Anahí Arizmendi
(tomado de Hinterlaces 8/1/2021)
El Asalto al Capitolio por grupos pro Trump, cual película de Hollywood, esconde años de producción y financiamiento previo para consolidar la puesta en escena de una narrativa simbólica que le diera visibilidad y legitimidad a la extrema derecha norteamericana, que ha sido financiada y exaltada por el discurso supremacista y de odio del ahora expresidente de Estados Unidos.
En una campaña de recaudación sin precedentes en ese país, Trump se hizo de doscientos millones de dólares en su causa contra «el fraude electoral” a través del Comité de Política de Liderazgo PAC y su organización Save America, organizaciones recaudadoras legales y con pocas regulaciones. El dinero se suma a la ya cuantiosa fortuna de Trump para financiar su próxima elección presidencial y la carrera política de sus adeptos; así como destinar recursos a la unificación de grupos de milicias de extrema derecha, que ahora se constituyen en su ejército privado, cuya presentación en sociedad, cuestionó el sistema de seguridad norteamericano y dejo en evidencia las contradicciones de un modelo político, económico y social agotado.
Financiamiento e Impunidad
Si el bien el movimiento de milicias paramilitares de derecha no es nuevo en Estados Unidos, las teorías conspirativas como QANON y el discurso supremacista de Trump le han dado nuevo aliento. El movimiento se ampara en lo que denomina la “Cláusula de las Milicias”, la segunda enmienda a la Constitución de los Estados Unidos y otras disposiciones similares y constituciones de otros países, bajo la premisa que tener armas es un derecho.
La Teoría conspirativa QANON, entre cuyas caras visibles esta Jake Angeli, quien se compara con Jesús y Gandhi y cuyo rostro se hizo viral al entrar vestido de bisonte al Capitolio, trata sobre la lucha contra un estado oscuro y profundo que busca mantener sus privilegios y la «pedofilia demócrata» contra la que «lucha» Trump.
En el marco de estas teorías, las redes sociales se inundaron de informaciones falsas sobre el COVID-19, las protestas de Black Lives Matter y la elección presidencial de 2020 en Estados Unidos. Varios simpatizantes de QAnon enfrentan cargos por crímenes violentos, son militantes del movimiento antivacunas, mafiosos o han sido acusados `por amenazar con matar a Joe Biden. El FBI caracterizó a QAnon como «una potencial amenaza terrorista nacional».
Sus adeptos han ganado espacios en la política norteamericana. Entre ellos la senadora por Georgia, Marjorie Taylor Greene, quien en sus redes sociales afirmó «hay una oportunidad única en la vida de sacar a esta camarilla global de pedófilos adoradores de Satanás, y creo que tenemos al presidente para hacerlo»
Durante su gestión, Trump fue alimentando el movimiento ultraderechista y sus milicias, nacidas en la década de los 90, que piensan que detrás de la «dictadura» del gobierno hay una conspiración izquierdista conocida como el Nuevo Orden Mundial. Con total libertad, este tipo de organizaciones acumularon armas y explosivos, que exhibieron abiertamente, así como su intención de destruir edificios o asesinar dirigentes políticos.
Las nuevas tecnologías, bien conocidas por Trump, sirvieron de instrumento para el reclutamiento y difusión de estas organizaciones, entre ellos los denominados grupos de la derecha alternativa, conocidos como “alt-right”, con gran conocimiento de las redes sociales en las que promueven «blancos intelectuales» y la llamada «conciencia racial blanca».
Otro grupo que ha acompañado a Trump en su tesis de hacer a América Grande son “Los Proud Boys» (Hombres orgullosos) que diseminados en varias partes de Estados Unidos, han venido incrementando su número de adeptos. Liderados por el cubano-estadounidense Enrique Tarrio, la agrupación ha sido denunciada por actos violentos y agresiones a afroamericanos y detractores de Trump.
La relación del ex Presidente con sus seguidores paramilitares ha transcurrido de forma abierta frente a las cámaras. Al ser consultado en el debate presidencial del año pasado sobre estos grupos fascistas, se limitó a responder que «retrocedan y esperen». Cual «células dormidas», Trump activó un ejército que ya había tomado Michigan con armas largas contra las medidas de confinamiento por el COVID 19 y que en movilización publica anunció que iría a Washington a defender el triunfo de su líder.
Bajo el silencio de demócratas y republicanos y a pesar de las advertencias del FBI, Trump mantuvo un mensaje de apoyo abierto a sus seguidores. Al referirse a QANON, el año pasado dijo que lo importante es que “estos estadounidenses aman su país” y eso a él le “gusta mucho”. En el 2017 se negó a condenar a los Proud Boys luego que uno de sus miembros atropellara civiles con su vehículo durante el mitin nacionalista Unite the Right en Charlottesville. Sus partidarios obtuvieron un año después autorización para manifestar frente a la casa Blanca pero fueron rechazados por grupos anti neonazis.
A los grupos de apoyo convocantes para la toma de la Congreso se sumaron los Oath Keepers, “Los guardianes del juramento”, asociación de ex militares, reserva militar, Guardia Nacional, veteranos del ejército, Oficiales en misiones de paz, y bomberos que prometieron cumplir el «Juramento a la Constitución» defendiendo el país de enemigos extranjeros y domésticos con la ayuda de Dios.
La presencia de un numero importantes de ex militares, policías y reservistas, en estas milicias paramilitares facilito la toma del Capitolio, donde compartieron hasta selfies y abrazos con las fuerzas policiales destinadas a «protegerla», lo que coloco la capacidad militar estadounidense en el debate público. Si tan fácilmente un grupo de extremistas puede asaltar el poder legislativo quien puede garantizar la defensa del territorio norteamericano? Preguntas similares inundaron en memes e interrogantes las redes sociales.
En 2018 una militante antirracista norteamericana declaro a AFP: Algunos «dicen que la mejor estrategia es ignorar a los supremacistas blancos, que no les damos demasiada atención. Pero nosotros realmente creemos que sería un enorme error dejar que los fascistas pisen fuerte el suelo de la capital del país, sin oposición».
Ya el pueblo advertía lo que la clase política se negó a atender y la coporatocracia norteamericana no tiene capacidad ni interés de frenar. La lucha entre globalistas y antiglobalistas, expresiones de las contradicciones entre los sectores económicos del modelo norteamericano, tiene raíces profundas. El sistema bipartidista y la institucionalidad se resienten, pero las respuestas pasan por decisiones de cambios en el modelo que fuera de Sanders, ni Biden parecen querer asumir. Entre tanto Trump aplica la formula con la que ha querido implotar los gobiernos incomodos en América Latina y fortalece política, financiera y militarmente, grupos paramilitares que han conseguido en él un liderazgo que los unifique. A diferencias de otras películas estadounidenses sobre tomas del capitolio y secuestros presidenciales, aquí no hay rusos, ni chinos. El paramilitarismo blanco asaltó el símbolo del poder norteamericano para anunciar que jugara un papel fundamental en los años por venir.
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