Ricardo Pose
En la presentación de su último libro, «El liberalismo Conservador», Gerardo Caetano expresaba que con ese material pretendía podre comprender como desde el pasado se fueron conformando en la sociedad uruguaya las distintas corrientes de pensamientos, sin pretender encasillar a los actuales referentes políticos.
El Liberalismo Conservador engloba desde el nacimiento del Uruguay Nación, derrotado el Proyecto Federal Artiguista, la corriente Riverista del Partido Colorado expresada entre otros por Lorenzo Batlle Pacheco y Manini después a principios del siglo XX, mas el Herrerismo, mientras una suerte de Liberalismo Republicano está conformado por el primer Batllismo, de José Batlle y Ordoñez y lo que en su momento se llamaron los Blancos Independientes, cuya representación a mediados del sgilo pasado la encarnó Ferreira Aldunate.
Si uno hiciera el ejercicio que Caetano desestimó de encasillar a los actuales dirigentes políticos, Lacalle Pou sin dudas que está dentro del pelotón de los Liberales Conservadores, pero, a nuestro entender, es una versión renovada del viejo y nuevo Herrerismo.
Insistimos con esta idea que venimos planteando en anteriores artículos, porque como ya quedó demostrado en la campaña electoral del 2019, las criticas que se le hacían a Poy comparándola con su padre, no dieron resultado.
No hablamos de las criticas en las redes, esas fiscalizadoras morales de, caso salvo excepciones, primitivos manejos de la retórica política.
Nos referimos a los comentarios de primeros dirigentes de la oposición, que a veces salen al cruce cuál doña de barrio empacada y no comprende que aunque sus comentarios sobre el presidente, su gobierno y la coalición, ocupan fugazmente algún titular en la prensa y unos cuantos like, no incide en el debate de la hegemonía cultural.
En un reportaje de Búsqueda a Luis Alberto Lacalle Herrera, éste definía la política del Herrerismo y al gobierno de su hijo como Nacional y Popular.
Como Nacional y Popular se define en parte de sus políticas el Frente Amplio y en especial su partido mayor, el MPP.
La diferencia de contenidos quedan muy explícitamente señaladas encima de las mesas de académicos y politólogos, pero en los barrios, en los comedores familiares, en los talleres, en las colas de desocupados, en el terreno de la gente común, la diferencia entre un nacionalismo popular y otro, lo dirime la simpatía que generen las imágenes de los lideres.
El problema es que cuando el relato coincide en lo semántico, quién hasta ayer votaba a Mujica, hoy se identifica con Manini o Lacalle Pou; los tres hacen gala y encarnan un proyecto denominado Nacional y Popular.
Hace pocos días, cien vecinos de un asentamiento fueron a reclamar al Presidente que tomara medidas por un procedimiento policial fuera de todo marco legal, y para detener la amenaza de desalojo que prende sobre ellos.
Lacalle no solo habló con los manifestantes en medio de la movilización, sino que llamo personalmente por teléfono a los referentes de los vecinos y quedó en encontrar las soluciones a su alcance.
Digan que es demagogia, pero que para la gente es un Presidente Popular, va a estar difícil de convencerlos de lo contrario.
Porque además, en esta movilización que era el corolario de una semana mediática sobre los allanamientos que sufrieron, a la hora de estar junto a ellos en un momento donde se produce por la praxis, la síntesis política, no había un solo integrante de la oposición. Ni un legislador, ni un edil, ni el portero de la sede central del Frente Amplio.
Apenas un puñado de dispersos militantes sin capacidad de acumular, en el relato y en la organización ,el descontento cuestionador de la gente, que Lacalle volvió a introducir en el camino de las falsas expectativas de la gestión capitalista.
La panza de Sancho
Volviendo a Caetano, el Frente Amplio, carente de la capacidad por su estructura y concepción carece de ideología y es acorde al proyecto político.
Conviven en él fuerzas que podríamos a grueso modo definir en tres grandes grupos: La Izquierda de tradición socialista, el nacionalismo popular y la socialdemocracia, pero sin dudas los tres están dentro del Liberalismo Republicano cercano al Batllismo.
Y acá voy a hacer trisas la adarga del Quijote; salvo la izquierda de tradición socialista y algunos militantes entreverados entre el nacionalismo popular y contados socialdemócratas, el resto se puso el disfraz del Batllismo de José Batlle y Ordoñez porque les habilitaba a gozar de la comodidad del confort político que el Batllismo, el liberalismo republicano, expresa en buena parte de la sociedad uruguaya.
Muchos antiguos militantes sindicales y luchadores sociales, «asaltaron» las tribunas parlamentarias adaptándose rápidamente, en el gesto y el relato a la clase política que tanto habían combatido desde las trincheras sociales.
Se pasó a contemplar la realidad como desde el tubito del hilo de coser y a autocontemplarse en los logros y avances dentro del marco de la administración del sistema capitalista, sin dudas importantes, pero que olvidaron avisar que estos serían efímeros.
El acento sobre la desigualdad se cambió para la gestión, y la palabra revolución, esa que tanto combatió José Batlle y Ordoñez, desapareció del vocabulario cotidiano para ser apenas un susurro expresado en los enojos de las derrotas de la batallas institucionales.
Subestimaron el rol de las organizaciones sindicales y populares y causaba escosor cualquier comentario que quedara tibiamente a su izquierda.
No es un problema ético ni de retirar saludos ni de intentar volver a recorrer caminos codo a codo, pero ahora la derrota político electoral lo demuestra, esas opciones políticas, el pueblo las paga caras.
No es casual que las nuevas generaciones busquen sus propias formas de organización sin esperar el «esclarecedor» mensaje de las élites, enredadas en disputas por espacios de poder orgánicos y recitando manuales desactualizados.
Los desafíos vuelven a estar como desde siempre prontos al menos, a escuchar opiniones.
¿ que camino se le ofrece a los cientos de compatriotas que acuden a las ollas y ocupan terrenos que no sea el de volver al gobierno en 2024?
¿Como se disputa la hegemonía cultural a la Derecha, al Liberalismo Conservador que no se ata las manos con el sello del neoliberalismo, sin otro relato que logre salir de lo cracks que fuimos cuando estuvimos en el gobierno?
FUCVAM a nuestro entender ha realizado un aporte importante con el estudio de los «ricos» en el Uruguay de Hoy.
Son los Molinos de otros gigantes que no son los del Quijote ni los del Uruguay de mediados del siglo XX.
Lo único parecido, es la panza de Sancho, esa que invoca al pragmatismo y a la política de lo posible y la que abre el camino, para una larga etapa de liberalismo conservador.
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