Un perchero, un tropiezo.

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@mateamargouy

David Graña

En 1917 la Primera Guerra Mundial se llevaba todas las miradas del mundo, algo que seguramente nos resulte familiar y de sentido común en los tiempos que corren.

Como hoy un evento histórico  que atraviesa a toda la humanidad mantenía en vilo a las personas de todos los extractos sociales.

¿Cómo robarle protagonismo a un evento de tal magnitud?

¿Cómo  cambiar el curso de la historia en algún aspecto de la vida humana?

¿Será posible hacerlo con un perchero y dos peones?

Marcel Duchamp tenía dos grandes pasiones en la vida: el ajedrez y el arte, ambas las desarrolló desde muy temprana edad hasta el final de sus días.

Cada faceta de Duchamp merecería una columna aparte, por ejemplo su paso fugaz por el fauvismo, por el cubismo o el postimpresionismo, corrientes pictóricas que abandonó rápidamente ya que no deseaba encasillarse en una sola “verdad” artística. Esa inquietud lo hizo ser el padre del arte conceptual, y uno de los artistas más influyentes del siglo XX.

Es por eso que lo recordamos por obras como “la fuente” el urinal que presentó a modo de broma en una exposición de la Sociedad de Artistas Independientes para que fuese incluido en su exposición anual, básicamente compró un urinario blanco de porcelana, lo tituló “Fuente”, lo firmó con el seudónimo de R. Mutt y lo presentó al concurso donde él mismo era jurado.

La obra fue rechazada, obviamente pero la broma traspasó varios límites y se le fue de las manos a Marcel.

Había creado la primera obra de arte conceptual, donde la idea es más importante que la técnica.

Él mismo habría dicho: “Les arrojé a la cabeza un urinario como provocación y ahora resulta que admiran su belleza estética…”.

Pero volvamos al ajedrez, no era un simple aficionado, Duchamp era un ajedrecista formado:

jugó repetidas veces el Campeonato de Francia, entre otros torneos internacionales.

Formó parte del equipo francés en las Olimpiadas de 1928 y 1930 y se enfrentó con muchos de los mejores jugadores de la época, de los cuales logró una victoria sobre Koltanowsky y tablas con Tartakower, Opocensky, Zsnosko-Borovsky y Marshall, entre otros.

Un dia, sus dos caminos, sus dos pasiones se entrelazaron en una obra magnífica, que como varias obras de Marcel está teñida de humor.

 

 

 

En el problema que vemos a la derecha, se inspiró duchamp para hacer la obra “Trebuchet” un juego de palabras con “trébucher” (el tropiezo). El “trébucher” consiste en una posición de final de peones muy particular donde se produce un zugzwang (palabra alemana que básicamente significa: el que juega pierde) recíproco, es decir, el que juegue primero pierde, el otro bando logrará capturar el peón enemigo y luego coronar el propio.

Duchamp representó este concepto con un perchero de madera con ganchos metálicos que atornilló al suelo. Este ready made forma parte de su obra vanguardista, muy polémica en esa época.

Imaginen ir por un museo y encontrar un perchero amurado al piso, intentar levantarlo, o preguntar que significa, o simplemente intentar no tropezar, o lo que es peor, ver gente despotricando por los superficial de los artistas que creen que cualquier cosa es arte… y Duchamp riendo tras bambalinas.

Al igual que Duchamp, siento que así debe de tomarse el arte, un juego desacralizado en el que se puede reflexionar, emocionarse, aprender y darle profundidad al pensamiento humano, sin tanta alaraca o aspavientos. La esencia misma del ajedrez, a divertirse pensando que lo demás viene solo.

 

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