Carlos Pereira Das Neves
“Caminito al costado del mundo,
por ahí he de andar
buscándome un rumbo,
ser socio de esta sociedad
me puede matar”
La Renga
La vida es contradicción constante, la queramos o no, la busquemos o no…y casi siempre la encontramos, nos encuentra. Entonces, ¿por qué no mirarla con un pie adentro y otro afuera?, siempre comprometidos pero con la cintura necesaria para identificar qué es lo que queremos que sea y qué es lo que es.
Hay optimismo y hay pesimismo, hay de qué agarrarse y de qué desprenderse, hay para aceptar y hay para ilusionarse, hay de haber y ¡ay! de dolor.
En donde estábamos
Al siempre infaltable período de romance entre el pueblo elector y su elegido, vino este bicho del coronavirus a sumarse a la fiesta para debilitar a muchos y blindar a pocos, adornando la luna de miel en dimensiones que -por más racionalmente entendidas en su contexto- no dejan de asombrarnos.
Fruto de nuestra propia cosecha, el conjunto país enfrentó la pandemia de forma que el resultado fue y es infinitamente más alentador que el de aquellos países en donde los sistemas de salud y los bolsillos de las personas ya se encontraban en CTI.
Estando el crédito del “cambio” muy vigente, con las ya sabidas diferencias en el comportamiento de los electores entre lo nacional y lo departamental, el peso de las tradiciones arraigadas geográficamente, el resultado debe ser analizado en términos de “lo menos malo” que -a su vez- encierra una victoria, la victoria de la resistencia que ya comenzó.
Importa y mucho haber logrado las victorias departamentales en Montevideo y Canelones, con la ventaja obtenida, por lo que dichos departamentos representan en cuánto a cantidad de habitantes y a importancia estratégica en el devenir histórico de nuestra sociedad y en los procesos de acumulación de la izquierda. Importa mucho más cuando a las ya mencionadas condicionantes se le agrega un desembolso inaudito de recursos por parte de la oposición (oposición montevideana) y la participación más que activa del gobierno nacional, con casos materiales y simbólicos en el que el “gobierno de todos” y el “gobierno del Partido Nacional” fueron una sola cosa.
La patriada de noviembre, a mi humilde entender, no lució tanto como esperábamos. Porque mucha gente del interior que vive en Montevideo siente más lo nacional que lo montevideano y porque la extensión de las elecciones también jugó su papel. Y esto también forma parte de las condicionantes que hacen aún más meritoria la victoria en la zona metropolitana.
Importa y mucho haber mantenido una lucecita prendida en el interior lejano, hablo de Salto, logrando sortear el peso de una gestión en su haber y en un departamento con una sociedad que roza lo estamentario. Más allá del candidato, cuyas actitudes personales le han hecho daño a la organización política y a la concepción social de lo que debería ser un político de izquierda o progresista, allí el Frente Amplio tiene una posibilidad que debe ser encarada con enorme responsabilidad para que el ya anunciado recorte presupuestal se transforme políticamente en el renacer frenteamplista del interior, contagiando al resto de los departamentos.
Por último, y para hablar en plata, la comparación posible siempre es con uno, es a priori la más rigurosa. Si, el Frente Amplio perdió votos de Octubre 2019 a Setiembre 2020, fueron solo 20.059 en todo el país y es lo que siempre pasa de una elección nacional a una departamental. El Partido Nacional trabaja mucho las figuras locales y utiliza los recursos de sus Intendencias para a último momento torcer votos en su favor, sumado a que el Frente Amplio en su conjunto y todos los sectores que lo componen no destinan ni los recursos ni el desvelo político necesario por el resto de los departamentos ubicados “afuera” de Montevideo. Ni que hablar por los municipios en el interior del interior.
El asunto es que si uno logra trascender la “pérdida” de algunas intendencias gobernadas por el Frente Amplio, en sus distintas modalidades: Rocha con tres gobiernos consecutivos, Paysandú alternando y Río Negro en su debut…y analiza los datos, obtendría: que en Río Negro el Frente Amplio creció un 15%, que en Rocha creció un 20%, que en Paysandú creció un 1,5%. Y si le sumamos las otras 3 intendencias frenteamplistas (también en sus distintas modalidades, porque Salto viene de alternar con el Partido Colorado), tenemos: que Salto creció un 10%, que Montevideo creció un 4% y que Canelones creció un 14%.
No es menor que a poco de haber sufrido la derrota electoral más importante de los últimos 15 años, como lo fue el haber perdido el gobierno nacional, con la pandemia en el medio que -a su vez- sumó a la popularidad del nuevo gobierno…el Frente Amplio hoy se encuentre gobernando para 1.964.000 personas, el Partido Nacional para 1.219.000 y el Partido Colorado para 104.000.
En donde estamos
A pesar de lo expuesto en los párrafos anteriores, sin que sea contradictorio en números o en espíritu, estamos ante la consolidación del retroceso electoral de octubre. Era más esperable que pensar que a la gente le bastarían 6 meses de gobierno para entender que el cambio fue regresivo, es regresivo. El Partido Nacional se hace fuerte en las elecciones departamentales y, más que darlo como un hecho, habrá que recurrir a la historia para poder entenderlo y habrá que entenderlo para poder ayudar a transformarlo para no tener que seguir dándolo como un hecho cada 5 años.
Y este proceso no es de octubre, en octubre nos llegó la síntesis. Este proceso ni siquiera fue pensado en Uruguay, lo vimos venir desparramándose por América, más temprano que tarde nos iba a llegar, por los votos, por ANCAP, por algún invento o sin porqué…y hasta me animo a decir que le planteamos buena pelea para que recién ahora nos llegue.
Si, claro, es lunes y estoy con el diario. Siempre es lunes, siempre hay que estar con el diario. Para no caer en fórmulas para siempre, en métodos iguales para todos, en verdades que se aplican en un tiempo y espacio determinado…y hasta ahí llegan, hasta ahí deberían de llegar o hasta que las mismas condiciones así lo demuestren, pero no como una biblia.
¿Qué habría pasado en Montevideo si hubiera triunfado esa propuesta, cuasi caudillista, de candidatura única? ¿Hacia qué lado habría ido el “voto descarte”, que lo hubo y en grandes cantidades, no contento con el o la candidata que le estaban imponiendo? ¿Cómo puede haber sido tan distinta la perspectiva entre una elección departamental y una elección municipal, íntimamente ligadas entre si? ¿Cuántas vecinas y vecinos terminaron sumando su voto a Raffo porque conocían a uno de los más de 10 candidatos a alcalde de la oposición, y no así a la única o único candidato del Frente Amplio? A estas dudas hay que sumarle el contexto: la disputa cierta en el territorio, lo público o notorio de la figura elegida, la mirada corta de los que dieron todo por ganado y se dedicaron a acomodarse mejor.
Hablemos en plata nuevamente, perdimos el CH porque nuestra candidata no pudo contrarrestar la suma de los votos de 10 candidatos de la coalición, en el E nuestra candidata tampoco pudo contra los 10 de la coalición sumados y en el F nuestra candidatura única peleó contra 13 candidatos de la coalición. A esto sumémosle que la impresión de listas municipales por parte del Frente Amplio fue una tomada de pelo, en el Zonal E algunos sectores todavía seguíamos recibiendo puchitos a menos de una semana de la elección, puchitos que no llegaron ni cerca a la mitad de listas departamentales que teníamos para entregar. Y ni hablo del tiempo que nos llevó concretar la alianza con un sector del Partido Colorado que quería apoyar al Frente Amplio o cómo esta se terminó resolviendo. ¿En qué momento o en qué lugar vamos a discutir de que la estrategia de lo único es una estrategia de achique? ¿Y que en el achique podrán triunfar los sectores que manejan muy bien las internas, pero el conjunto del Frente Amplio siempre va a terminar perdiendo? Le reclamamos a la gente que se olvidó como vivía hace 15 años y nosotros nos olvidamos como hicimos hace 15 años para transformarnos en la fuerza de gobierno, sumando a sectores progresistas que venían de los Partidos Tradicionales.
Repetimos una campaña que en octubre no nos dio resultado, un poco porque a octubre ellos lo trabajaron durante 5 o más años y un poco porque a la gente no se la corretea de un día para el otro, ni siquiera con miedo. Si vamos a seguir en esa, prefiero perder mil elecciones.
Y volvemos a repetir el mismo error con el interior, no darle bola en toda la campaña y asombrarnos con los resultados. Pero el error es aun mayor, porque las mismas aberraciones también se encuentran a 20 minutos de 18 de julio y Ejido, las mismas aberraciones también se encuentran a media cuadra de tu casa con el vecino al que le huís porque escucha plena todo el día o a 2 metros tuyo si es que te animas a levantar la vista del “live” en el que te acomodas el pelo de manera sensual y/o te haces el gaucho que no entiende nada de tecnología.
Nada se cambia si no se entiende y nada se entiende si no se está, pero estar de estar y no de sacarse fotos para contar los “likes”.
En donde tenemos que estar
Apenas han pasado 6 meses del nuevo gobierno -aunque nos parezca una vida- y no vamos a cambiar la situación actuando como un novio que piensa recuperarte mandándote 100 mensajes al día enseguida de haber dejado.
El resultado electoral es una foto, es la foto de un momento que al materializarse nos da cuenta de su existencia. Pero lo material está siendo abonado todos los días, por todos menos por vos que seguís construyendo esa sociedad ideal en tu cabeza o no encontrás la humildad necesaria que acompaña a toda construcción de sabiduría.
Por suerte, incluso con lo esquiva que ha sido, se terminó este período electoral. Tendremos que hacer catarsis para dejar salir todo, que sea un colador que nos devuelva la imagen de lo que ha quedado para -a partir de allí- poder trabajar. No por el 2024, sino por nuestra propia dignidad, nuestra propia existencia.
Que la indignación se transforme en organización antes de que se entretenga con una nueva indignación de un gobierno que no votamos pero que ahí está, que nos permita hacer los mayores esfuerzos por entender como aquel vecino a quien le cambiamos la vida o a quien le dimos una mano en todos estos meses de hambre, nuevamente se dejó marear. Y si realmente le cambiamos la vida, de qué forma sí y de qué forma no. Y si acaso el mareo constante es una realidad o una interpretación lejana, o tal vez una muestra de que no todo pasa por la macroeconomía o la macropolítica, que no todo pasa por lo general y lo céntrico sino también por los disruptivo y periférico.
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