaban los lineamientos estadounidenses.
La necesidad de ayuda externa resultaba evidente, «el gobierno blanco no parecía estar en condiciones de hacer nada sin ayuda externa. Además, la redistribución de la renta en favor de los intereses rurales recompensaba el apoyo electoral” (5), un win-win de la clase conservadora. Es en este contexto de política reaccionaria donde se nota, como dirían los historiadores Alonso y Demasi, la “representación más directa de las clases altas en el gobierno, defensa más desnuda de sus intereses, auge de una concepción neoliberal, antiestatista y apertura desembozada hacia el capital y la influencia extranjera.” (6)
Según los autores Couriel y Lichtensztejn, el análisis de la Carta debe hacerse a la luz de las decisiones adoptadas en 1959 y primeros meses del año siguiente. Esas decisiones habían sido consultadas con el Fondo, por ejemplo la Reforma Cambiaria y Monetaria (que aunque realizada de acuerdo con el Fondo no figura en la Carta) así «como otras medidas de menor relevancia que también se tomaron, tuvieron la virtud de ganar para el Uruguay la confianza del organismo.” (7)
El objetivo general que declara el gobierno es la liberalización del comercio y la estabilidad interna y externa de la moneda: mantener un tipo de cambio unitario fijado por el libre juego del mercado; en el campo de las finanzas públicas, los objetivos de equilibrio presupuestal y financiación no inflacionaria con la elaboración de un presupuesto sobre bases de equilibrio…¿acaso no es lo que hemos estado escuchando todos estos días de discusión presupuestaria? 12 mil sumaban los solicitantes de tierras en el Instituto Nacional de Colonización, que con los recursos del gobierno pudo comprar apenas 913 hectáreas en 1959, 98 hectáreas en 1960 y ya para 1961 no pudo comprar más…¿no le parece demasiada casualidad que estemos nuevamente ante un gobierno de alianza herrerista-ruralista y el Instituto Nacional de Colonización pase de $1.097.000.000 (mil noventa y siete millones de pesos) a solo $100.000.000 (cien millones de pesos) para la compra de tierras, reduciendo dicho presupuesto en un 90%?
Un nuevo “sesentismo”
Una clase que -a través de sus representantes políticos en los actuales 3 partidos que lideran la actual coalición gobernante (Partido Nacional, Partido colorado, Cabildo Abierto) y sus representantes mediáticos (Canal 4, Canal 10, Canal 12, Diario El País, Diario El Observador, Semanario Búsqueda y un sinfín de Radios y Portales)- insiste desde el 2004 que la fuerza mayoritaria del Frente Amplio se quedó en el 60’, de repente nos devuelve a 1960 en menos de 6 meses de “gestión”. Porque Cabildo Abierto es un partido nuevo pero de ideas viejas, porque a Manini Ríos no lo trajo una cigüeña, más bien dirige una empresa de terodáctilos.
El Uruguay se afilió al Fondo Monetario Internacional bajó la dirección de un gobierno colorado y ya antes de las Cartas de Intenciones de 1960, 1966 y 1968, firmó los primeros acuerdos con el Banco Internacional (hermano gemelo del FMI). Para 1959 fue el gobierno nacionalista el que recurrió al FMI y en 1967 le volvió a tocar el turno a un gobierno colorado. Decía Vivián Trías en la publicación “Izquierda” allá por 1968: “En suma, blancos y colorados son expresiones políticas de la oligarquía nativa y es ésta la que apoya al FMI como socia menor del imperialismo norteamericano.” (8)
Al 17 de febrero de 2020, Uruguay contaba con US$ 14.537 millones (equivalente al 25,6% del PIB de US$ 56.900 millones) de activos de reserva en poder del Banco Central del Uruguay, de los cuales US$ 5.312 millones eran de libre disponibilidad. Y contaba también con el antecedente de haber saldado en 2006 su deuda con el Fondo. No pasaron 13 días de gobierno, aparición de la pandemia mediante, que la Ministra Arbeleche se vistió de Nardone y a puro chicotazo gestionó préstamos de organismos internacionales por U$S1.500 millones más unos 1.000 millones de dólares adicionales para financiamiento precautorio y aumentar las líneas contingentes.
En historia sabemos que nunca se avanza hacia atrás, pero sobre todo sabemos que las condiciones se crean y siempre pueden volver a crearse para que pareciera que estamos viviendo un tiempo que ya vivimos. Y lo principal de esta “creación”, de este “remake”, es inventar un cuentito que lo haga creíble. Mejor dicho, muchos cuentitos, todo el tiempo, aunque se contradigan entre sí. Porque si no
¿cómo explican los Fukuyamistas del fin de las ideologías, que están devolviendo nuestra democracia liberal a contradicciones propias de Guerra Fría? ¿Qué razones van a dar para justificar que son ellos, y no los tupamaros, quienes están dirigiendo una economía con 15 años de crecimiento ininterrumpido a retracciones propias de Guerra de Vietnam?
NOTAS
1. Fragmento de “El castillo de naipes” del escritor argentino Armando Tejada Gómez
2. Broquetas, Magdalena. La trama autoritaria. Derechas y violencia en Uruguay (1958-1966). Ediciones de la Banda Oriental; Montevideo; 2014; Pág. 50.
3. Machado, Carlos. Historia de los Orientales. Ediciones de la Banda Oriental; Montevideo; 2019; Pág. 593.
4. AA. VV. Historia del Uruguay en el siglo XX (1890-2005). Ediciones de la Banda Oriental; Montevideo; 2007; Pág. 154.
5. Finch, Henry. Historia económica del Uruguay contemporáneo. Ediciones de la Banda Oriental; Montevideo; 1980; Pág. 43.
6. Alonso Rosa y Demasi, Carlos. Uruguay 1958-1968. Crisis y estancamiento. Ediciones de la Banda Oriental; Montevideo; 1986; Pág. 85.
7. Couriel, Alberto y Lichtensztejn, Samuel. El F.M.I. y la crisis económica nacional. Fondo de Cultura Universitaria; Montevideo; 1967; Pág. 169.
8. Trías, Vivián. Banca y neoliberalismo en el Uruguay. Ediciones de la Banda Oriental; Montevideo; 1990; Pág. 98.
|