Soledad López
La acumulación histórica e ideológica que pretende caminar hacia un desarrollo civilizatorio que nos permita avanzar en términos de justicia social, no puede ser evaluada -estrictamente- en términos electorales. Aún así, la expresión electoral a través del voto, como el desarrollo ético y estético de las campañas políticas hablan -o no hablan- de esta acumulación.
Lo que se dice y se muestra.
El discurso y la imagen del “primero”, de “la uno”, del “ganador”, de lo “único”, del genuino, no es más que el discurso que consolida la centralización y concentración del poder en determinadas figuras, sin embargo, detrás de esas figuras se esconde un entramado de poder. El poder capitalista y patriarcal tiene esa virtud, ese arte de ser invisible y de ejercerse. En la era de la vigilancia permanente y filtración de información necesariamente -más allá de la obscenidad que parecieran mostrar con toda libertad-: su fortaleza no está en lo que se es capaz de mostrar, sino en lo que se es capaz de esconder detrás del acto obsceno. Es decir, niegan lo que son, asumiendo lo que desde lejos se puede ver: declaran la punta del iceberg para esconder lo que subyace bajo mar.
Acercar a las mujeres a cumplir el mandato de la masculinidad hegemónica a través de discursos, imágenes y roles, no es feminismo. Ejemplo claro es el de Montevideo, una candidata única, exitosa y vestida de azul -color que históricamente fue y es utilizado por el poder real desde Europa y sus reinos-.
Lo que no se dice y no se muestra.
La campaña política fue -o no- una oportunidad de mostrar prácticas culturales que contribuyan a la construcción de una cultura política diferente al modelo hegemónico, implícita o explícitamente. Visibilizar -aunque sea parte- de la construcción del sujete colective como forma de reafirmar su consolidación en la etapa, es la forma de saldar el modelo individualista. A través de discursos múltiples, críticos, desjerarquizado -o re jerarquizando- los diferentes niveles de gobierno, los saberes y prácticas.
Los medios masivos de comunicación en Uruguay históricamente han invisibilizado al campo popular, y este ha explorado diferentes formas de comunicación a través del desarrollo de diversos dispositivos culturales mostrando, revelando y construyendo otras prácticas culturales. Porque el sujete colective que va en búsqueda de la justicia social, es profundamente revolucionario, y consciente que para avanzar es necesario sortear la trampas de los poderosos. En el camino aprende: sí persigue el objetivo estratégico.
La acumulación.
Las campañas electorales desnudan en su desarrollo ético y estético las relaciones de poder habilitadas a visibilizarse en un momento histórico determinado: la avanzada neoliberal y conservadora en Uruguay es clara, si analizamos la contienda electoral en estos términos. El desafío de la etapa es reconstruir fuerzas, desarrollar sujete colective que comprenda por qué permea este discurso y cómo hacemos para construir pluralidad discursiva en donde se vean representadas todas las injusticias. Es responsabilidad de hoy, hacer frente a las minorías que con el desarrollo cultural conservador se consolidan en el poder, a través de dispositivos culturales que nos acercan a unificar aún más las causas populares.
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