Colectivo Mate
Cuando el “estar con la policía”, ser “hincha de la policía” esconde el deseo de tener una policía que esté con él o que hinche por él.
El Ministro del Interior Dr. Jorge Larrañaga intenta convertir a la Policía Nacional, a la Policía de todos los uruguayos en “su” policía y es en esa lógica perversa que se explica su accionar destituyendo al Jefe de Policía de Montevideo e instaurando un accionar inquisitorio sobre oficiales y sub oficiales para saber quienes están de su lado y quienes no.
Esta guerra no es como lo prometiera contra la delincuencia sino contra todos aquellos que no se ajustan a sus dislates.
Varios frentes de batalla tiene el Ministro abiertos al mismo tiempo, que lo están llevando a tomar decisiones equivocadas que lejos de acercar aliados y ganar el respeto de sus subordinados lo convierten en el detractor de cualquier política pública de seguridad debilitando a la policía y su propia imagen en una interna que no es sencilla. Confunde el Ministro respeto con miedo, autoridad con obediencia por temor.
La Policía Larrañaguista
Al “Comisario Político”, Guillermo Maciel actual subsecretario asesor del actual presidente, ex integrante del programa de seguridad del partido colorado, se suman ahora todos aquellos oficiales de policía que provienen justamente del herrerismo y que fueran designados directamente por Lacalle Herrera, representando la vieja guardia dentro de la institución policial. Cualquier accionar de estos Jefes es tomado por el Ministro como una afrenta a su autoridad y como una excusa para removerlos bajo la sospecha de estar siendo traicionado y con la consiguiente y supuesta pérdida de confianza que en realidad nunca tuvo en ellos.
La vieja guardia herrerista está representada por oficiales como Erode Ruiz que se mantuvieron en actividad durante los gobiernos del Frente Amplio y por otros que desde hace más de 6 años estaban alejados de la dinámica policial, desconociendo los cambios que se llevaron a cabo y desdeñando los avances tecnológicos y en materia de política criminal.
Por otro lado la autoridad persigue a todo aquel que haya tenido algún lugar destacado durante los 15 años de gobierno del Frente Amplio por considerar que esos policías son frenteamplistas. Se equivocan una vez más, puesto que muchos de esos a los que hoy persigue decían sin vergüenzas ni temores a los ex jerarcas del Ministerio del Interior que ellos no eran frenteamplistas reconociéndose como blancos y/o colorados, sin que esto haya sido motivo de persecuciones, remociones o impedimento para desempeñarse con profesionalismo al frente de la tarea que se les encomendara.
En este escenario se ha prescindido de valiosos policías que han sido sustituidos por viejos rencores y malas prácticas de gestión del delito.
Muchos de los hoy perseguidos por el ministro omitieron declarar que eran blancos larrañaguistas como gustan llamarse los que acompañan a Jorge Larrañaga en su gestión, tal es el caso del actual Director de Convivencia y Seguridad Ciudadana y del Director General de Secretaría, es decir que todo aquel que no se haya declarado larrañaguista está bajo la mirada atenta de un cada vez más reducido séquito de feligreses fieles al jerarca.
Nunca antes como ahora la policía vivió presa del miedo que provoca ser conducidos por una persona que actúa de manera errática, buscando traiciones donde no las hay y que puede con sólo una firma arruinar la carrera de años de cualquier policía. Este accionar no sólo provoca temor por las consecuencias personales sino que la tropa sabe que sin una conducción firme, con objetivos claros y estrategias definidas otros actores del concierto multicolor pueden llegar a imponer su deseo de militarizar la policía o peor aún de someterla al mando militar. La actitud revanchista y tribunera pone al Señor Ministro en el lado opuesto al que prometió estar. No se respalda a la policía cediendo terreno, prescindiendo de profesionales por su supuesta o declarada filiación política, el verdadero hincha respeta, cuida, alienta y nunca genera miedo.
Mientras Larrañaga busca enemigos dentro del Ministerio del Interior y de la Policía Nacional la delincuencia gana terreno, la convivencia se deteriora.
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