Leniatov
Los estudios lingüísticos, científicos, económicos, e históricos nos permiten pensar y ubicar distintos elementos de la materialidad: del mundo, el lenguaje, la naturaleza, los objetos, el capital, etc. Que tienen en común, como característica, su perdurabilidad en el tiempo, aunque también su capacidad de ser alterados bajo procesos de transformación, destrucción, inversión, gasto, etc. La materia puede entonces ser alterada o no, pero ella se ubica en todo aquello que se altera. Incluso en lo que se altera por efectos del mercado.
En el mundo observamos objetos y fenómenos políticos, sociales, económicos y naturales, que si tienen algo en común, es que poseen una base material, una base material que puede ser incluso “destruida”, pero la cual es referencia para pensar esa destrucción. Existe así un principio de conservación de la materia, referido a la (casi) indestructibilidad del átomo, que muestra que la naturaleza puede ser destruida, pero los átomos, como unidades mínimas siguen allí, quizás ya no enlazados con otros, o presentes en otras sustancias que las de la naturaleza, pero siguen allí.
La acción la especie humaba bajo las premisas del capitalismo salvaje amenaza con destruirnos. Ello se debe a la codicia, la perversidad, el mito del libre mercado, y la extraña confusión entre conservación de la materia y conservación de la vida. La vida, al contrario de la materia si se puede destruir, pues la vida es materialidad orgánica en movimiento, desarrollo y transformación. Aquí también hay átomos y riesgo de destrucción, aunque su destrucción puede implicar la finitud de lo vivo, pero no por ello de los átomos.
Lo vivo y lo no vivo se presentan así como dos polaridades de la organización material. En ambos se presenta una estructura, más la finitud de lo vivo muestra la destructibilidad de la naturaleza, aunque no así de sus átomos.
Existe así lo que se conserva y lo que cambia, lo que se mantiene o se destruye, lo que es o deja de ser. Esto no sólo es válido ante el estudio de los fenómenos naturales, lo es ante la política.
La izquierda esa materialidad, capaz de mutar, transformarse, fijarse en cierta estructura o incluso ser destruida, pero el “átomo” de la izquierda es indestructible. El “átomo” de la izquierda es el principio de resistencia y de lucha ante la muerte, ante las amenazas de la vida.
La izquierda en su atomicidad no puede desaparecer, no importa que ocurra, si hay desorganización, si los compañeros parten. Hay algo de ellos que perdura en el recuerdo, el corazón o la memoria. Hay algo del pasado que sigue aquí. Aún en la falta de organización hay expresión de la vida, la lucha, el reclamo, el intento de vivir de otra manera, y ese principio llama a la organización, a la reunión, al movimiento, o la masa.
La izquierda es, en su base material y dialéctica, ligazón, pues reconoce que existe una base universal de diferentes conexiones, movimientos, grupos, cuyo principio es resistir, cuya base mínima son los “átomos” de la izquierda. En el fondo ellos son el principio incipientemente y organizador del cambio a favor de lo vivo. Más esta organización no es algo ya dado, existe como potencia en la materialidad de los “átomos” de izquierda, aunque es necesario establecer alianzas, reorganizar las conexiones, integrar nuevos compañeros, “abrir la cancha”, dar forma.
El “átomo” de la izquierda no es el individuo, el individuo es el resultado del capitalismo capilar, que nos ha hecho creer que somos unidades independientemente del resto, que poseemos conciencia, creencias, deseos, propios, o que yo importo más que el resto. El “átomo” de la izquierda es movimiento, nexo, interacción, espíritu material que nos trasciende pero que encarna lo vivo. El “átomo” de la izquierda es el principio mínimo de todo lo que busca vivir más allá del pragmatismo del mercado. Es la rabia ante la injusticia, la rebeldía ante la indiferencia que aplana, lo que nos llama a pensar y ver que hacer ante el embate neoliberal, aunque aún no sepamos bien que.
El “átomo” de la izquierda nunca morirá, pero necesita de lo humano para organizar su potencia. Necesita de ti, el átomo de la izquierda esta en ti, pero no puede expresarse con toda la potencia de la comodidad del sillón. Es necesario seguir su impulso. Ese que te dice “hay que salir”, “así no podemos vivir”, “hay que organizarse”, “debo acércame a la política”.
Aunque la maquinaria estupidizante de las mil y una aplicaciones del celular te aplanen, te adormezca, o te permita aguantar este mundo que va en rumbo de colisión a la mierda (con perdón de la expresión). Tu sabes como yo que el “átomo” de la izquierda reclama tu participación real. Quizás, entonces, sea hora de reiniciar la marcha de tu lugar en relación con la política.
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