Pedro Irigoin
Desde hace un tiempo, nosotros la izquierda, (Frente Amplio, organizaciones sociales, sindicatos y todos aquellos que militan por la vida de las mayorías postergadas) los que creemos en los cambios sociales profundos que transforman para bien la forma de vida de los demás, nos venimos ocupando de defender los logros obtenidos, los procesos culminados y las gestiones que llevamos adelante con una mirada justamente de izquierda.
Desde hace tiempo nuestra energía se viene concentrando en eso con su máxima expresión en los tiempos electorales, en las elecciones que haya, pero obviamente en las nacionales, departamentales y municipales.
La derecha mientras tanto, agazapada, nos pegó en otro lado, esa derecha que nos enfrentó apuntando a nuestro relato y lo desmanteló fácilmente con errores propios y situaciones insólitas que supieron mediatizar y magnificar ante la opinión pública, únicamente podía pasar en un estado de fragilidad de nuestra izquierda.
Esa derecha luego de obtener el poder que les faltaba (en nuestro discurso «apenas el gobierno, no el poder real») comenzó sin pausa y con mucha prisa a pegarnos en las raíces culturales históricas y vividas: las ideologías no existen, las clases sociales son cosas del pasado, en la izquierda son iguales o peores de corruptos, la política no representa.
El de arriba hace y todos copian.
Ese ataque constante tiene su reflejo a nivel departamental y municipal, de este escenario no se escapa nadie. En nuestra localidad, la costa de oro, hay una orden expresa y eficazmente implementada por los representantes políticos del gobierno, de pegar donde nuestros gobiernos y la participación ciudadana echaron raíces.
El ataque sistemático a los lugares donde los municipios facilitaron pequeños emprendimientos, cooperativas sociales, intervenciones de vecinos con carácter social, es de no creer que suceda en plena pandemia y una magra temporada. En esos lugares es donde los concejales, Ediles y Diputados del Partido Nacional trabajan para el desprestigio de los procesos.
El Paseo Gastronómico y el de los artesanos en Parque del Plata, el centro de barrio en Atlántida, son denigrados por estos actores políticos de la derecha con una mirada de mercado y atacados desde lo filosófico, lo hacen sin medir consecuencias, las cuales en muchos casos pueden ser inclusive la pérdida de de fuentes de trabajo.
Ante esto, recuperar esa práctica real de la izquierda con la gente mediante la militancia en todos los ámbitos es la tarea, la mirada electoral resulta muy importante, pero la importancia de sostener los procesos de cambio en un mundo distinto al de ayer, es imprescindible. Hay que ser explícitos, ante las crisis y cuando la gente no tiene representantes, el único factor de poder que le queda son los procesos sociales, la prácticas cotidianas que nos sostienen entre todos para que no nos caigamos.
Pocos son los lugares de poder en el Estado, debemos defenderlos con una impronta de gestión impecable, que nos haga mostrar en todos sus términos, como los políticos no son todos iguales, que la izquierda tiene la antojadiza obsesión de gestionar mirando a los más necesitados, que las clases sociales existen y que mientras la democracia sea solo “representativa” cada interés y cada cual tiene sus representante. Muchos son los lugares donde debemos insertarnos, demasiados. Nuestra izquierda debe estar en las comisiones de barrio, en el baby fútbol, la escuela, la olla, el comité y todos los lugares de inserción social. Faltaríamos a nuestra propia historia, mirando de lejos como la derecha avanza, la gentes lo sufre y nosotros digamos que teníamos razón en las elecciones pasadas.
Es tiempo de asumir nuestro rol histórico y llegar a ser parte de todos aquellos que no están dispuesto de tolera vivir con la injusticia de vecino. Es tiempo de formar y tomar herramientas, nadie sobra en la construcción de una sociedad más justa, y por sobre todo no es momento de aflojar.
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