Bruno Arizaga
Una pandemia a comienzos del siglo XIX
Los cambios que la pandemia del coronavirus ha venido provocando en el mundo, han llevado a un trabajo de revisión por parte de historiadores y médicos acerca de otras enfermedades que hayan afectado críticamente -y con un alcance mundial- a sociedades de otras épocas.
Por ejemplo la viruela. Una enfermedad antigua, pero que entre el siglo XVIII y XIX experimentó una nueva oleada de contagios. La viruela es conocida por las severas erupciones en la piel que dejaba a su paso, también en su momento como una asesina letal, ya que se estima que a lo largo del siglo XVIII solo en Europa dejó por año cerca de 400 mil víctimas.
A comienzos del siglo XIX, cuando Hispanoamérica todavía no había cortado los lazos de dependencia con la Corona Española borbónica, el Rey Carlos IV puso en marcha una expedición filantrópica para llevar una novedosa vacuna contra la viruela a sus virreinatos que habitaban este lado del mundo: conocida como “Expedición Balmis”, en honor al médico a cargo de la misma, Francisco Javier Balmis.
El método de vacunación y preservación de la misma no era tan moderno como el actual: consistía en un fluído que se conservaba en algodones, que se guardaban “entre vidrios” o en las mismas costras provocadas por la enfermedad. Como el método de conservación en algodón entre vidrios no duraba el tiempo -y vicisitudes- que un navío de estas épocas podría sufrir en un viaje por el océano, para esta expedición se optó por el método llamado “brazo a brazo”. Es decir que la conservación fue en humanos, precisamente en 22 niños huérfanos de La Coruña. Este polémico, y hasta poco ético método si lo viéramos hoy, fue la primera expedición sanitaria en el mundo.
La primera parte de la expedición zarpa de España en noviembre de 1803 y toca suelo americano en febrero de 1804. La vacuna llegó primero a la zona caribeña de Puerto Rico y poco después al norte de Sudamérica, de todas formas el médico José Salvany (partícipe de la expedición) movió los hilos para enviar la vacuna al Río de la Plata y a través del Río Paraná. Si bien este intento en particular fracasó, en 1805 la fragata portuguesa «Rosa del Río» terminó por arribar con la vacuna a Montevideo, utilizando -también- el método “brazo a brazo” pero esta vez en 38 esclavos.
Posterior a las primeras guerras de independencia contra la corona Española, ya en 1816, año en que comenzaba la invasión de la corona Portuguesa a la Banda Oriental, sabemos por cartas de José Artigas desde su fuerte en Purificación que él mismo solicitó y recibió del Cabildo de Montevideo “vidrios de vacunas” contra viruela. Era prioritario resolver lo que ese “contagio desolador” había causado en los pueblos de su alianza confederativa y en otros pueblos que necesitaran este “beneficio interesante a la Humanidad”. Artigas comienza a enviar las vacunas a los distintos pueblos y lo hace acompañándolas de un “cuadernito”, que servía de instructivo para el procedimiento vacunatorio.
El Congreso de Abril
Entre los acontecimientos de la expedición Balmis y las cartas de Artigas, podemos entender que la pandemia de la viruela experimentaba una oleada de infecciones de alcance continental. Es en medio de este contexto sanitario que en 1813 la Banda Oriental celebraba una de las instancias más importantes para el futuro político, social y de las luchas de sus pueblos hasta hoy en día: el “Congreso de las Tres Cruces” o “de Abril”. Nombres que hacían referencia a la región en la que se iba a llevar a cabo, fuera de los muros de Montevideo (en el hoy barrio Tres Cruces), y porque iba a sesionar entre el 5 y el 21 de abril.
Está considerado entre los principales congresos de la revolución artiguista, junto al Congreso de Oriente de 1815 y el Pacto de Ávalos de 1820, en el trazado de sus ideas. El Congreso de Abril es famoso por la frase de Artigas que proclamaba: “mi autoridad emana de vosotros, y ella cesa ante vuestra presencia soberana”. Famoso también, siglos más tarde, por la tergiversación humorística de esa frase a cargo de una banda de rock uruguaya.
También este Congreso, los objetivos del mismo, son de una importancia y vigencia histórica que -aparte de consolidar la independencia de esta parte del mundo ante el imperio de España– buscaba la soberanía de los pueblos del Río de la Plata. Rompiendo con una antigua lógica establecida desde las épocas de la colonia, pero que adoptaba como propia e inamovible el nuevo gobierno de la Revolución de Mayo de 1810: mantener el poder económico y político de Buenos Aires sobre los pueblos del Río de la Plata y litoral de la actual Argentina.
Este centralismo, de los ricos criollos porteños, no garantizaba el bienestar económico y social de la diversidad popular que buscaba alcanzar su libertad política. Hablamos de los negros libres, zambos, indios, gauchos, criollos y criollas pobres, en fin: las mayorías. Para poder garantizarlo, Artigas proponía la construcción de una confederación que mantuviera una alianza entre los distintos pueblos, en primera instancia militar, pero con el fin de lograr entre estos la equidad de condiciones políticas y de distribución económica bajo una autoridad común. Esta era, según la historiadora Ana Frega, la síntesis de los reclamos de las numerosas ciudades de la región.
El ideal ya se podía entrever en la forma en cómo (de forma extraña para algunos) se realizó la convocatoria de este Congreso. Esta instancia de reunión solo era un pre-congreso para llevar planteos a la Asamblea Constituyente en Buenos Aires, la que establecería una “nueva república independiente”. Las órdenes porteñas fueron que los diputados solo debían de provenir de las “ciudades cabeceras”, en el caso de la Banda Oriental se referían: Montevideo y Maldonado. Según Ana Frega, Artigas -desobedeciendo al centralismo porteño– convocó a las poblaciones de villas, pueblos y parajes al este del río Uruguay, sin importar cantidad de habitantes o jerarquías.
Es así que de este congreso parten 6 diputados: de los pueblos de Montevideo, Canelones, Maldonado, San Juan Bautista y San José y Santo Domingo de Soriano, con un programa político común en la mano para proponer en Buenos Aires: Las “Instrucciones del Año XIII”. Con una intencionalidad clara, a los diputados artiguistas no les fue permitido el ingreso a la asamblea porteña, ya que las ideas centralistas peligraban con la presencia “federal”.
Vigencia del Congreso en su 208 aniversario
No podemos caer en un error histórico de decir que “la historia se repite”, y dar por sentado que en los tiempos de Artigas se vivía una pandemia con la viruela como la que vivimos hoy con el coronavirus. Estamos hablando de una época, hacia 1830, en que el territorio oriental apenas cobijaba alrededor de 74 mil habitantes, cuya movilidad y concentración diferían a nuestro Uruguay de más de 3 millones. Pero también hablamos de una época en el que no existían avances técnicos para evitar contagios, o la información no estaba ni a la velocidad ni al alcance de la mano para todos, con niveles de alfabetización que también dificultarían el correcto discernimiento de la información proporcionada.
Contamos, en éstos, nuestros tiempos, con ventajas que Artigas en los momentos del Congreso de Abril no tuvo. Por eso hoy, en el 208 aniversario de esta reunión y con un país recibiendo los peores golpes de la pandemia, la realidad nos interpela, nos impulsa a seguir sesionando su ideal transformador.
Este ideal federal, en unidad de pueblos, y popular junto a “los más infelices”, que generó la base de las independencias en la región del Plata. Si bien la constitución del Uruguay independiente no estuvo nunca en las ideas de Artigas, las ideas federales continuaron siendo por el resto del siglo XIX, un caudal político en defensa de la soberanía de los pueblos.
Este ideal democrático, no con la noción de democracia representativa que tenemos en el presente, sino más profunda aún, con un llamado popular a distintos pueblos (hoy del interior) para resolver el futuro de nuestra historia.
Artigas y el pueblo oriental, con sus “reuniones”, abrieron la puerta a ideas políticas todavía vigentes, ideas que levantan banderas en toda América por una patria más justa para todos y todas.
¿Cómo poner en práctica ese ideal transformador, democrático, cuando en medio de una pandemia no se escucha la voz de los pueblos y se profundizan las brechas entre los que más tienen con los que menos tienen? Tal vez este nuevo aniversario de un congreso artiguista nos llama también a mirar hacia atrás, a cuando un pueblo -sufriendo ataques del centralismo, de imperios europeos y de una enfermedad como la viruela- buscó resolver el contagio sin dejar de resolver con democracia popular la injusta realidad.
Cuidemos nuestra salud, pero también cuidemos las enseñanzas históricas de la democracia.
ANEXO BIBLIOGRÁFICO
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RIZZI, Milton. “Bicentenario de la expedición de la vacuna antivariólica y su introducción en el Río de la Plata”. Revista Médica del Uruguay, volumen 23, N°1. Montevideo, 2007.
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Comisión Nacional Archivo Artigas. “ARCHIVO ARTIGAS. Tomo vigesimoprimero”. Impresores A. Monteverde y Cia. S.A. Montevideo, 1987.
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FREGA, Ana. “Pueblos y Soberanía en la Revolución Artiguista. La región de Santo Domingo de Soriano desde fines de la colonia a la ocupación portuguesa”. Ed. de la Banda Oriental. Montevideo, 2007.
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Entrevista a Ofelia Piegas:
https://www.sarandi690.com.uy/2021/03/19/artigas-vacunas-viruela-profesora-ofelia-piegas/
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