M.I.L.
Ante los embates del neoliberalismo muchos reclaman nuevos líderes de la izquierda, como si eso no debiera acompañarse de teoría. Sin embargo, es necesario recordar que los movimientos de izquierda nacieron ligados tanto a la práctica como a la teoría, de tal modo que la teoría acompaña la práctica y la práctica a la teoría. Por ello considero necesario realizar un retorno al materialismo dialéctico, comprendiendo como niveles de la dialéctica: la relación teoría-práctica, las contradicciones y los antagonismos de clase, y el análisis de las contradicciones internas y externas en el seno de la política.
En términos generales la dialéctica examina las cosas, sus propiedades y relaciones, así como sus conceptualizaciones, en interconexión y movimiento, indicando las contradicciones. Con ello, se busca dar lugar a procesos de síntesis que busquen trabajar sobre esas contradicciones buscando las trasformaciones necesarias, tanto a nivel práctico como en la teoría.
Bajo este planteo no existen teorías ni prácticas perfectas ni monolíticas (ni siquiera del propio marxismo), pues el uso consciente de la dialéctica permite no sólo un uso adecuado de los conceptos, o un análisis profundo de los fenómenos políticos y sociales, sino además conocer las regularidades de tales fenómenos, así como sus puntos de fisura, de falla.
El materialismo dialéctico siempre tiene una relación con la materialidad del presente que se hace historia y discurso. Por lo que le interesa la interrelación entre historicidad, ciencia, política, economía (nacional e internacional) y discurso. O si se quiere, la manera en que la materialidad de cada una de estas áreas se entrelaza interdiscursivamente, construyendo metarrelatos, e insertándose en prácticas que afectan las relaciones sociales, laborales y afectivas. De esta manera, el materialismo dialéctico es una herramienta crítica de análisis de lo real, que mira al presente bajo una concepción integral del mundo y del hombre.
Ante tal herramienta, no nos alcanzaría aquí con destacar su necesidad ante los cambios vertiginosos que experimentamos a nivel de la ciencia y la tecnología, de las relaciones económicas, o de la vida nacional, ya que muchos, apenas escuchan la mención al materialismo dialéctico, creen que venimos a recuperar una antigualla, y que es hora de abandonar esas ideas.
En relación con quienes plantean un reformismo de las ideas de izquierda es necesario advertir que tienen razón en la necesidad de pensar nuevamente la teoría, pero ello no surge del vacío, tampoco se crea renegando de todo. La teorización marxista podrá merecer su trasformación a la luz del presente, pero muestra las bases para un análisis profundo, enfocado en la trasformación social y la generación de una serie de cambios orientados a una mayor emancipación de los seres humanos, de reducción de las diferencias económicas y de una sociedad más justa.
Por esto, ante este planteo que desarrollaré en otros textos, y bajo la ya clásica crítica interna y externa de quienes declaran que el comunismo ha fracasado, (y que no se debe ser ni materialista, ni idealista, ni creyente, ni ateo, ni tener una ideología completamente definida, sino que hay que estar abiertos a recuperar lo mejor del capitalismo y de la izquierda, y que de última lo importante es que queremos lo mejor para todos), es necesario plantear que todo esto puede sonarle muy lindo para algunos, pero ¿cómo es posible hacer esa recuperación política de capitalismo e izquierda? ¿apuntamos meramente a una socialdemocracia? ¿es esto lo que queremos? ¿o se apunta a otra cosa? Y si es así, ¿qué sería esa cosa?, ¿cómo se instrumenta? y ¿cómo se define?
Sea cual sea la respuesta, la articulación capitalismo- pensamiento político de izquierda no es algo trivial (si es eso lo que se desea), ni se resuelve de manera ingenua. Tampoco es ingenuo lo que se esconde tras ese pensar reformista.
Si bien varios reformistas plantean criticas al marxismo que no se pueden desechar a la ligera, ya que proponen ideas interesantes y profundas que deben ser consideradas, es cierto que entre aquellos que demandan una trasformación de la izquierda, algunos lo hacen sin traer ninguna propuesta. En estos es done parecería mostrarse con mayor claridad una ambigüedad política, una crítica al partidismo (en ciertas ocasiones), o una intencionalidad de superar el materialismo. Esto a todas luces hacen sospechar del efecto del capitalismo capilar en ciertos compañeros.
Compañeros que, si bien se declaran de izquierda, creen que cualquier filiación profunda con un movimiento político, sindicato, o partido es perder parte de su soberanía individual o sus ideas, como si tales ideas y soberanía fueran realmente suyas, independientemente de cualquier influencia cultural, económica, social, política.
No crean que esto es una crítica, más bien nos advierte de una situación general que puede describirse. Es obvio que todos estamos bombardeados por ideas e ideales del capitalismo, basta ver si uno se identifica con las ideas de “éxito”, “emprendedor”, “se tu propio jefe”, “competencia”, “productividad”. etc. Una “lluvia” de términos del discurso empresarial que hemos naturalizado sin captar su trasfondo ideológico claramente liberal.
Por ello, ante la necesidad de desmantelar este “naturalismo capitalista”, es necesario recuperar el materialismo dialéctico, pues si bien puede ser necesario económicamente que existan polos de libre mercado, no por ello creo que se debe abandonar las políticas de protección social, del fortalecimiento de la banca nacional y de una economía más planificada, ni tampoco dejar de advertir que los interés contemporáneos de clase financiera y de las empresas multinacionales se oponen a los de la gran mayoría de la humanidad.
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