Rolando W. Sasso.
Domingo 28 de marzo, de luna llena. En una punta de la Cruz del Sur asoma una estrella tupamara. Acabo de enterarme del fallecimiento de David “Chichí” Cámpora. En plena pandemia, en pleno aislamiento, con cuanta soledad. Una enorme tristeza se apodera de mis sentidos y escribir estas líneas, son un desahogo, aunque no un consuelo.
Cómo pasa el tiempo. No puedo evitar recordar cuando trabajamos juntos en el Archivo Documental de la Lucha Armada, que hoy reside en el Centro de Estudios Interdisciplinario de Uruguay, en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Habías puesto toda tu energía en ello, desde que una resolución del Ejecutivo del MLN (Tupamaros), a poco de la salida de las cárceles, te encomendara trabajar en la edificación de un archivo con la gran producción documental del movimiento en la clandestinidad.
Respondiendo a tu pedido, David, los papeles amarillentos y gastados fueron llegando desde todas partes del mundo y en las jornadas de ordenamiento salían las anécdotas de cosas pasadas y guardadas en la memoria. Momentos de dolor y rabia matizados con instantes de alegría y satisfacción, amenizaban el trabajo que fue arduo.
Compartimos la meticulosidad en la tarea, desde el momento en que me enseñaste a ser metódico y constante para lograr los resultados esperados. Eras exigente en cuanto a la calidad de la información vertida en las fichas que se elaboraron y por eso el material logrado es de inmenso valor. Pero lo fundamental es que no lo atesoraste de forma egoísta, sino que lo donaste a la facultad para que todos los investigadores tuvieran acceso al mismo.
Definimos archivar los documentos, volantes, publicaciones internas y de difusión del movimiento tupamaro en épocas de clandestinidad y a la vez recoger el testimonio gravado de los compañeros que se pudiera, para desgravarlo textualmente y así engrosar el archivo. Así confluyen opiniones de todos los tonos y matices de tantos queridos compañeros. Quienes los lean tendrán en sus manos la historia viva del MLN, relatada por sus propios protagonistas.
Recuerdo entre otras la anécdota que narraste de la fuga de Punta Carretas, cuando 111 presos (setiembre de 1971) se evadieron por un túnel de las mazmorras del régimen, para continuar la lucha. No te habías anotado para fugarte en el Abuso, preferías quedarte preso porque te faltaba poco para salir en libertad y dijiste que mejor que otro ocupara tu lugar. Preferías no pasar a la clande y poder hacer un trabajo político legal. Pero se enteró el Bebe Sendic, que pensaba contar con el trabajo de un contador para las denuncias proyectadas de los ilícitos de la oligarquía y te dijo: “me enteré que no querés pasar a la clande”. Bastó ese comentario irónico para que te anotaras en la lista de los que se fugarían. Eso te cambió la vida.
Después caíste preso el 14 de abril de 1972 en la casa de los Martirena, en el barrio Malvin. Las FFCC estaban en plena contraofensiva y las tropas llegaron rodeando la manzana, violentando la vivienda. Allí asesinaron a Luis y a Ibette, los dueños de casa que se entregaban desarmados. Vos tuviste suerte de haber llegado el juez cuando descubrieron el berretín en el que estabas oculto. Pero fuiste de cabeza a la tortura. Paste 9 años preso hasta que te concedieron la salida para Alemania. Y volviste, como siempre volviste a militar en el Uruguay de la apertura tutelada. Como volverás siempre a estar con nosotros. Con la gente del archivo, con los compañeros de la columna 10 que seguirán juntándose mensualmente para comer juntos, con tus hermanos del alma. Volverás como siempre, con la estrella de cinco puntas en el pecho. Un abrazo David, Esteban, compañero, hasta la victoria siempre.