Fabián Piñeyro
Estas breves líneas pretenden simplemente servir de introducción a una labor analítica de imperioso acometimiento.
El asunto es en extremo vasto y complejo, su abordaje plantea múltiples desafíos, porque la doble posición de observador y de observado, propia de las ciencias sociales y humanas, tiene en este caso, una dimensión y unas resonancias en extremo singulares, dada la naturaleza traumática del acontecimiento.
Y ese carácter traumático de la experiencia es una de las premisas analíticas básicas y uno de los presupuestos interpretativos esenciales del que debe partir cualquier ejercicio encaminado a capturar cognitivamente, a comprender efectivamente, el alcance de los efectos, de las mutaciones que va a terminar por generar el “acontecimiento pandémico”.
Seguramente resulte a todos los efectos desaconsejable formular hipótesis respecto del mundo, del escenario, de la realidad pos pandémica, porque difícilmente ocurra un momento concreto de quiebre, muy probablemente no opere ningún hachazo de la historia, y, seguramente lo que ya esté aconteciendo sea un paulatino y progresivo cambio del escenario epidemiológico y sanitario, que va a ir generando nuevas realidades y nuevas normalidades, en las que de forma casi imperceptible, la Covid-19 va a ir diluyéndose como problema.
De allí que resulte más pertinente ordenar la operación analítica en función de otro objetivo: el señalamiento de los efectos emergentes del “acontecimiento pandémico”.
Estas líneas pretenden contribuir a sentar las bases a partir de las cuales desarrollar un análisis encaminado a desentrañar esos efectos en un campo bien concreto y delimitado, pero en extremo relevante; a lo que estas líneas apuntan es a un universo casi indefinible pero políticamente central: la subjetividad.
Un campo que probablemente sea el que menor atención reciba en los análisis que pueden llegar a desarrollar las estructuras y los aparatos de la izquierda política y social de nuestro país y de la región, probablemente la mayoría de esos análisis se centren en los efectos económicos y sociales, en las implicancias de la pandemia a nivel de los comportamientos electorales y en su impacto en la distribución del poder real entre las distintas potencias y polos de influencias regionales y globales.
Antes de ingresar al análisis encaminado a determinar cuáles pueden ser las consecuencias que el acontecimiento pandémico genere, es necesario esbozar siquiera algunas líneas respecto de la naturaleza y el carácter del acontecimiento pandémico.
Quizás previsible para una reducida comunidad de técnicos y expertos, pero absolutamente inimaginable para prácticamente la totalidad de la humanidad, el acontecimiento pandémico irrumpió inesperadamente: miedo, estupor, perplejidad, angustia, pérdidas de certezas, y momentos de incertidumbres extremas pautaron en lo emocional la vida de los hombres y las mujeres en muchos y muy diversos puntos de la tierra desde los primeros meses del 2020.
La alteración de las rutinas, una fuerte sensación de frustración, y muy significativas mutaciones de las prácticas, la remodelación de la vida erótica y vincular, y hasta una cierta trasmutación de la manera en que nos hemos relacionado con la muerte desde por lo menos mediados de la pasada centuria, son algunas de las manifestaciones más evidentes de los efectos que ha generado a lo largo de todo su desarrollo el acontecimiento pandémico en las subjetividades.
El impacto o los impactos que debemos imperiosamente analizar son aquellos que han tenido lugar en un territorio que es geográfico y simbólico a la vez, Occidente. Porque es ese el marco civilizatorio en el que nuestra sociedad está inscripta.
El acontecimiento pandémico tiene un carácter y una naturaleza especialmente traumática en ese territorio y ese trauma es más intenso en sociedades que ostentan niveles de desarrollo análogos o superiores a las nuestras.
Sociedades que se sentían de alguna manera a salvo de fenómenos de esta naturaleza.
El acontecimiento pandémico resulta en general, pero esencialmente en ese territorio, un hecho traumático; por la vía de las vacunas, y especialmente luego de la invención y generalización del uso de los antibióticos se produjeron cambios muy significativos en la sensibilidad del hombre occidental, y muy específicamente, en la manera que éste tiene de relacionarse con la enfermedad y la muerte; esos cambios posibilitaron a las elites reordenar la subjetividad con el fin de amoldarlas a las lógicas del rendimiento, del consumo y la auto explotación, e imponer el cumplimiento de metas como la puerta de entrada a la felicidad propia de los paraísos perdidos.
De allí la intensidad del trauma, de la angustia. Los impactos más importantes que el acontecimiento pandémico va a tener en el campo de la subjetividad operan y, seguirán operando, por un tiempo a nivel inconsciente. La propia desmesura de lo acontecido impide su efectiva aprehensión por la consciencia. Muchos de los efectos que va a generar el acontecimiento pandémico van a resultar visibles una vez que hayan trascurrido varios años del hecho; lo que parece evidente es que el campo de las producciones culturales, de los símbolos, del arte, va a estar fuertemente influenciado por los efectos de dicho acontecimiento por un largo tiempo.
La pandemia o mejor dicho el acontecimiento pandémico entendido como una realidad que trasciende lo estrictamente sanitario, lo viral, es de una u otra forma un síntoma de fracaso, un signo de la incapacidad del capitalismo como orden y como estructura.
El acontecimiento pandémico significa un incumplimiento de promesa, de una u otra forma, buena parte de los sacrificios, de los esfuerzos que la modernidad capitalista les ha demandado a los individuos no han tenido su efectiva contrapartida en el momento en que éstos más lo necesitaban.
Todas las interdicciones al goce y al placer, la moralidad y la eticidad atenazante y opresora que actúa mediante el imperio de la razón y la represión de los instintos, lucen en algún punto carente de sentido si ni siquiera asegura una efectiva protección de la salud, una vida larga y una muerte anciana.
Por todo ello, los efectos sobre la subjetividad, es decir, sobre la manera que el hombre tiene de auto percibirse, sobre la forma en que conceptualiza la vida, el mundo, y organiza sus vínculos y su erótica, asigna sus energías, califica, valora y juzga, se verán sustancialmente trastocados, y con ello, el marco de sentido y la forma de ser que el capitalismo demanda, requiere y produce quedará puesta en tela de juicio; de allí que en algún sentido el acontecimiento pandémico no sea una buena noticia para los guardianes del orden burgués.
Toda praxis, toda empresa, toda acción, que se vaya a desplegar en el universo de lo político ejecutada sin tener en cuenta los efectos que el acontecimiento pandémico ha generado en el campo de la subjetividad está irremediablemente condenada al fracaso.
De allí la necesidad de emprender una labor analítica que permita develar dichos efectos.