Mate Educación
El domingo 24 de enero se conmemoró internacionalmente el Día de la Educación. En Mate Amargo utilizamos la oportunidad de la fecha con la invitación a pensar en torno a los desafíos de la Educación frente a la crisis sanitaria y la urgencia de garantizar el derecho a la Educación.
Culminan las vacaciones estivales y vuelve la discusión y especulación acerca del comienzo de clases y la modalidad en que éste se dará en el marco de una cotidianidad afectada por la pandemia del COVID-19. Estas disputas, se dan tanto en el escenario nacional como el internacional, y los argumentos de un lado y de otro rondan, por un lado en la necesidad de garantizar efectivamente el Derecho Humano del acceso a la Educación -luego de un año donde ésta pasó a segundo plano-; y por otro lado, la mirada más esencialista y sanitarista de seguir atendiendo y “controlando” la propagación del COVID 19.
Para esta última postura, la premisa que rige es la de que los niños/as y su asistencia a centros educativos implicaría un riesgo sanitario asociado. Esto último, si bien es discutible a nivel biológico, ya que poco se sabe del virus y las condiciones de su propagación, es a su vez confrontado por quienes creen que el acceso a la Educación es un Derecho Humano fundamental que los Estados deben garantizar y priorizar.
En el caso uruguayo, esta discusión está latente y rodeada de especulaciones de cómo y en qué condiciones se comenzará con el dictado de clases. A pesar del ruido en torno al tema, las autoridades del Ministerio de Educación y Cultura ya anunciaron que las clases comenzarán como está planeado el próximo 1 de marzo.
Por otro lado, el Grupo Modelos y Ciencia de Datos del Grupo Asesor Científico Honorario (GACH) divulgó este viernes un nuevo informe sobre la pandemia, en el cual se trata la vuelta a clases, y se indica que “la perspectiva de abrir las escuelas con seguridad y alta presencialidad en marzo está en cuestión con incidencias más allá de la zona amarilla”.
Desde Mate Amargo, nos gustaría puntualizar algunos temas a tener en cuenta a la hora de plantearse esta disyuntiva. Por un lado, autoridades internacionales vinculadas a la niñez y la adolescencia alarmaron a los Estados, del peligro de someter un año más a los niños y adolescentes a la falta de clases. Remarcan que durante 2020 la brecha educativa asociada al nivel socioeconómco de la familia se acrecentó, al tiempo que además la no concurrencia a los centros eduativos implicó la vulneración de derechos y expone a los niños a situaciones de abuso infantil y trabajo infantil.
Por otra parte, se estima que la deserción será de cifras nunca antes registradas, lo cual significará un enorme retroceso, si la situación de falta de clases se extiende en el tiempo.
Desde el punto de vista de la salud, la pandemia y la “nueva normalidad” repercutió en la salud mental de niños, niñas y adolescentes de todo el mundo, por lo cual desde este aspecto también se vuelve importante el retorno a la presencialidad, al juego, a la integración y a compartir colectivamente los días en el aula.
Este artículo no intenta relativizar ni quitar peso a los riesgos sanitarios de la presencialidad educativa, pero sí poner al descubierto todo lo que implica dejar a los niños, niñas y adolescentes sin Educación, universal, gratuita y obligatoria.
La Escuela Pública es mucho más que un lugar al que se va a aprender a leer y escribir, es el lugar donde se crea comunidad, identidad. Reivindiquemos el derecho de nuestros niñas y niños a habitar y apropiarse de las aulas.
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