Rolando Sasso
Pasaron las elecciones en Ecuador, en Perú y en Bolivia con un gusto amargo para los pueblos. En el centro del debate se instala la unidad de la izquierda y la posición de los pueblos originarios.
Con mucha desazón recibí los resultados de las recientes elecciones en tierras hermanas y andinas. Sociedades donde los proyectos populares y progresistas tuvieron la oportunidad de gobernar (especialmente en Ecuador y Bolivia) pero hoy tienen muchísimas dificultades para concretar en votos su buen gobierno. Parece que cayeran en saco roto las experiencias de los pueblos latinoamericanos que enseñan del valor de la unidad frente a las clases opresoras. Parece que buscáramos el enemigo en las propias filas y no en la vereda de enfrente.
La división entre blancos, mestizos e indios me recuerda tristemente la división entre trabajadores, cantegrileros y pequeño burgueses que tanto se discutió hace algunos años en nuestros pagos. Discusiones estériles, sin norte ni destino.
Duele ver cómo el imperio dominante en alianza con las clases explotadoras de cada país trabajaron para desunirnos. Cómo los dejamos avanzar en la construcción del discurso del miedo y de los espejitos de colores.
Nos pasó en Uruguay, donde no supimos escuchar a grandes sectores sociales de los cinturones urbanos y rurales, dejándolos al costado del camino, creyendo haber cumplido con ellos porque les dimos lo que no nos pedían. En pocas palabras los empujamos en brazos de los campeones de la restauración.
Y en el fondo esto es una cuestión de clases sociales, aunque no le guste a los políticos de la derecha (y le asuste a algunos de izquierda), a los privatizadores que primero piensan en ajustar las clavijas al pueblo para beneficio de los “malla oro”.
Cuando lo más acertado sería que los pobres, los desheredados de la tierra, los desplazados del mercado de trabajo, los que viven en la calle cuyos hijos salen a pedir una moneda, los que comen en las ollas populares, debieran unirse junto a los indios, los negros, los mestizos, los pobres de la ciudad y el campo, vemos que sucede todo lo contrario.
El gran capital y las clases dominantes han logrado que los pobres miren de costado al profesional que es tan explotado como ellos aunque vista con ropas prolijas, el desplazado del trabajo en la ciudad y el campo mira torcido al técnico que también es explotado aunque tenga un autito, el indio o el negro mira desconfiado al blanco y al mestizo porque viven un poco mejor que ellos.
En definitiva, habrá que hacer un trabajo muy consciente y paciente para borrar lo que el poder hizo durante más de 500 años para dominarnos y los pueblos encontremos en el pobre, el cantegrilero, el indio, el negro, el mestizo, el pequeño burgués, al hermano que necesitamos para construir la sociedad del futuro.
Por todos los mártires del pueblo latinoamericano, por los desaparecidos, los torturados, los asesinados, por los explotados y despreciados por el poder: debemos reencontrarnos y fundirnos en un fuerte abrazo para salir adelante como sociedad, en busca de la igualdad de oportunidades y la inclusión que todos pregonan y pocos practican con el corazón en la mano.
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