«Ya nadie habrá que pueda
parar su corazón unido y repartido.
No digan que se ha ido,
su sangre numerosa junto a la patria queda
¡Habrá patria para todos!” (1)
Agustina Castro
Era la madrugada del 21 de abril de 1974 cuando un destacamento militar: Julio César Rapella, Esteban Cristi, Armando Méndez, José “Nino” Gavazzo, Manuel Cordero, Mauro Mariño, Julio César Gutiérrez y Jorge Silveira, todos a cargo del General Juan Rebollo, despliega sus fuerzas en el Barrio Brazo Oriental de Montevideo en busca del militante tupamaro Washington Javier Barrios.
Irrumpen en su casa de la calle Mariano Soler 3098 a las 3 de la mañana al grito de “Abran, abran que tiramos”, cuentan los vecinos que aún recuerdan la infernal noche. Descargando una balacera, con ametralladoras que dejan más de 200 orificios en la habitación donde dormían las compañeras y más de mil en el perímetro. Eleuterio Fernández Huidobro en el artículo “Las tres pibas de abril” publicado en Mate Amargo en 1987 sostiene que el ataque de los militares fue “respondido” por parte de las mujeres con cinco disparos.
Los vecinos ven a los uniformados sacar del domicilio en bolsas de nylon, los cuerpos de Silvia Reyes de 19 años, embarazada de tres meses; Diana Maidanick de 23 años y Laura Raggio de 20. Washington, a quien buscaban, compañero de Silvia y padre del hijo que venía en camino, estaba en Buenos Aires y recién va a ser detenido en 1974 en Córdoba. Aún continúa desaparecido.
Al tomar conocimiento del fallecimiento de su esposa, Barrios escribe:
“Con la Flaca decíamos que, si llegaba a pasar algo así, cualquiera de los dos que quedará tenía que luchar y ocupar el puesto de los dos, y eso es lo que voy a hacer y lo más probable es que muera peleando como ella murió. Lo que tenemos que tomar todos es el ejemplo que Silvia nos dio día a día, hora a hora, minuto a minuto. Me mataron a la Flaca y al gurí que estaba en camino…”
El asesinato de las que pasarían a ser conocidas como “Las muchachas de abril” es recordado como uno de los mas crudos episodios de la dictadura cívico- militar en nuestra historia reciente. Quizo el dolor de las familias y la desigualdad del enfrentamiento, que el hecho cobrara relevancia y el recuerdo se desdibujara en interpretaciones que no ayudan ni a la memoria de las combatientes ni al propio estudio de nuestro pasado reciente.
Laura ya había estado presa por tupamara, cayó con 18 años recién cumplidos. Diana también, tenía 19, casi 20. Cayeron juntas en julio del ’72, estuvieron en el Cuartel de Infantería 13 que dependía directamente del Comando General del Ejército.
A propósito del episodio, también en Mate Amargo pero del 2019, salía una entrevista a Sandra Menotti (2) que tampoco coincide con el enfoque que se fue generando en torno a las ‘Pibas de Abril’: “La historia que se ha generado es que eran tres gurisas, muy jóvenes, las acribillaron, una estaba embarazada, que no hubo resistencia… yo creo que no fue todo tan así. Son esas historias que con el tiempo se las vincula desde un lado “por demás romántico”. Tres mujeres indefensas acribilladas…”
Entonces además hubo muchas compañeras caídas, entregando sus vidas por las ideas compartidas, por sus compañeros y sus compañeras
En un mes tan significativo para la corriente histórica de las que fueron parte, mes en que las tupamaras y los tupamaros recuerdan a Raúl “Bebe” Sendic, la memoria y la lucha confluyen en el recuerdo de Silvia, Diana y Laura.
Luchadoras por una patria para todos, a pesar de las balas y la cobardía de sus asaltantes, y que ni las balas pudieron esconder ni romantizar su entrega colectiva.
NOTA
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Al enterarse del fallecimiento, Barrios pide que en la tumba de Silvia y en la suya, si le toca caer, pongan estos versos.
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Militante tupamara que compartió cana con Laura y con Diana
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