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Varias investigaciones destacan que la crisis ahondada por la pandemia afecta especialmente a las mujeres. La crisis agudizó las problemáticas estructurales de género existentes en la sociedad y muy especialmente en el mercado de trabajo, repercutiendo significativamente en la autonomía de las mujeres. La desocupación y la disminución de los ingresos es un factor central que hace a las mujeres más vulnerables al no tener sustento propio, aumentando su dependencia, limitando aún más sus pocos espacios de decisión. El Patriarcado se retroalimenta asimismo en tiempos de crisis.
Las mujeres trabajadoras hoy se concentran en sectores de la producción y los servicios que han corrido mayor riesgo de contracción, sectores que han caído más con esta crisis. Esto hace a una característica particularmente diferente a otras crisis, y diferencia sus posibles salidas.
Por ejemplo, la gran crisis anterior a esta sufrida por Uruguay fue la llamada crisis del 2002. Previamente se había sufrido un proceso de desindustrialización vertiginoso, que sumado a la afectación a partir de 1999 de las exportaciones, fundamentalmente agropecuarias, trajo consigo el estancamiento y crisis también en este sector, caracterizado hasta ese momento por la escasa innovación. Se sucedió entonces el estancamiento ocupacional y salarial y luego su caída, arrastrando al sector servicios, rompiendo la cadena de pagos, y la debacle de un sistema financiero vampiresco de por sí, y por las políticas que lo apoyaron sin pedir nada a cambio.
¿Cuál era la característica de la mano de obra en aquel entonces y en los sectores más golpeados por la crisis antes mencionados? Para el año 2001, el sector Industrial contaba con una población activa donde el 64% eran varones (el 36% mujeres), en el sector agropecuario un 83% (16% mujeres), y en el sector financiero un 61% (37% mujeres), relación que con los años fue cambiando en la medida que se iban cerrando las brechas de género en el empleo, pero ese era el panorama al arranque de la crisis. Si bien toda la familia trabajadora fue alcanzada por la crisis, la afectación a la mano de obra masculina fue especialmente cruda. Para el año 2019, un año antes de la debacle actual, el sector comercio ocupaba un 60% de mano de obra de mujeres (38% varones), la enseñanza ocupa un 79% (21% varones), Restaurantes y Hoteles el 63% son trabajadoras (el 37% varones), el servicio doméstico se compone 91,5% de población activa femenina y solo un 8,5% masculina. Los datos expuestos fueron extraídos del INE, y desnudan la afectación especial de que hablábamos antes y que si no encaramos políticas diferenciadas para atender el problema del empleo, lo único que haremos es empeorar las diferencias. Esta vez no salimos estimulando el sector de la construcción donde más del 95% de su población activa es masculina.
Las mujeres están sobre representadas en la primera línea de combate a la pandemia, en el sector salud (82% de la población activa de ese sector), y además de educación. Súmese que el aumento de las tareas de cuidados en los hogares afecta directamente a las mujeres.
La mayor convivencia con potenciales agresores o agresores, sumado a la menor autonomía económica, eleva la peligrosidad de la violencia basada en género.
Las mujeres se concentran en las formas de trabajo informal y en micro y pequeñas empresas, más frágiles ante la crisis. La brecha digital es otra traba en momentos en que se desarrolla el trabajo a distancia, incrementándose así también la brecha de desempleo entre varones y mujeres. Las mujeres empleadas con baja calificación tienen mayor probabilidad de pérdida de empleo. Descrito está también la brecha financiera en el sentido del menor acceso al crédito que tienen las mujeres. Mujeres, sobrerrepresentadas en los hogares pobres.
Se hace urgente, más que nunca ir a la esencia del Patriarcado, y pegar en sus estructuras de poder.
A manera de síntesis
Sintetizamos en tres elementos las pruebas fehacientes de que la población femenina es más afectada en la crisis que los varones:
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Profundización de las brechas de empleo. Esto hace disminuir la cantidad de mujeres en busca de trabajo ante el desempleo mayor y la necesidad de volcarse a los cuidados del hogar de acuerdo a los roles sociales, cayendo la población económicamente activa de mujeres. O sea, se observa mucho más desempleo en mujeres que en varones, pero esta realidad se vuelve más acuciante cuando observamos la variación en la población económicamente activa. Este punto obliga a delinear políticas de empleo específicas para las mujeres
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La crisis ha ahondado las diferencias de ingresos entre mujeres y varones, las políticas generalizadoras terminan ahondando las desigualdades.
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Los cuidados recaen más en las mujeres. Es difícil entender como en momentos de pandemia en el Uruguay lejos de reforzarse la economía de cuidados, en muchos de sus sectores se debilita como es el sistema educativo y el sistema nacional de cuidados en el Uruguay.
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Son muchas mujeres con menos trabajo, con menos ingresos, con menos autonomía, aumentando la peligrosidad de la violencia.
¿Qué nos dice el INE para el 2020?
Mucho menos que antes, pero sin embargo se puede señalar la caída abrupta de la PEA femenina que señalábamos, así como las diferencias de los indicadores de empleo/desempleo según se expone a continuación para el mes de noviembre 2020.
Tasas |
Mujeres |
Varones |
Actividad |
55.1 |
68.9 |
Empleo |
47.3 |
63.3 |
Desempleo |
14.1 |
8.1 |
Fuente: INE Nota: Noviembre 2020 |
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