Danielito
Culminamos un largo proceso electoral de casi 2 años que transcurrieron entre congresos programáticos, elecciones internas, elecciones nacionales en primera y segunda vuelta y luego, crisis sanitaria mediante, las elecciones departamentales y municipales.
Al mismo tiempo también es el fin de un ciclo político que dio grandes logros a nuestro pueblo y significo un gran avance económico y social de nuestro país.
Es que este largo proceso electoral terminó de consolidar un nuevo panorama político y social en nuestro país, de distinto signo político y con otra clara orientación.
En 2004 se ganó en primera vuelta, con mayorías parlamentarias propias y 8 gobiernos departamentales que pintaban e inauguraban un nuevo ciclo político totalmente diferente a la realidad del hoy, con un nuevo gobierno liderado por el Lacallismo, seguido de los Sanguinetti Boys y Manini Rios y compañía, y como furgón de cola y de queruza con Mieres y lo que le queda de Partido a los Independientes. Poco queda de Batllismo y de Wilsonismo en esas huestes…
Sin duda estamos ante la consolidación en términos electorales de un proyecto político con características ultra liberales, concentrador y regresivo, con tintes autoritarios en sus programa y sus acciones, pero con una presentación pública maquillada y levemente azucarada, lijada y barnizadas por los grandes medios de comunicación, lo que le permite un apoyo social y electoral importante, ayudado y sustentado por el fuerte y bien aceitado aparato clientelar y caudillesco en los diferentes territorios.
El adecuado análisis sobre este nuevo mapa político electoral, sus fortalezas y sus apoyos, permitirá delinear una adecuada estrategia de resistencia al nuevo impulso conservador que se presentará con más fuerza a a partir de la construcción de su “nueva legitimidad electoral”
Esta resistencia significará que al mismo tiempo que se habrá de enfrentar estos nuevos embates, que no terminan con la aprobación de Ley de Urgente Consideración ni del Presupuesto Nacional, se habrá que comenzar a re construir como izquierda una nueva alternativa política, que nos permita delinear un nuevo ciclo político progresista, anclado en un nuevo pacto político, con un nuevo programa común y con su expresión política, amplia e inclusiva en varios frentes incluido también el electoral.
Pero también tenemos fortalezas de donde recomenzar, ya que hay elementos alentadores en este difícil panorama.
La derecha conducida de las narices por el Lacallismo fracasó en sus intenciones de pretender reducirnos a una mínima expresión electoral y política. Como Frente Amplio seguimos presentando importantes niveles de adhesión de la ciudadanía en dos de los principales Departamentos del país como lo son Montevideo, Canelones y también el Departamento de Salto, siendo responsables del gobierno de casi 2/3 de la población de nuestro país.
En el mejor momento político de las fuerzas de la reacción, lograron obtener victorias electorales utilizando al máximo las posibilidades de presentación electoral, pero no lograron aumentar su caudal electoral como bloque. Es más, esta nueva presentación electoral el Partido Nacional terminó fagocitando al Partido Colorado y a Cabildo Abierto.
A pesar de esto, el partido de la reacción conducido por el Lacallismo, logró importantes victorias electorales a fuerza de canastas y ambulancias presidenciales en Departamentos como Paysandú, Rocha y Río Negro.
Sin embargo el gran fracaso del Lacallismo, ocultado expresamente, y del que ha intentado huir desesperadamente cual pesadilla que lo persigue y le hace caer hasta el pelo, es su rotundo fracaso en sus tierras canarias, con un resultado electoral penoso sin ni siquiera poder conformar el partido de la reacción, perdiendo feo a nivel departamental con Yamandú Orsi y a nivel municipal en casi todas la ciudades más importantes.
En Montevideo el mamarracho fue mayúsculo. Lacalle como un buen monarca, decretó que se debía conformar el partido de la reacción, y además decidió él sólito a su candidata, Laura Raffo. Que a pesar de sus grandes dotes electorales y de comunicación, y de tener a todo el Gobierno de su lado (Presidente, Ministros y a todos su lacayos), no logró ni siquiera sobrepasar el umbral histórico de votos que la oposición obtiene en la capital hace casi más de 30 años.
Un viejo compañero nos decía: “Es tiempo de resistencia y no de avances. Cada tiempo histórico debe leerse con cuidado. Y resistiendo se acumula para avanzar. El futuro es esperanzador, después de este momento que hay que vivirlo pensando en el futuro. Nada de inmediatismos”.
Es verdad, que no hay que precipitarse, pero de los revolcones también se aprende. Es momento de mirar lejos, de construir puentes, de mirar más al interior profundo y a las realidades económicas y sociales de nuestra gente, de gastar mucha saliva y mucha suela por todo el territorio nacional, con miras a seguir profundizando la mirada y ampliando los horizontes posibles y necesarios, porque lo que se viene va a pegar fuerte y porque al fin y al cabo todo fin de un ciclo también significa el comienzo de algo nuevo…
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