Prof. Andrés Delgado
El título de este artículo cita el estribillo de la canción de Carlos Benavides titulada “Coplera de Salsipuedes”, canción que bastaría por sí sola para contestar varias preguntas sobre el laberinto de opiniones que es Salsipuedes y como los rostros de una parte de la población herederas y herederos de la pobreza, ponen por si solas en jaque al discurso del sector más tradicional y rancio de la derecha Uruguaya.
En 2009 Uruguay promulgó la ley 18.589 de apenas unos pocos renglones que establece al 11 de Abril (aniversario de la matanza de Salsipuedes) como «Día de la Nación Charrúa y de la Identidad Indígena». Y establece “En esa fecha, el Poder Ejecutivo y la Administración Nacional de Educación Pública dispondrán la ejecución o coordinación de acciones públicas que fomenten la información y sensibilización de la ciudadanía sobre el aporte indígena a la identidad nacional, los hechos históricos relacionados a la nación charrúa y lo sucedido en Salsipuedes en 1831”. Es el primer avance jurídico en materia indígena del Uruguay, un país que por casi 200 años había promulgado un discurso racista e invisibilizador de “país sin indios”. Luego en 2012 al realizarse el censo, se incluyó una pregunta sobre ascendencia indígena que arrojó el dato de que un 4,5% de las y los uruguayos se auto identificaba como indígena.
En 2014 Uruguay firmó y ratificó la declaración universal de Derechos de los pueblos indígenas, y entre 2015 y 2020 se hicieron muchas investigaciones científicas sobre la población Charrúa en Uruguay tanto sobre los del pasado antiguo como los de hoy. Por un Lado Lopez Mazz encabezó investigaciones arqueológicas sobre los llamados “cerritos de indios” y la facultad de Agronomía investigó a los primeros pobladores de hace entre 9.000 y 12.000 años por la dispersión de semillas de maíz, ambos estudios desmitifican al pueblo “nómade cazador/recolector” por un pueblo con un semi nomadismo estacional (volviendo siempre a los mismos lugares y quedándose tiempo prolongado) pescadores, recolectores, cazadores y cultivadores de maíz, zapallo y porotos. También estudios antropológicos como el de Andrea Olivera (“el devenir Charrúa en el Uruguay”) dieron una cara más social sobre las y los militantes de los colectivos Charrúas de hoy. Diversos estudios de la DINAMA en el marco del programa REDD+ dieron una mirada sociológica muy relevante evidenciando una brecha salarial entre la población indigena y la población no racializada (blanca) la cual es menor que la existente con respecto a la población afrouruguaya, pero existe. Por último más recientemente los estudios genéticos de Mónica Sanz demuestran que al menos un tercio de la población del Uruguay tiene por lo menos una bisabuela indigena dando a conocer incluso, que hay hoy día personas con genes que se corresponden con los registros óseos de los primeros pobladores de estas tierras, que hoy llamamos Uruguay, de hace varios miles de años atrás. La lengua Chaná (una de las lenguas de la macroetnia Charrúa) que se creía perdida reapareció tras el hallazgo (por parte del lingüista Viegas Barrios) de un hablante de la lengua en Paraná, entre Ríos Argentina, Don Blas Jaime cuyos padres son oriundos de Paysandú que hoy tiene 86 años. Hace ya 5 años que se viene reaprendiendo la lengua por parte de algunos miembros de los colectivos indígenas, lo cual llevó a que en Noviembre de 2020 la comunidad Charrúa Jaguar Berá abriera por primera vez un curso de lengua Chaná Charrúa en el castillo Idiarte Borda recientemente expropiado por la IMM.
Las artes tampoco se quedaron atrás, desde que el Cantautor Artiguense Alan Gómez grabara canciones con palabras en lengua Charrúa en los 50′ son muchos los artistas del folclore que han hablado del tema indígena en general y del tema Charrúa como Tabaré Etcheberry, Daniel Viglietti, Tabaré Arapy, Carlos Benavides, Numa Moraes y más recientemente bandas de Rock como Pecho e Fierro o grupos de música charrúa como Chañik, Inamby Sequer o Basquadé Inchalá, por citar solamente a los más conocidos. También en cines el estreno en 2019 de la película documental “El país sin indios” (que ganó premio del festival de cine de Montevideo siendo la producción de cine con mayor venta de entradas en 2019) marcó una huella muy fuerte, arrebatando lágrimas.
Todos estos logros no vinieron solos, las primeras organizaciones indígenas reivindicando sus derechos, se formaron en el 86, pero muchos de los charrúas veteranos de estos movimientos participaron de las luchas populares de izquierda en los 60′, 70′ y 80′, descienden de los que se levantaron en la batalla de paso de morlan contra Terra o levantaron sus lanzas con Aparicio y muchas y muchos descienden de las mujeres esclavizadas en Salsipuedes, dos siglos silenciadas y que hoy levantan su voz, por lo que hay una continuidad histórica del movimiento indígena en Uruguay. Hoy día colectivos como Choñik, CONACHA o Charrúa Antifascista gozan de una gran vitalidad como movimiento popular y crecen día a día no solo con las personas que guardan su memoria antigua, sino también de aquellas personas que su pasado fue olvidado por el racismo y la necesidad de ocultamiento de la identidad en épocas de persecusión y terrorismo de Estado pero que hoy con los estudios científicos en mano se embarcan en un proceso de recuperación de la identidad que les fue negada por un Estado que las y los oprimió durante 190 años.
A 190 años, Salsipuedes es una herida abierta que no cerró jamás. Allí El primer presidente del Uruguay inauguró al recién creado ejército nacional invitando a las comunidades Charrúas a una supuesta reunión para negociar la paz entre el Estado Uruguayo y la Nación Charrúa y allí donde hoy es la frontera entre Paysandú y Tacuarembó, con apoyo de tropas brasileñas y argentinas, atacó a los Charrúas que habían ido desarmados, mataron a los hombres, repartieron los niños en orfanatos de la iglesia (donde los cristianizaron a latigazos) y esclavizaron a las mujeres. Las consideradas más bonitas fueron esclavas sexuales de los cuarteles y José Ellauri repartió 300 esclavas charrúa en el cuartel de dragones de Montevideo en la calle sarandí casi contra la rambla (donde también funcionó como cárcel de mujeres y lugar de desaparición de niños en la última dictadura). Salsipuedes fue una de varias matanzas, la cueva del tigre, paso del Sauce, la estancia Bonifacio y Mataojo entre otras fueron otras masacres con intento de exterminio que constituyeron el genocidio de la Nación Charrúa.
El genocidio es un termino creado y definido jurídicamente por la “Convención para la prevención y la sanción del delito de GENOCIDIO” del comité internacional de Génova del 12 de Diciembre de 1948. Dicha convención define genocidio estableciendo que consiste en actos realizados con la intención de destruir un grupo nacional, étnico o religioso, etc. Uruguay adhiere a esta declaración y ratifica esta definición en la Ley nacional N°18.026. Por lo tanto un Genocidio no implica necesariamente llevar a cabo un exterminio total sino intentarlo o tener la intención de realizarlo. Por lo cual Salsipiedes ES UN GENOCIDIO fundacional del Estado que intentó exterminar a la población Charrúa preexistente y si bien el exterminio no fue total, el daño realizado fue inmenso y dejó una herida irreparable e irreconciliable en nuestra historia. Todos estos dolorosísimos crímenes de lesa humanidad fueron perpetrados porque un puñado de estancieros querían apropiarse de las tierras Charrúas bajo esa concepción horrenda que hace valer más la propiedad privada (obtenida mediante usurpación y robo) que la vida humana.
De las mujeres esclavizadas, de las y los sobrevivientes y de la tribu de Sepé venimos la mayoría de las y los charrúa de hoy, hubo mestizaje, dos siglos de persecución estatal y ocultamiento, pero seguimos vivas y vivos en nuestra tierra ancestral a la cual amamos. Las luchas ambientales, antipatriarcales, políticas y sociales reivindicativas de la justicia histórica, social y ambiental se transversalizan en una fecha que nos interpela como sociedad a todas y todos quienes vivimos en el territorio de lo que hoy llamamos Uruguay, un país CON indios que en su nacimiento, el Estado hizo una campaña genocida y esclavista contra una parte de su población. Queda demostrando que los delitos de lesa humanidad no prescriben y son una herida que no cierra a pesar de que pasen las generaciones y que somos más parecidos al resto de latinoamérica de lo que el discurso de “la Suiza de América” nos viene diciendo hace 190 años.
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