EconomíaPolítica.Uy – Marzo 2021
Finalmente la actividad económica en el año 2020 medida por la evolución del Producto Interno Bruto (PBI) cayó un -5,9%, dando por terminado el ciclo económico que había comenzado en el año 1998, cuando el ciclo anterior (1981-1998) alcanzó el pico máximo de crecimiento. A partir de 1999 comenzó, año tras año, una acumulación de resultados negativos (fase recesiva del ciclo) que culminaron en el descalabro económico y social de 2002. En ese año el PIB cayó -7,8%, un poco menos que 20 años atrás, en 1982 (-9,4%) cuando se desmoronó la dictadura cívico militar.
El nuevo ciclo que comienza hoy, lo hace en peores condiciones que el anterior, pues en 1999 la caída había sido de un 2%, casi la tercera parte que en el 2020. Agréguese a ello la confluencia de la crisis del capitalismo globalizado, con la pandemia planetaria del Covid19 y las políticas de restauración neoliberal que la coalición gobernante aplicará en todo su período de gobierno, y llegaremos a la conclusión de que estamos transitando por un quinquenio perdido, al cabo del cual (2024) nuestro país no será más próspero ni más justo.
En primer lugar este resultado de -5,9% se da de bruces con las proyecciones realizadas y defendidas por la actual ministra de economía, Azucena Arbeleche, y el director de Planeamiento (OPP) Isaac Alfie. Las estimaciones que sustentaron el Presupuesto Quinquenal 2020-2024 suponían un descenso del PIB de -3,5% para 2020i y un crecimiento de 4,3% en 2021 que, a su juicio, pondrían las cosas en su lugar nuevamente, en lo que se dió en llamar una recuperación en V. Pues nada más alejado de la realidad, y lo estamos sufriendo en carne propia. El descenso en 2020 fue superior en un 60% al estimado, y la encuesta de expectativas consultadas por el Banco Central del Uruguay (BCU) promedia un crecimiento inferior a 3% (2,9%) para 2021 y de 2,7% para 2022. Esto quiere decir que, según estas estimaciones, recién en el año 2022 se estaría recuperando el nivel de actividad registrado en 2019, y podría ser peor…aunque no llueva.
Estas diferencias con la realidad indudablemente van a tener serias repercusiones en el financiamiento del presupuesto votado el 10 de diciembre 2020, en función de que los ingresos recaudados van a ser inferiores a los previstos para financiar el gasto aprobado para el quinquenio. De todas maneras el plan para cumplir las metas fiscales continuará, basta observar cómo se mantuvieron en plena pandemia, por lo cual lo más seguro es que el gobierno se mueva de aquí en más en una lógica de ajuste permanente, que lo llevará a buscar trucos para no ejecutar el gasto aprobado, y a ir modificando las bases presupuestales en cada Rendición de Cuentas anual. Un gasto público aún menor al que se está ajustando e implementando tendrá repercusiones recesivas en la economía interna, y suma a nuestra hipótesis del quinquenio perdido.
Los resultados 2020
Si comenzamos a observar el resultado recesivo 2020 por el lado de la demanda, esto es del destino de la producción anual, podemos constatar (ver cuadro) que la demanda interna fue de mayor incidencia en dicho resultado, por su peso en el gasto global (78%) y por su descenso, tanto en el gasto de las Familias (-6,2%) como en el gasto del Gobierno (-6,4%). El “ajuste fiscal permanente” mantendrá esta pérdida de demanda por parte del estado uruguayo, y la pérdida salarial ya “programada” para 2021, auguran una demanda interna lamentablemente alineada a la fase recesiva del ciclo y procíclica. Por otro lado, la demanda externa que se materializa en las exportaciones tuvo una caída muy importante (-16%), que contrasta con el papel que el gobierno le ha otorgado en la recuperación (el “malla oro” al decir del Presidente).
Si ahora observamos la actividad económica desde la oferta o enfoque de la producción, allí encontramos solamente un sector con desempeño positivo, la construcción, que registró la dinámica de las obras de UPM y del ferrocarril centra, y el sector agropecuario que prácticamente se mantuvo igual (-0.4%) el cual dentro del panorama de recesión generalizado sin duda se ha beneficiado con ingresos transferidos directa o indirectamente por diversos mecanismos que requieren un análisis más detallado.
El sector agropecuario es el punto de partida principal en las exportaciones de bienes, por lo cual se ha beneficiado dos años seguidos de la devaluación más acentuada de la moneda nacional. En efecto, el dólar aumentó 15% en 2019 y 19% en 2020, muy por encima de la inflación (8,5% y 9,4% respectivamente), y ni que hablar de los salarios (estancados). Si además tenemos en cuanta los precios promedio a los que fue comercializada esa producción agropecuaria (precios implícitos), estamos en un caso similar al aumento del dólar en 2019 con aumento del 20% y en 2020 de 21%, superando con creces la evolución de precios de los demás sectores de la economía, que sin duda terminaron transfiriéndole ingresos en sus transacciones. Por último, el Índice del Excedente Bruto de la Industria Exportadora que elabora el BCU, una aproximación a las ganancias de dichos sectores, en diciembre 2020 fue 9% superior al de un año atrás. No todos perdimos, no para todos fue igual de dramático el año transcurrido.
La segunda característica que le otorgamos al final de este quinquenio, es un país con menos justicia social. El capitalismo se recupera siempre concentrando ingresos y riqueza en los sectores que serán la punta de la recuperación, y el actual gobierno potencia esto con su política económica.
Esto no tiene porqué ser siempre así, y lo demostró el Frente Amplio en sus 15 años de gobierno.
i Esas estimaciones fueron mantenidas pese a que el proyecto de presupuesto fue aprobado por el parlamento en diciembre de 2020
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